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De la idea a la empresa

La Factoría Cultural, recientemente abierta en Matadero, convierte los proyectos más creativos en modelos de negocio con los que abrirse camino en mercados artísticos Hablamos con varios de estos emprendedores

Sergio C. Fanjul
Espacio de la Factoria Cultural en Matadero.
Espacio de la Factoria Cultural en Matadero.ÁLVARO GARCÍA

Hay a quien esto de las industrias culturales le puede sonar feo: ¿cómo mezclar la diáfana excelencia del arte, la cultura, la creación, con el sórdido mundo del vil metal? Pero la realidad es mucho más prosaica, y lo cierto es que no basta con una buena idea o una sensibilidad exacerbaba para ganarse el pan y contribuir a la economía, sobre todo en tiempos de crisis. La cultura ha de ser, también, empresa, y en la Factoría Cultural, un vivero de industrias creativas que recientemente ha abierto sus puertas en Matadero, enseñan cómo operar esa metamorfosis.

“En 2000 la Unión Europea se reúne en Lisboa y habla ya de la sociedad del conocimiento, del apoyo a la industrias culturales y creativas. En torno a esa idea empecé a trabajar en LABoral Centro de Arte y Creación Industrial de Gijón, que dirigía”, explica Rosina Gómez-Baeza, quien también dirigió ARCO durante dos décadas y ahora la Factoría Cultural. “La Factoría”, continúa, “trata de apoyar a quienes tienen una idea o proyecto y quieren hacerlo sostenible en el tiempo. La idea es solo una parte del éxito, aquí tratamos de que las conviertan en empresas y aprendan a valerse por sí mismas en un mundo competitivo”. La parte menos romántica, pero necesaria: cómo elaborar un plan de marketing, cómo dar de alta una empresa, cómo abordar los mercados internacionales… Los ámbitos que se cobijan son diversos: el digital, el de las comunicaciones o el arte en todas sus facetas, desde el teatro, la danza o la arquitectura, hasta la gastronomía, el videojuego o la moda. Un aprendizaje seguido de cerca por asesores, tutores o mentores. “España tiene un gran potencial no desarrollado”, opina la directora. El proyecto tiene el apoyo de diversas instituciones como el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el Ayuntamiento de Madrid y diversas asociaciones, fundaciones y universidades.

Participantes en la Factoría junto a su directora, Rosina Gómez-Baeza, en el centro de la tercera fila por arriba.
Participantes en la Factoría junto a su directora, Rosina Gómez-Baeza, en el centro de la tercera fila por arriba.álvaro garcía

En el gran espacio de Matadero que ocupa la Factoría, remozado con estructuras de madera por el arquitecto Ángel Borrego, se afanan los viveristas, unos 23 proyectos que se han seleccionado de entre los más de 70 presentados (la convocatoria sigue abierta de forma permanente). Algunos fruncen el ceño ante sus ordenadores, otros discuten en los espacios de reuniones, la mayoría asiste esta mañana a una clase sobre marketing, sentados en la grada. Se respira el ambiente de trabajo y las ganas de hacer cosas. “La soledad de muchas personas a la hora de idear un proyecto y desarrollarlo es extraordinaria”, explica Gómez-Baeza, “es difícil encontrar gentes que deseen ayudarte con una metodología y eso es lo que queremos propiciar. Y es importante que no se nos vea como un espacio de coworking: es cierto que aquí se crean sinergias entre los participantes, pero además este es un espacio para el aprendizaje y evaluación”.

Javier Muñoz, de Muñoz & Krämer.
Javier Muñoz, de Muñoz & Krämer.álvaro garcía

Un emprendedor indignado. El 15-M cambió la forma de ver el mundo de Javier Muñoz. “Me hizo cambiar el chip a nivel personal y mental”, dice, “me di cuenta de que se pueden cambiar las cosas si partes de la postura de que tú mismo puedes cambiarlas”. Muñoz trabaja en el mundo de la enmarcación, preparando exposiciones para figuras como Chema Madoz o Alberto García Alix, pero pensó que, además de este trabajo autónomo y alimenticio, podía crear empleo directo, convertirse en un emprendedor, o un “emprendedor indignado”, como dice. Ahora ha montado la empresa Muñoz & Krämer con su esposa Elena Costa Krämer, que se dedica a fabricar objetos de cuero español de exquisito diseño: fundas de tabletas, libretas, tabaqueras… “Soy licenciado en Bellas Artes y estoy familiarizado con la parte de la creatividad”, explica, “pero cuando das el paso a ser emprendedor hay cosas que no conoces. Mi objetivo es vender en Europa y no sé hacerlo”. Dice Muñoz que el ambiente de la Factoría le recuerda a sus años universitarios: “Puede que tú no sepas algo, pero el de al lado te puede ayudar”, dice, “y ya estamos pensando en cómo colaborar con algunos de los otros viveristas”.

