_
_
_
_
Tentaciones
_

Nosotros, los adolescentes del Neolítico

Matt Wolf dirige el documental basado en el libro de Jon Savage que da voz a las juventudes de la primera parte del siglo XX en Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, desde los rebeldes del swing los fanáticos neo-Nazis El filme se estrena en el Festival Internacional de Cine Documental Musical de Barcelona, Beefeater In-Edit

Jon Savage.
Jon Savage.

Aquel muchacho de Canáan del Periodo Neolítico ya amenazó a sus progenitores con cortarse las venas con una obsidiana pulimentada si no le dejaban ahuecar una cabeza de toro salvaje para encasquetársela y bailar hasta el nuevo día.

Así podría arrancar Teenage, el ensayo de la eminencia del punk británico Jon Savage, si no fuera porque en el subtítulo ya acota el tiempo histórico que trata: The creation of youth 1875-1945. Editado en 2007, su libro sobre las subculturas pubescentes previas al estallido del rock and roll y de la adolescencia como clase social, que disecciona desde los primeros diarios de niños airados y los primeros criminales infantiles documentados hasta las organizaciones totalitaristas de ocio juvenil y los primeros gangs urbanos, tiene ahora su versión fílmica, dirigida por Matt Wolf y producida por el actor y músico Jason Schwartzman.

El autor de England’s dreaming, biblia del punk inglés, demostró en su otro gran libro cómo recorrer toda una tradición de rebeldía a través de unos zapatos (un ejemplo: los Creepers que usaron los zazous, amantes del swing en el París ocupado -estampaban esa palabra en el centro de la estrella judía de su brazalete sin dejar de bailar-, que luego calzarían los teddy boys de inspiración eduardiana) o un peinado (el pelo mohicano de los redskins como comunidad marginada en el Lejano Oeste que inspiraría a los Apaches de la capital francesa y, más tarde, a los punks, que colocarían una cresta de césped en la calvorota de la estatua de Churchill en Parliament Square). Ese festín de conexiones latentes y tradiciones relegadas, hiladas por la música, las ropas o las publicaciones autogestionadas, se traduce ahora en una película lírica y basada en cuatro personajes: la proto-it girl Brenda Dean Paul, del grupo decadente Bright Young People, una especie de Lindsay Lohan de los años veinte; Melita Maschman, una idealista de la causa de la Hitler Youth; Tommie Scheel, su contrario, un swing kid que se rebeló con zoot suit y trompetas al Tercer Reich, y Warren Wall, un boy-scout negro algo nerd pero con mucho afán de integración.

Musicado talentosamente por Bradford Cox (Deerhunter, Atlas Sound), el documental demuestra que la adolescencia se explica mejor desde el punto de vista de los propios teenagers. Cualquier adulto (sobre esa reflexión se construye también el discurso de Savage) intentará desacreditar a la siguiente diciendo que sus tiempos fueron mucho mejores o, como en el gag de los Monty Python Four Yorkshiremen, mucho peores y más duros (jerez en mano: “solíamos vivir 150 niños en una caja de zapatos”, “ya no hay rock con mayúsculas como el de antes”, “la juventud no tiene ideales”; esas cosas).

'Four Yorkshireme' de Monty Pyton.

La película, que se proyectará en el Festival Beefeater In-Edit de Barcelona (del 24 de octubre al 3 de noviembre) con la presencia de su director, elude el formato de cabezas parlantes de la BBC (tipos canosos glosando anécdotas del pasado en un sillón orejero y con sus mejores guitarras detrás), para intentar crear un collage lírico de voces de adolescentes de todas las épocas que hablan, directamente, a adolescentes del presente y del futuro. “De hecho queríamos evitar el problema dialéctico de recrear un mundo adulto intentando controlar a la adolescencia y del adolescente intentando crear un mundo propio”, explica por teléfono Savage, también coguionista, desde su casa en Gales, “así que cogimos algunos de los testimonios y diarios que aparecen en el libro y lo hicimos todo desde la primera persona de esos muchachos. Es como intentar concentrar el tiempo, encapsularlo para que lo descubran adolescentes de otros espacios y tiempos, un siglo después. Nos interesaba buscar esa conexión emocional. De hecho, creo que la juventud en sí ya personifica de algún modo el futuro y a mí no me interesa la visión que podían tener otros adultos básicamente porque, en mi vida y en mi obra, no me interesa la revisión nostálgica o prejuiciosa del pasado”.

1.- La ropa como rito y collage.

“¡Ya lo creo que le daban asco! Llevaba precisamente mi disfraz oficial de adolescente: zapatos grises puntiagudos de piel de cocodrilo, calcetines rosa neón de nylon hasta el tobillo, pantalones azules de Cambridge ajustados como un guante”, Colin McInnes, Principiantes.

