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Reportaje:ESCAPADAS

Escuela para osos

Los adiestradores de plantígrados de Ariège, en el Pirineo francés, eran famosos a principios del siglo XX

En la vertiente francesa de los Pirineos centrales, Ariège (perteneciente a Haut-Couserans) conserva muchas leyendas relacionadas con el oso pardo. Hasta hace solo unas décadas, los viejos de las aldeas aleccionaban a los niños por si se encontraban con un oso cuando caminaban solos por el bosque. Les aconsejaban dirigirse a la fiera con respeto y cortesía, pues es sabido que el oso es un viejo monarca de las montañas muy sensible al protocolo y las buenas maneras. Hablarle con educación, sin gritos ni aspavientos -y desde luego sin ofenderle tirándole piedras o echando a correr- era la única garantía de salir indemnes del encuentro.

Todo esto sucedía cuando la convivencia del hombre con este fabuloso animal salvaje aún mantenía cierto equilibrio. En menos de un siglo, la población de osos pardos autóctonos, desplazados continuamente de sus hábitats naturales, cazados indiscriminadamente, llegó a la línea crítica de la extinción. Hoy solo queda una veintena de ejemplares en las regiones fronterizas de alta montaña entre España, Francia y Andorra. Si no han desaparecido completamente es porque el Gobierno francés, entre 1996 y 2006, repobló la zona con algunos osos procedentes de Eslovenia. Una medida polémica, aún no resuelta, que enfrenta los criterios de las asociaciones proteccionistas con los intereses de los ganaderos y agricultores.

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Pequeños museos rurales -desde los Abruzos italianos hasta la cordillera Cantábrica, pasando por la franja pirenaica- mantienen vivo el recuerdo de los osos pardos antes de que la actividad humana los fuera exiliando a los rincones más escondidos de su reino. Uno de esos museos, quizá el más pintoresco de todos, abre sus puertas durante la temporada turística en la villa de Ercé, en el corazón del Ariège. Visitar este museo es uno de los muchos alicientes que ofrece esta región pirenaica privilegiada. El paisaje mismo, a la sombra del Mont Valier y la cara norte de los Pirineos, ya merece el viaje, pero las seducciones son muchas y muy variadas: castillos y pueblos medievales, el catarismo, las villas termales, los deportes de aventura, las cuevas con pinturas prehistóricas, la artesanía, la exquisita gastronomía tradicional. El Ariège es un espléndido lugar donde perderse; una zona con magia, carácter y un particular sentido del paso del tiempo.

Memorial de Ercé

En el siglo XIX, estos valles estuvieron mucho más poblados que en la actualidad. La escasez avivó el ingenio de los pobladores, que adoptaron peligrosos oficios como el de porteador por los altos pasos de montaña. Otro oficio singular fue el de orsalhèr, palabra occitana que resume la captura, adiestramiento y exhibición de osos pardos, una actividad que se remonta a la Edad Media y que tenía una arraigada tradición entre los zíngaros de la Europa oriental. Tal como podemos ver en el memorial de Ercé, algunos aldeanos de los valles de Alet, alrededor de Ustou, y más tarde de los valles de Garbet y del Haut-Salat, empujados por la penuria económica, tuvieron la osadía de aventurarse en busca de oseras en las que capturar crías vivas. Ya en las aldeas, los oseznos eran sometidos a un largo y laborioso aprendizaje por sus cuidadores, que más tarde los exhibían en ferias y mercados a los dos lados de la frontera. "¡Que baile el oso!" era una expresión popular para alentar a los artistas ambulantes. El oso se erguía, danzaba al son de los panderos, actuaba de forma casi humana para asombro y diversión de los espectadores, que casi siempre correspondían con unas monedas.

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Lo curioso de este negocio es que no solo prosperó, llegando a crearse en Ercé una verdadera escuela de osos, sino que las exhibiciones, ya entrado el siglo XX, se exportaron a otros países europeos y americanos. Algunos de estos orsalhèrs del Ariège cambiaron la exhibición ambulante por auténticos espectáculos en los principales circos de Estados Unidos, y poco a poco se creó un flujo migratorio hacia Nueva York desde este recóndito valle pirenaico. Una roca de Central Park es conocida actualmente como la Roca de Ercé, porque allí se reunían los emigrantes del Garbet, aunque el declive de los grandes circos les llevó a abandonar su actividad inicial como domadores de osos para pasar a la restauración y la hotelería. Hoy en día, en Nueva York, perviven varios restaurantes renombrados cuyos propietarios provienen del Ariège.

En las oficinas de información turística de estos valles, con los folletos y mapas que nos proporcionan para planear nuestras excursiones de alta montaña, suelen entregar un tríptico con instrucciones por si nos encontramos un oso, algo poco probable, dado el escaso número y la timidez natural de los osos pardos. Pero la posibilidad está ahí, a la vuelta de cualquier recodo, y uno comprueba el sentido común y la sabiduría de los antiguos consejos que se daban a los niños: no hay que asustarse, ni gritar, ni correr, ni cerrar el paso del oso, que seguramente nos olerá y seguirá su camino. Se recomienda hablarle con calma, cantarle o silbarle una canción. Créanme que me he imaginado un oso pardo de pie, frente a mí, con toda su imponente envergadura, paseando cualquier día por los espesos bosques de cuento, y no se me ocurre ninguna canción apropiada. Ni siquiera creo que pudiera llegar a articular algún silbido tranquilizador. Siempre imagino la escena en silencio, paralizado, esperando que el rey tenga hacia nosotros la magnanimidad y compasión que no hemos tenido hacia él.

» Juan Miñana es autor de Hay luz en casa de Publio Fama (RBA, 2009).

El monte Valier (2.838 metros de altura), en el parque natural regional de los Pirineos de Ariège.
El monte Valier (2.838 metros de altura), en el parque natural regional de los Pirineos de Ariège.GETTY

Guía

Información

» Por carretera, el departamento de Ariège se encuentra a algo más de dos horas de Perpignan.

» Turismo de Haut-Couserans (www.viaje.haut-couserans.com).

» www.ariege.com.

» www.franceguide.com.

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