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Las estrellas, derecho y reclamo turístico

Aparte del derroche energético, la contaminación lumínica tiene otros efectos que no son menores, entre ellos la imposibilidad de seguir el ciclo día-noche natural mediante la observación del cielo, lo que aparta a los seres humanos de su medio original.

El astrónomo William Herschel vivía a finales del siglo XVIII en una calle principal de la ciudad inglesa de Bath, donde trabajaba como músico, y muchas noches sacaba su telescopio a la vía pública delante de su casa para ver algo que le interesaba en el cielo. Y desde el jardín trasero de su vivienda observó un puntito luminoso nuevo en la oscura noche que resultó ser el planeta Urano, un descubrimiento que relanzó la astronomía en Europa.

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Está claro que Herschel no podría ahora observar el cielo a gusto desde ninguna ciudad o pueblo español de cierto tamaño, como tampoco lo podría hacer desde una parte significativa del territorio español no urbano. Así, uno de los mayores y más formativos espectáculos del mundo queda habitualmente, y sin justificación según sus defensores, fuera del alcance de los españoles.

La iniciativa internacional Starlight lleva varios años luchando por recuperar este patrimonio de todos y desarrollar incluso su valor económico, también en España. Conviene mencionar su nombre completo, porque explica bien su objetivo: "Iniciativa internacional en defensa de los valores del cielo nocturno como derecho científico, cultural y medioambiental de la humanidad".

Igual que las banderas azules en las playas, la accesibilidad al cielo nocturno empieza a ser un reclamo turístico, con el consiguiente valor económico, señalan los promotores de la certificación turística Starlight. Lo que pretende este programa es acercar dos componentes clave de la sociedad contemporánea: ciencia y turismo. Así, los destinos Starlight quedan definidos como lugares visitables que poseen excelentes cualidades para la contemplación de los cielos estrellados y para conocer los valores científicos, culturales, naturales y paisajísticos asociados. Ya hay varios lugares españoles que optan a esta certificación, entre ellos los 14 municipios del entorno de la Reserva de la Biosfera de Monfragüe (Cáceres).

También se están instituyendo las reservas Starlight, una figura paralela a las reservas naturales, zonas en las que se garantiza la conservación de la visibilidad del cielo nocturno. En esta iniciativa participan la Unesco y la Comisión Internacional de Iluminación (CIE). "La protección de la calidad del cielo en estos lugares singulares debe tener prioridad para la política científica y medioambiental regional, nacional e internacional", indica la declaración oficial sobre las reservas. "Se deben tomar medidas y hacer previsiones para salvaguardar los cielos limpios y proteger tales lugares de los efectos perjudiciales de la luz, las emisiones radioeléctricas y la contaminación del aire".

En la Unesco es también donde se ha dado el último gran paso para reconocer la importancia de la astronomía y el cielo nocturno. Lugares relevantes de la historia de la astronomía ya pueden ser declarados Patrimonio de la Humanidad, tras la aprobación formal en Brasilia el pasado 3 de agosto de un estudio sobre el tema. El documento ha sido elaborado por la Unión Astronómica Internacional, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, la iniciativa Starlight y el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

El investigador del IAC Juan Antonio Belmonte, que ha participado en el estudio, lo explica así: "Establece las bases para que Gobiernos e instituciones puedan presentar la candidatura de monumentos o lugares de especial interés astronómico y arqueoastronómico. Con estos mismos criterios, los responsables de Unesco evaluarán y, en su caso, aprobarán la inclusión de los candidatos en la lista de lugares patrimonio de la humanidad". En España los candidatos son bastantes y Belmonte enumera algunos: los monumentos talayóticos de la isla de Menorca, los observatorios construidos durante el reinado de Carlos III o los santuarios de alta montaña que crearon los aborígenes canarios. También menciona el conjunto de 177 antas, tumbas megalíticas, distribuidas entre Extremadura y la región portuguesa de El Alentejo, orientadas hacia el Sol al amanecer.

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