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Mozambique, salud y revolución

Lo ha vivido todo en este siglo: colonialismo, independencia, guerra… Es uno de los países más pobres y de los que más crecen. Nación emergente la llaman. Un retrato en tres palabras

Vídeo: Álvaro de la Rúa
Lola Huete Machado

“Tá bem”. João Mario, taxista inmutable, pegado de por vida al teléfono móvil, lo repite mientras va solucionando “asuntos” y recorremos el último trayecto por Maputo, la capital de Mozambique, camino al aeropuerto. Este, impecable por obra y gracia china. “Tá bem” (“vale, OK…”), dice, cual latiguillo de conformidad ante el rumbo de las cosas… Dado el alto valor de las palabras en África, bastarían estas dos –pensamos al marchar y sentir ya nostalgia infinita– para definir a este país del sur que lo ha vivido casi todo en un siglo: colonialismo, independencia en 1975 de los portugueses, revolución marxista, guerra civil, catástrofes naturales, democracia, descubrimiento de valiosos recursos naturales, el desteñido del marxismo-leninismo y hasta el socialismo, corrupción, crecimiento económico galopante (8% en 2012) y consecución de uno de los objetivos del milenio: reducir a la mitad la mortalidad infantil…

Este reportaje forma parte de un proyecto global en colaboración con Unicef que continúa en vídeo en la web de 'El País Semanal' y esta semana en 'posts' en el blog de EL PAÍS 'África no es un país'.

“Tá bem”

¿Esperanza? A eso suenan en este portugués musical criollo cuando brotan del vozarrón de Lucas, otro de los conductores, ciudadano prototipo hoy: miembro fiel, pero decepcionado y crítico, del Frelimo (el antaño marxista Frente de Liberación de Mozambique), el partido en el Gobierno durante y tras la guerra civil que terminó en 1992, dejó un millón de muertos y ha marcado y marca aún aquí la vida cotidiana.

Lucas nos transportó cuidadosamente por este país, amable y hermoso, del sur del continente para que viéramos de qué se habla cuando se cuenta que Mozambique es “emergente”, si resulta que ocupa el puesto 185º de 187 en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el tercero más pobre del mundo. Y eso significa, en concreto, que casi el 60% de su gente vive con menos de un dólar o dos al día, pobreza extrema. Lo que parece y lo que es en verdad este país con triple desafío: poscolonialismo, posconflicto y el reto del desarrollo común a otros países africanos. Se ha colocado hace poco Mozambique en esa lista junto a Botsuana, Ghana, Mauricio, Namibia…gracias al crecimiento, a reformas políticas y a cambios en las instituciones. Bien.

“Vivimos en varios tiempos simultáneos”, nos dirá el escritor Mia Couto, premio Camões 2013. Y sí, escenas decimonónicas y otras de ciencia ficción. Vemos mucha obra nueva o en marcha (la autovía de circunvalación, el estadio, el palacio presidencial, algún ministerio…), rascacielos que se levantan y niños que sufren por falta de acceso a la medicación más básica.

“Las elecciones [de 2009, las últimas, las ganó Armando Guebuza, del Frelimo] están manipuladas”, “Vivimos en ese periodo del qué hay de lo mío, todo el mundo quiere parte del pastel”, “La comunidad internacional es cómplice”, “Mira qué casonas se construyen los ricos…”. Así suspiraban unos y otros mientras anduvimos por la zona balnearia de Bilene (provincia de Gaza). Hermosa. Y cara. Hasta con aeródromo. Por el borde del agua, de madrugada, se ve un desfile de mujeres cargando mercancía en la cabeza hacia el mercado más cercano. La playa es el mejor atajo.

El desafío es triple: poscolonialismo, posconflicto y desarrollo

Lo macro marcha. Pero los datos micro, los sanitarios, los educativos, los que importan a los ciudadanos anónimos, tienen un color más oscuro: 1.500 médicos hay para una población de 24 millones (y llevan meses en huelga); más pesimista: el 10% de los niños no sobreviven a los cinco años; el 4% no pasa del primer mes. Y con todo, hace una década era el doble. Koen Vanormelingen, representante de Unicef (agencia de Naciones Unidas para la Infancia, con quien hemos venido hasta aquí) en el país, lo cuenta: “Se han hecho grandes progresos en supervivencia infantil en los últimos 15 años: la mortalidad se redujo a la mitad, pero otros indicadores son muy malos…”. Y cita: analfabetismo, embarazos adolescentes, violencia, trabajo infantil… y mucha enfermedad de pobres: neumonías, diarreas, malaria, enfermedades neonatales, sida… Los males bomba.

