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El genio que quiso inventar el siglo XXI

Cuando se llevó al cine el personaje de Iron Man, él sirvió de musa. Elon Musk, a sus 41 años, es uno de los visionarios de nuestro tiempo Tras lanzar PayPal, llevar la energía solar a los hogares de EE UU y crear coches deportivos eléctricos, madura la tecnología espacial con la que sueña que el hombre se establezca en Marte

Elon Musk, ante la cápsula Dragon, en la planta de diseño de naves espaciales de su empresa, SpaceX, en Hawthorne (California).
Elon Musk, ante la cápsula Dragon, en la planta de diseño de naves espaciales de su empresa, SpaceX, en Hawthorne (California).GETTY IMAGES

Las cosas pueden ir bien o mal. Esa es la esencia de la experiencia humana, lo que hace avanzar a la especie. Y ese es el mantra de Elon Musk, que lleva por delante la filosofía de que merece la pena probar aunque sea a riesgo de fracasar, sobre todo cuando el beneficio derivado del éxito de un proyecto está descontado. Algo que choca en una sociedad que, por lo general, es adversa a asumir riegos mayores y que tiene miedo a las tragedias.

Musk es el cofundador de PayPal, el sistema electrónico de pagos por Internet. También es el creador de SolarCity, dedicada a instalar paneles solares en los techos de los hogares en EE UU. Gestiona Tesla Motor, el fabricante del sedán eléctrico Model S. Y es el patrón de SpaceX, la compañía espacial que está haciendo las labores de abastecimiento de la Estación Espacial Internacional para la Nasa, tras jubilar la agencia sus transbordadores.

Es una persona que a primera vista tiene esa mezcla de brillantez y de locura. Sonríe cuando se le sugiere. Pero aunque su aspiración con SpaceX es desarrollar la tecnología que lleve al hombre a Marte y poder establecer una colonia en el planeta rojo, sus pies están firmes en la tierra. Cuando creó la compañía sabía que tenía un 50% de posibilidades de que funcionara. Es lo que les dijeron en su día a los integrantes de la misión Apolo.

El emprendedor Musk podría fácilmente haber sido uno de aquellos colonos que hace cinco siglos cruzaron el Atlántico Norte para llegar a un mundo desconocido. Ellos también sabían que la mitad no sobreviviría. Sin ese riesgo extraordinario, dice este inmigrante sudafricano, EE UU no existiría.

Su última idea: un tubo de alta velocidad que conectaría Los Ángeles y San Francisco en solo 30 minutos

Por su mezcla de genialidad, fortuna y generosidad, podría decirse que es la versión en carne y hueso de Tony Stark, el hombre tras la máscara de Iron Man. Como él, Musk es un filántropo. Tiene una fundación dedicada a la educación científica y al desarrollo de las energías limpias. Y fue de los primeros en sumarse a la iniciativa The Giving Pledge de Bill Gates y Warren Buffett para donar en vida más de la mitad de la fortuna personal.

De hecho, Jon Favreau, director de la franquicia hollywoodiense del superhéroe, admitió que el ingenioso multimillonario fue una especie de musa para dar vida propia al personaje de ficción en la gran pantalla. Su descripción de Elon Musk es simple: “Es un modelo de entusiasmo, buen humor y curiosidad. Un hombre del Renacimiento en una era que necesita de ellos”. De hecho, es uno de los empresarios más inspiradores del momento por sus ideas revolucionarias.

Musk visita con Obama las instalaciones de SpaceX.
Musk visita con Obama las instalaciones de SpaceX.NASA/Bill Ingalls

Hace pocos años, cualquiera se habría reído al decirle que una empresa desconocida para el público sería capaz de culminar una misión espacial en el lugar de la Nasa. Sin embargo, a Musk se le vio con mucha soltura hace ahora tres años en la visita guiada que dio al presidente Barack Obama por una plataforma en Cabo Cañaveral con uno de sus cohetes listos para el despegue.