“Tarde completa, clase de yoga y de camino a cenita con amigos en Maki”, campaña de la línea de ropa Hominem, de El Corte Inglés.

La idea del collage de imágenes de archivo color sepia de adolescentes y de testimonios de muchos de ellos, junto con recreaciones mimadísimas filmadas con actores, es reflejo de la educación de Jon Savage, que descubrió el punk cuando trabajaba en una bufet de abogados. Lo abandonó todo, arrancó el fanzine London’s Outrage (“Creo que los fanzines eran la única forma para aprender escribiendo lo que querías”) y empezó a tomarse mucho más en serio a Richard Hell que a Martin Amis. “A finales del 76 iba a conciertos de punk y veía cómo los adolescentes usaban ropa de segunda mano de los 40, los 50 y los 60, pero luego le ponían encima pins, eslóganes y retales nuevos. Eran collages vivientes que encapsulaban ideas de muchas épocas”, recuerda, “Creo que el collage es una forma de conectar pasado y presente para moldear el futuro a tu gusto, una técnica para comprimir el tiempo en una imagen poderosa. Y eso es lo que queríamos hacer con la película”.

De hecho, Savage ha explicado en otros artículos que la cultura pop fue lineal y progresiva hasta el collage punk, para luego caer en el loop. Sin embargo, no parece comulgar abiertamente con las ideas apocalípticas de la cultura pop como reciclaje eterno, con los peligros enunciados en tomos como Retromanía: “Mira, eso son cosas de los escritores cuarentones de la prensa generalista y de la industria cultural más conocida. Pero creo sinceramente que los adolescentes actuales no lo ven así, no lo viven como un ejercicio de nostalgia. Lo están descubriendo ahora y le darán otras formas y otros sentidos. Yo siempre confío en ellos”.

En la forja de algunas subculturas, de la gran mayoría, los códigos de ropa se formularon incluso antes que la música. Los scutchers, gang de finales del XIX en Manchester, vestían, según el libro de Savage, “gorras de boxeador, pantalones bombachos y cinturones customizados con pins de metal que incluían serpientes, estrellas y corazones atravesados” y los vorticistas eran “muchachos gigantes, ardiendo aquí y allí, con ropas ajustadas”. Él lo constató en carne propia: “Es un pack, yo también lo viví así: ropas, looks, música, rituales de iniciación, revistas de música, slang propio… Creo que la cultura del swing sería uno de los mejores ejemplos tempranos para entenderlo”.

2.- La música y el aburrimiento.

“Am I mad? Or fated? Be it one way or another, I’m bored!”, Marie Bashkirtseff, en su diario de 1875.

“I’m living in this movie / but it doesn’t move me”, Buzzcocks, Boredom (1977).

Fotograma de 'Teenage'.
Fotograma de 'Teenage'.

La película habla del ragtime (“Drumming us into another kind of life in which anything could happen”, decían sus proclamas), del swing, de los flappers bailando jazz ultrasexual y de negros (“Si beber y bailar jazz servía para que te criticaran obispos, generales y políticos, entonces esas actividades se convertirían en norma”). Sin embargo suena la música onírica y con toques electrónicos compuesta para la ocasión por Bradford Cox y que acompaña las imágenes de toda la película: desde boy-scouts apretando filas hasta gángsters de Chicago corriendo por las calles o wandergovel alemanes tocando la guitarra en el campo.

“La música siempre llegó antes. Mis héroes infantiles eran Arthur Lee de Love, Skip Spence, los Small Faces, los Kinks… Aunque leía literatura de los veinte y los treinta, y luego fan fiction, literatura negra y no ficción, los músicos saben cómo expresar las ideas de la adolescencia como nadie”, apunta Savage, que también reivindica el papel de autores como Rimbaud y de relatos fundacionales como Peter Pan o El mago de Oz. “Tanto Matt, que fue adolescente en los noventa, como yo compartíamos la pasión por los discos, pero sobre todo por la electrónica. Yo le mandaba mp3 con canciones y él me contestaba. Así empezó el diálogo, aunque lo de Cox fue idea suya; una gran idea, por cierto: queremos editar su banda sonora en un disco”.

De hecho, el contraste entre las imágenes antiguas y esa música es similar al que él buscaba cuando programaba unos cineclubs muy peculiares en sus años de universidad: “Sí, hacía cosas como poner Metropolis, de Fritz Lang, con el Their Satanic Majestic Request, de los Rolling Stones, de fondo. Si escuchas una canción como Citadel mientras ves la peli todo habla de una especie de ciudad futurista. Además, siempre que enchufo un rato la tele, le quito el volumen y pongo música. Todo eso puede haber influido, claro”.