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Marieta Veloso, promotora de Atar Cabos.
Marieta Veloso, promotora de Atar Cabos.Álvaro garcía

Vuelve el tapiz. En una esquina del moderno espacio vemos un extraño artefacto de otro tiempo: se trata de un telar. Frente a él, la emprendedora Marieta Veloso. Su proyecto, que se llama Atar Cabos, pretende crear una plataforma digital para la recuperación, difusión, investigación y documentación del patrimonio textil. “Queremos conservar un oficio tan tradicional y tan español como es el tapiz, así que en nuestra web concentraremos toda la información referente a este mundo para evitar que desaparezca”, explica. Al parecer, el tapiz llegó a España hace tres siglos, cuando se perdió Flandes: “Entonces, junto con la pintura, era lo equivalente al cine, donde se contaban las historias”. Hoy en día, en Atar Cabos reciben peticiones de tapices (lo pueden tejer con el motivo que usted quiera) desde Estados Unidos, Latinoamérica, China o Japón, sobre todo de instituciones, porque esta artesanía tan especializada puede resultar algo cara: un metro cuadrado puede salir por 10.000 euros.

Pablo Rosa, de Don Cicleto.
Pablo Rosa, de Don Cicleto.álvaro garcía

Aparca tu bici. En un cubículo lleno de planos de Madrid y post its de muchos colores está Pablo Rosa, el artífice de Don Cicleto. Está creando una red de aparcamientos para bicicletas por toda la ciudad. “Se trata de resolver el problema de inseguridad a la hora de aparcar las bicis y mejorar la calidad de vida de la gente que no tiene espacio para guardarla en casa y tiene conflictos con el portero o los vecinos”, explica. Así uno podrá dejar su bici cuando salga a recados diurnos o dejarla pernoctar toda la noche, con diferentes tarifas. “Otro de los fines”, continúa, “es ensalzar la cultura. La red está constituida por aparcamientos pero también con espacios vinculados a la creación, de modo que la bici pasa de medio de transporte a medio de comunicación”. ¿Y cómo le afecta a su proyecto la implantación de la bici pública? “De forma positiva”, contesta. “La Unión Europea ha concluido que cuantas más bicis circulando, más seguridad hay. Y muchos se animarán a comprarse su propia bicicleta después de usar la pública”.

Leticia Palomo.
Leticia Palomo.Álvaro garcía

Arte prêt-à-porter. Los hijos del artista Juan Antonio Palomo se proponen popularizar su legado. “Queremos pasar el arte de alta calidad que produjo mi padre a producto que puedan consumir personas que no tengan acceso a la alta cultura o a piezas únicas”, dice Leticia Palomo. Así, inspirados en la obra paterna crean camisetas, láminas y otros productos de merchandising, aunque de calidad. Todavía están en los primeros momentos de su aventura. “La Factoría es un gran punto de encuentro”, dice la emprendedora, “tanto cerebro junto te ilumina. Los cursos y facilidades que nos ofrecen son muy enriquecedores”.

Vanessa Magalí, de C-ART-A.
Vanessa Magalí, de C-ART-A.álvaro garcía

Cuidados contemporáneos. C-ART-A es un proyecto de servicios especializados para todo lo referente al arte contemporáneo: exposición, conservación, traslado, documentación… “Pretendemos dar servicios a salas de exposiciones, galerías, museos, coleccionistas o artistas”, explica Vanessa Magalí, artífice de la idea junto con Cristina López y Gema Grueso. Han trabajado como conservadoras y más o menos se defienden en el mundo del arte, pero crear una empresa es otra historia. “Estar en la Factoría nos está dando mucha visibilidad, apoyo en redes y a través de la página”, dice Magalí. “Nos han asignado a dos mentoras, una de ellas es la propia directora. Tengo muy buenas vibraciones”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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