_
_
_
_
_
MANERAS DE VIVIR
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Esos maravillosos científicos raros

Rosa Montero
Carlos Rosillo

Ya se sabe que la ciencia en España está a punto de hundirse para siempre. Nunca hemos sido un país de científicos sino más bien de iluminados, pero en las últimas décadas, con la normalización democrática, parecía que la ciencia empezaba a abrirse tímidamente paso en nuestra sociedad, aunque el presupuesto para I+D siempre fue mucho menor en España que en nuestro entorno europeo. Pero si antes la situación era más bien cutre, ahora ya es directamente trágica. Los recortes de la crisis se han cebado en este campo; se han perdido centenares de puestos de trabajo, se han cerrado centros y líneas de investigación, el CSIC está al borde de la quiebra.

La cosa está tan rematadamente mal, en fin, que los científicos, que en España siempre fueron considerados un poco frikis, ahora se han visto obligados a lanzarse al monte del subempleo, la marginalidad y la bohemia. Como esa fantástica genetista del CSIC, María Luisa Botella, que el año pasado consiguió 15.000 euros en el concurso de televisión Atrapa un millón. Botella investiga la HHT, una enfermedad rara hemorrágica que puede causar la muerte y que por ahora no tiene cura. Hay 1.500 enfermos diagnosticados en España y María Luisa siente que se debe a ellos: de hecho, su equipo ha lanzado el único medicamento que palía los síntomas de la dolencia. Pero resulta que los recortes económicos impiden que María Luisa contrate al personal que necesita para proseguir sus investigaciones: de ahí lo de presentarse al concurso. Y no sólo eso: para sacar fondos, también vende lotería y cosméticos. La historia de María Luisa no es un caso excepcional; por ejemplo, el doctor Mario Cordero, que está investigando la fibromialgia en la Universidad de Sevilla con resultados mundialmente relevantes, se mantiene a duras penas gracias a las rifas y las tómbolas que organizan los enfermos para encontrarle dinero. De seguir así, dentro de poco todos los feriantes que venden camisetas y calcetines en los mercadillos serán probablemente científicos en busca de fondos.

De seguir así, dentro de poco todos los feriantes serán científicos en busca de fondos

En esta línea excéntrica, aunque no con el fin de sacar dinero para la investigación, que yo sepa, sino para fomentar el conocimiento científico, está una panda de chiflados maravillosos que se denominan The Big Van Theory (la teoría de la gran furgoneta, juego de palabras con la teoría del Big Bang). Son trece científicos de diversas disciplinas que se dedican nada más y nada menos que a hacer monólogos humorísticos para divulgar la ciencia “de una forma amena y asequible en bares, teatros, ferias científicas y otros eventos”, como ellos mismos explican en su página web (www.thebigvantheory.com). Yo tuve la suerte de verlos en el teatro del Arte de Madrid (en donde volverán a actuar el 23 y el 30 de octubre) y debo decir que son fantásticos. Divertidísimos como buenos humoristas y además con una enjundia divulgativa fascinante. Este puñado de matemáticos, físicos, biólogos y demás criaturas raras especializadas en diferentes ramas del saber están haciendo una gira, el Relámpago Tour, que comenzó el 1 de junio en el Festival Freak de Logroño (llamado prometedoramente Frikoño, para que vean por dónde anda la cosa) y que terminará el 17 de noviembre. Todavía actuarán en muchas partes: Barcelona, Granada, Zaragoza, Oviedo, Lleida… Las fechas y lugares se pueden comprobar en su página web.

Además estos locos geniales van a colegios e institutos a dar charlas, a universidades y conferencias a dar la brasa, e incluso se atreven a montar talleres de comunicación científica para grupos de hasta doce personas. En realidad se diría que se atreven a casi todo. Son como unos misioneros del saber, empeñados en desasnar a esta sociedad de nuestro arraigado prejuicio acientífico. Y es que no hay fantasía mayor que la ciencia: ni hadas ni Harry Potter ni la serie Crepúsculo. Por ejemplo: ¿saben que nueve de cada diez células de nuestro cuerpo son bacterias? ¿Y que tan sólo en el intestino acarreamos como un kilo de bacterias, una manada colosal de bichitos amables, la llamada flora intestinal? Esto no lo aprendí viendo a nuestros monologuistas, sino leyendo el fascinante libro Ni contigo ni sin ti, de Vicente, García-Ovalle y Medina. Pero de lo que sí me enteré el otro día con The Big Van Theory es que un papel sólo se puede doblar por la mitad seis o siete veces, si lo intentamos nosotros con un papel normal; que el récord lo tienen unos estudiantes americanos que plegaron 13 veces un papel higiénico de 16 kilómetros de largo; que si alguien pudiera doblar un papel 27 veces, el grosor resultante tendría la altura del Everest; y que si se doblara 42 veces, alcanzaría la Luna. En fin, no me digan que no es maravilloso. Hay que frecuentar más la Ciencia, esa magia tan pura.

Twitter: @BrunaHusky

www.facebook.com/escritorarosamontero

www.rosa-montero.com

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_