SpaceX es una pieza clave en la nueva estrategia espacial que impulsa la Administración estadounidense, que ahora apuesta por el sector privado para dar continuidad a la carrera espacial. En su caso, además, se distancia de otros emprendedores mucho más célebres que forjan sus fortunas a base de aplicaciones para socializar a través de teléfonos móviles. Musk está cambiando varias industrias: automóvil, financiera, espacial y energética.

A sus 41 años, está considerado como el alumno aventajado de Peter Diamandis, el creador del concurso de genios X-Price. Junto con Musk, quiere reverdecer la pasión por la exploración espacial, un animal que lleva dormido varias décadas y que ahora encima tiene puesto el bozal del recorte del gasto público. Actualmente vive en Los Ángeles, donde tiene su sede SpaceX. Es imposible tenerlo quieto y, como otros genios del mundo corporativo, busca rodearse de los mejores.

Este híbrido entre John Rockefeller, Howard Hughes y Steve Jobs se graduó en Física por la Universidad de Pensilvania y en Gestión de Empresas por la Escuela de Negocios de Wharton. Es el primero en definirse como un adicto al trabajo. Dedica 14 horas diarias a Tesla y SpaceX. Puestos a trazar similitudes con el personaje que da vida a Iron Man, la segunda entrega de la película se filmó en la planta de SpaceX y el propio Musk tuvo una corta aparición.

Sus orígenes se sitúan en Pretoria (Sudáfrica). Allí vivió con sus padres hasta los 17 años, en la recta final del apartheid. Su madre es de ascendencia canadiense, con raíces en EE UU. Su padre, sudafricano, le invitó a que fuera a descubrir América. Antes de eso, a los 10 años, ya había aprendido a programar por sí mismo y vendió su primera creación informática, un juego que llamó Blastar. Entre sus referentes no podría estar otro que el gran innovador Nikola Tesla, de quien tomaría el nombre para la marca de deportivos eléctricos. En Stanford creó su primera compañía en Internet, Zip2, que vendió a Compaq. Con el dinero que recaudó creó el germen de PayPal. No llegó a terminar los estudios de doctorado.

Actualmente ocupa el puesto número 66 entre las personalidades más influyentes del mundo, según Forbes. Dicen que es más simpático en el trabajo que Steve Jobs y más refinado que Bill Gates. Su fortuna se estima en 2.700 millones de dólares (2.060 millones de euros), que amasó esencialmente cuando eBay compró PayPal. En ese momento decidió distanciarse de todo lo que tenía que ver con compañías en Internet. Invirtió todo en Tesla, que a punto estuvo de llevarle a la ruina. La salvó y la sacó a Bolsa dos años después.

Tesla tiene ahora una capitalización bursátil de 4.700 millones de dólares, un 20% más que hace un año. Y eso a pesar de las duras críticas de The New York Times contra el recién estrenado Model S. Musk no se cortó y contraatacó con agresividad a la reputada cabecera, poniendo el vehículo a disposición del periodista que quisiera contrarrestar las críticas. Fue otra ocasión para demostrar hasta dónde es capaz de combatir por algo en lo que cree.

En Wall Street adoran estas historias de éxito frente a la adversidad, de asumir tan alto riesgo personal e innovar. Entusiasmo que se ve también reflejado en la progresión de SolarCity, su otro gran proyecto en la Tierra. Se estrenó el pasado mes de diciembre en el parqué bursátil, con un valor actual de unos 1.390 millones de dólares, un 60% más que cuando empezó a cotizar en el Nasdaq.

¿Qué más puede estar cociéndose en su cabeza? Pues algo a lo que llama Hyperloop, un nuevo modo de transporte que va más allá del tren de alta velocidad y que viaja el doble de rápido que el avión. Se trataría de una especie de tubo que conectaría Los Ángeles y San Francisco en un viaje de solo 30 minutos. Dice disponer ya de la tecnología para darle forma. Ahora necesita que las autoridades públicas lo acepten. El coste estimado es 10 veces menor que el tren bala que se quiere construir en California.

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