Una música para superar el aburrimiento del que habla tanto Bashkirtseff, una especie de Lena Dunham rusa que murió de tuberculosis a los 25 en el París de 1884, hasta los Buzzcocks, compañeros de correrías de Savage en la Gran Bretaña punk. “Sí, pero lo que ya no me interesa tanto como antes es el rock que va saliendo. La última personalidad que me interesó y me impactó fue Kurt Cobain. Lo entrevisté poco antes de morir y me disgustó muchísimo cuando me enteré del suicidio”, explica, “Pero la razón no es que él fuera lo último valioso que se ha hecho, sino que el rock es una música muy generacional, y yo justo cumplí 40 años y ya no sentía esa misma conexión para identificarme a través de canciones de guitarras con una letra poderosa”.

3.- La voz de los jóvenes rebeldes.

“Los mejores entre los pobres no son agradecidos. Ellos son desagradecidos, descontentos, desobedientes y rebeldes. Ellos tienen todo el derecho a serlo”, Oscar Wilde, El alma del hombre bajo el socialismo (1891).

“I know, because I’m not a juvenile delinquent / It’s easy to be good / It’s hard to be bad / Stay out of trouble / and you’ll be glad”, Frankie Lymon & The Teenagers, I’m not a juvenile delinquent (1956).

El primer protagonista del libro es Jesse Pomeroy, un asesino en serie infantil encarcelado en 1874. Y de los cuatro personajes que centran la película, sólo uno, el boy-scout afroamericano, no es abiertamente gamberro. Savage insiste en la idea de que ya sea con vorticistas (“Son sentimentales, dandis con sentido del humor y un gusto por la distinción”) o con mods británicos, los medios contribuyen a esa visión del adolescente como delincuente en su propio afán de controlarlo.

“Esa es una forma de verlo, pero es un trato injusto: los adolescentes simplemente emergen, ven que todo está fatal e intentan implicarse de algún modo en arreglarlo o posicionarse con unas reglas propias”, apunta Savage, “Aun así, una de las claves de la película es que los chicos no siempre son rebeldes de un modo loable, porque a veces son manipulados. Es el caso de los que buscan tener un papel relevante en regímenes totalitarios, las juventudes hitlerianas por ejemplo, y también están en el libro y en el documental”. De hecho, la manida llamada punk a “dejar un bonito cadáver” se hizo a menudo para enrolar a los adolescentes en las grandes guerras del siglo XX. “Elegimos esos cuatro para que estuviera equilibrado por épocas, territorios y personalidades. Me gustan todos, claro, de hecho yo también fui el típico que se recluía en su habitación con su mundo privado de libros y discos, pero siempre he sentido predilección por los rebeldes y los raros. Tanto Matt como yo fuimos rebeldes a nuestra forma, aunque en circunstancias muy diferentes: ambos fuimos gays en épocas muy distintas. Pero siempre hay muchas cosas en común. De hecho, acepté hacer la película con él precisamente porque era americano, y esto es una historia americana, de algún modo, pero también porque era de otra generación y el diálogo con alguien más joven siempre será más provechoso”.

¿Pero qué queda de ese árbol genealógico mítico-callejero? ¿Alguna subcultura reciente o visión de la juventud actual? ¿Sigue la música en el centro del discurso de un adolescente que busca diferenciarse? “Eso deberías investigarlo tú... No me corresponde decirlo a mí, porque no estoy sobre el terreno como antes. Pareceré muy old school, y eso no me gusta, pero sí me parece que en los blogs se escribe mucha basura y que los que son buenos tienen más problemas para encontrar su voz y que se escuche porque hay millones. Por otro lado, y al margen de que la industria musical lo ha hecho de pena, me preocupa la devaluación de la música: todo el mundo debería cobrar algo por lo que hace, tanto las bandas como los que escriben sobre ellas”. Y añade: “Pero no se puede echar las culpas a los adolescentes, cada uno vive su periodo. Es difícil ser adolescente ahora, cuando toda la cultura va dirigida a teenagers eternos y absorbe sus ideales. Yo ya no soy adolescente, ni lo pretendo: tengo 60 años y no me tiño el pelo, pero me da pena que les sea más difícil encontrar rasgos propios. Pero sé que lo harán; siempre lo han hecho”.

Cuándo y dónde

Barcelona. Festival Beefeater In-Edit de Barcelona (del 24 de octubre al 3 de noviembre).

Presentación: Jueves 31. 21.45. Multicines Sala 5. Proyecciones: jueves 31 y sábado 2. Multicines Sala 5. 6,5 euros.

.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_