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Un huésped incómodo

"Me daban ganas de arrancarme la piel"

La larva produce serios problemas digestivos y reacciones alérgicas

"Es una epidemia", señala una médica del aparato digestivo en un hospital de Madrid que asegura que los diagnósticos de anisaquiosis han aumentado en los últimos años. "El decreto es imprescindible; la mejor forma de atacar la enfermedad es haciendo que ésta no se produzca matando al parásito antes de que pase al ser humano", concluye.

En algunos casos, el anisakis puede no causar ningún problema. El anfitrión no se da cuenta de a quién ha alojado y lo elimina en las heces. Pero a veces puede ser un huésped muy incómodo en el organismo. Actúa sobre él de dos formas: fastidiando el aparato digestivo o causando una reacción alérgica. En la primera de ellas puede ocurrir que no pase del estómago. En tal caso puede causar vómitos, diarreas y hemorragias digestivas. La única forma de extirpar la larva es mediante una endoscopia. Si llega al intestino, el problema puede ser aún peor. El anisakis tiene tendencia a clavarse en las paredes del intestino y hacer allí su guarida obstruyendo el tubo. En ese caso, la solución es pasar por el quirófano para extraer la zona dañada.

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La otra forma en la que el anisakis se expresa es mediante una reacción alérgica: erupciones cutáneas, urticaria, fiebres altas... En ese caso, los tratamientos no son muy eficaces y los procesos terminan con la expulsión espontánea del parásito.

Marcelo Kuhmichel, de 40 años, describe su experiencia con el anisakis como un calvario donde sintió que estaba a punto de morir. "Solía comer pescado y marisco. Me encantaba. Un día empecé a sentir picores por todo el cuerpo. Estaba en el restaurante donde trabajo y me tenía que meter dentro para rascarme. Me daban ganas de arrancarme la piel", relata. En aquella ocasión le dieron unas pastillas para la alergia y la reacción desapareció. Le aconsejaron que no comiera pescado crudo. Lo peor fue poco después, en el año 2004: "Comí una ostra y me salieron unos granitos. Aquello evolucionó rápido y pronto tenía todo el cuerpo cubierto. Me mandaban de un sitio a otro sin que nadie supiera nada. Me subió la fiebre, la tensión era nefasta y prácticamente mudé la piel como un lagarto". "Luego me llevaron a la Clínica de la Luz", prosigue, "donde un médico dio con el diagnóstico bueno. Era el anisakis".

El caso de Marcelo es un ejemplo de cómo se las gasta el parásito. También refleja que no siempre se le ha tenido presente en los diagnósticos. La agencia Española de Seguridad Alimentaria señala que, además de la pesca masiva y la globalización en el suministro de alimentos, el aumento de la enfermedad en España se debe al mejor conocimiento de los médicos, que empiezan a tenerlo en cuenta. En España, los primeros casos notificados de anisaquiosis y alergia debidos al parásito se refirieron en 1991 y 1995.

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