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Un maratón hacia Londres

Elena Espeso, de 39 años, participará en sus primeros Juegos Olímpicos. - La federación ha anunciado hoy la representación española

Elena Espeso, junto a su liebre Ludi, en Alcorcón
Elena Espeso, junto a su liebre Ludi, en AlcorcónCarlos Rosillo

Hace cuatro años, viajando a Etiopía para recoger en adopción a su hijo Lucas, Elena Espeso coincidió en el avión con la fondista Tirunesh Dibaba. Cuando se hizo una foto con la plusmarquista mundial de 5.000 metros, que ganó el oro en los Juegos de Pekín en esa distancia y en 10.000 metros, a la española ni se le pasaba por la cabeza competir en unos Juegos Olímpicos. Hace un mes, en el maratón de Barcelona, la vallisoletana, que roza los 40 años -los cumplirá en octubre-, paró el reloj en 2h 30m 52s; la mínima marca para estar en Londres en julio. La fantasía se hizo realidad esta mañana, cuando la federación de atletismo dio la lista de los maratonianos que representarán a España: Carles Castillejo, José Carlos Hernández,  Ignacio Cáceres, Vanessa Veiga y Elena Espeso -el nombre de la tercera mujer, Alessandra Aguilar, se anunciará el 22 de mayo, cuando cumpla su sanción por dopaje-.

¿Y cómo se consigue bajar de 3h 56m- su primer maratón hace 10 años- a una marca de deportista de élite? “Cuidándose y con mucho entrenamiento”, contesta sonriendo Espeso. Muy fina, huesuda, cuerpo labrado -pesa 41,5 kilos y mide 1,61m-, se entrena todos los días en el parque de las comunidades de Alcorcón junto a Ludisvindo Romero, ultramaratoniano de la selección española. Si el destino le hizo coincidir un día en el aire con su admirada Dibaba, con su liebre se cruzó en la vía de servicio del municipio madrileño de Navalcarnero. “Allí poca gente corre así, que me llamó la atención. Iba por delante, me acerqué, era Elena. Hacía tres años que no la veía”, cuenta Ludis, que se convirtió desde ese día en su sombra deportiva.

Su compañero de entrenamiento ya conocía a la atleta. Espeso ha corrido. Y mucho. “Desde pequeña hacía mucho deporte, en 2004 me federé, disputaba carreras de orientación y comencé a participar en campeonatos de cross”. Hace dos años dio el salto serio al maratón. “Mi marido, Pincho, - al que conoció durante una carrera de orientación-, me animó y comencé a entrenarme más en serio. Por libre, aunque me daba muchos consejos Beatriz Ros. Sobre todo para preparar el maratón de Hamburgo del año pasado”. Ese día, la atleta acabó en el hospital. No por culpa de la dureza de la carrera ni por alguna lesión, sino que sufrió una infección por la bacteria E.coli – que desembocó en la famosa “crisis de los pepinos” entre España y Alemania-, y aunque terminó su quinto maratón con una diarrea hemorrágica, hizo un tiempo de ensueño: 2h 36m 46s. Se dio cuenta de que Londres no estaba tan lejos y al regresar a Madrid decidió ponerse en manos del técnico Antonio Postigo –que hace unos meses volvió con Nuria Fernández, aunque no duraron mucho, y ahora entrena exclusivamente a Espeso-.

La atleta hace equilibrios para compaginar el trabajo, sus hijos y los entrenamientos

Profesora de educación física de niños de 12 a 17 años en Navalcarnero y Sevilla la Nueva, cuando aparece en el parque para entrenarse después de las clases comenta irónica que llega “del Bronx”; hace equilibrios para compaginar su trabajo con la preparación olímpica. Las tardes son “sagradas” y se las dedica a sus hijos Lucas y Elena, de cuatro y seis años. Ya ha agotado los permisos que le han permitido dejar de trabajar meses para prepararse lo máximo, y espera que desde Educación le pongan facilidades para concentrarse en la carrera londinense. Para Postigo, el recorrido en la capital británica le viene bien a la vallisoletana. Sobre todo desde que lo han cambiado para dar más protagonismo a los monumentos. “Se pasa varias veces por Buckingham Palace, es muy llano y circular, algo que le viene muy bien a Elena”. De ella destaca su disciplina y su dura formación heredada del cross y la orientación. Y por último, que no se “quema” en los entrenamientos. “Les pasa a muchos atletas que van demasiado al límite, no te escuchan cuando les dices que aflojen y cuando llegan a la competición ya están rotos”. En el parque, los tres, entrenador, liebre y atleta, son sintónicos y, con el dopaje, tajantes: “Que todos vengan limpios… Si no ¿Para qué perder el tiempo entrenándose?”.

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