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Malos tiempos para el pop

Las cadenas de televisión ningunean los programas de contenido musical

Diego A. Manrique
El grupo Amaral durante una actuación en el programa de La 2 'Conciertos de Radio 3'.
El grupo Amaral durante una actuación en el programa de La 2 'Conciertos de Radio 3'.

Es lamento universal entre melómanos: "ya no hay programas musicales en televisión". Bien, podemos proclamar que esa es una afirmación temeraria. Un repaso a la programación de las cadenas nacionales, en un día laborable cualquiera, revela que La 1 ofrece TVE es música a las 3.25, Antena 3 nos tienta con Únicos a las 2.30 y Telecinco propone Fusión sonora a las 5.00. En La 2, TVE es música está a las 6.

Buenas noticias para insomnes: la madrugada rebosa música. Así, música en general: los avances de las cadenas no detallan los contenidos. Solo Conciertos de Radio 3 (1.45) adelanta el nombre del artista del día. En La 2 puntualizan que, cuando se trata de grupos conocidos ("Amaral, Sidonie, gente así"), se adelanta el horario y se amplia su duración.

La eliminación de los programas musicales en horas razonables es otra consecuencia de nuestra entrega a Mammón. El dios del share no suele sonreír a esos espacios y la música ha sido desterrada de la televisión convencional, excepto como coartada para realities o concursos. De hecho, preguntar en las cadenas por el departamento de musicales provoca incomprensión: han desaparecido de los organigramas.

Durante el franquismo había más programas musicales que ahora

Cabría argüir que rara vez se ha intentado hacer programas musicales dinámicos y eclécticos, tal como se conciben en otras televisiones europeas. Later...with Jools Holland es una de las fórmulas posibles y gana dinero para la BBC (aquí se emite en Canal + Xtra, dial 7), aunque su principal objetivo, como producto de un ente público, es atender a una realidad viva y cubrir huecos dejados por las televisiones comerciales. Que son inmensos.

Olvídense de aquella canción que se pretendía profética, Video killed the radio star (Buggles, 1979). Ahora mismo, cuesta dejarse matar por un exceso de videoclips. Incluso en MTV, antes identificada con aquel formato audiovisual, priman los realities y las series. Únicamente en Sol Música se pueden ver clips made in Spain.

Se esfumaron los programas sobre la actualidad del pop. Y cualquier otra música popular: hoy, resulta humillante recordar que en la televisión franquista hubo espacios semanales —¡con producción propia!— para el pop, el flamenco y el jazz. Pero la televisión pública quedó castrada por el ERE de Zapatero; el recorte presupuestario impuesto por el PP solo ha venido a ratificar su impotencia estructural. La única posibilidad de poner en marcha cualquier iniciativa levemente cultural depende del patrocinio de alguna empresa rumbosa.

Lo último parecido a un magacine musical que se ha visto es Mapa sonoro, donde Roberto Herreros alentaba un periplo en busca de músicos en activo. No alcanzó la periodicidad semanal: se emitieron 33 entregas de 2009 a 2011, entre Canal Cultura y La 2.

Manel Arranz, director de programas de La 2, confirma el desplazamiento de la cadena "de cultura y participación social" hacia los conciertos —"en verano emitimos bastantes actuaciones de festivales"— y los documentales. Algunos de ellos son producciones de discográficas, cedidas gratuitamente (y se notan sus hechuras de publirreportaje). Pero La 2 saca el pecho por proyectos como Entre dos aguas, reflejo de los viajes mediterráneos de Javier Limón.

TVE usa su archivo para convertirse en coproductora de documentales

Y siempre queda el filón del glorioso archivo de TVE, necesario para todos los realizadores de documentales musicales de este país. En Prado del Rey han aprendido el truco de cualquier tendero: comprar barato y vender caro. Un minuto de sus archivos cuesta mil euros. Pocos pueden pagarlo: ¡¿cuatro mil euros por una canción entera?! Razonables, los servicios comerciales ofrecen soluciones de compromiso. TVE se convierte así en coproductora de documentales independientes, con permiso para emitirlo gratis en sus diferentes canales. También puede exigir cualquier premio en metálico que gane el documental en los certámenes correspondientes.

Lo de comprar barato no es una forma de hablar. Hace un par de años, TVE conectaba con periodistas musicales para proponerles dirigir documentales a partir de sus archivos. A cambio, se les pagaba 1.000 euros. El desconcertado especialista preguntaba si faltaba algún dígito: el trabajo incluía revisar el material disponible, preparar y realizar entrevistas, escribir el guión y montar el programa. En algún caso, refunfuñando, TVE subía la oferta a 2.000 euros. La casa, naturalmente, se quedaba con todos los derechos. Ya ven que no se trata solo de prostituirse: también hay que poner la cama.

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