“La política de inmunización introducida por la agenda internacional ha servido para frenarlos hasta ahora”, afirma Gonzalo Fanjul, investigador de desarrollo que anda elaborando el informe sobre salud e infancia de Unicef en el país. “Hay que garantizar los recursos de esta ayuda. Mozambique depende todavía en buena medida de eso para poner en marcha sus programas”. En 2009, el 52% del presupuesto nacional se cubría con ayuda extranjera. Ahora, el 37%.

Pasamos unos días en Maputo, ciudad cosmopolita y parcheada entre el funcionalismo más actual, la huella secular de lo colonial y la esencia del socialismo encarnada en el omnipresente retrato del exlíder fallecido Samora Machel. La mayoría de habitantes del país son bantúes; en la capital abunda el expatriado de ONG o los negocios que frecuenta, terrazas de cafés y restaurantes. Cruzamos a la cercana isla de Katembe, arrabalera, adonde pronto llegará un puente (chino, claro) que lo cambiará todo. Allí, Bernardo G., profesor, se duele de la cobardía de la población, de la democracia pobre, de las represalias al que se mueve en la foto: “Cuando hablas, parece que todo bien, que hay libertad, pero luego te impiden progresar”. Y nos cuenta así la guerra: “Aquí mismo se apostaban los guerrilleros de la Renamo y atacaban la capital al caer el sol; la gente debía coger el transbordador para ir a Maputo a dormir bajo los arcos del Ministerio de Finanzas, aquel que se ve allá en la distancia”.

Salimos otro día en dirección norte, por la única carretera buena, repleta de camiones con mercancía y maquinaria hacia las explotaciones y minas del norte; cruzamos el río Limpopo para visitar hospitales (hay 11, uno por provincia, más dos generales, y una creciente oferta de privados) incluidos en programas de Unicef y sus socios. Para mostrar que la cooperación española desempeña un papel protagonista y “podría estar amenazada por la reducción de los fondos de ayuda”. Un 49,7% en 2012, unido al 32,7% de 2011. De país donante a casi nada. “Esto nos sitúa en niveles de 1981”, advierte Unicef. Para España, Mozambique es el octavo país en AOD, una relación intensa que comenzó en los setenta, y tienen en el Centro de Investigación de Salud de Manhiça (CISM) –donde Pedro Alonso y su equipo luchan contra la testarudez de la malaria– su criatura estrella. Alonso opina: “En Europa tenemos una esperanza de vida de 82 años, mientras que aquí son los 50… No es aceptable que en este siglo sigamos con esta brecha por males curables…”.

“Tá bem”, la aceptación de lo que acontece. Porque aquí, ni siquiera cuando naces, tus propios padres apuestan por tu vida.

Campesinas de Gaza.
Campesinas de Gaza.ALFREDO CÁLIZ

“Innominados”

Así llaman a los recién nacidos. “Innominado de tal”, se lee en las hojas de registro del hospital del distrito de Manhiça. Y ahí está el rostro sonriente de Rosa con el suyo en brazos. Solo cuando tenga semanas de vida la familia le buscará nombre. Hasta entonces, no. Y eso, si acaso: muchos (un 40%) nunca pasarán por un registro. Nacen, crecen y mueren sin contar para nadie ni nada: ni escuela, ni identidad. “El gran desafío es que un niño pase de uno a dos años y luego que llegue a los cinco”, cuenta Eusebio Macete, director del CISM. “Se sabe que con la mejora de las infraestructuras, la nutrición, la higiene… se reduce toda enfer­­medad”, sigue, mientras las enfermeras pesan a Nonsa, 15 kilos, cuatro años y medio. Cinco hijos es la tasa de fecundidad. La esperanza de vida: 54. Hay colas frente a la farmacia. Los medicamentos son gratis, por alguno se paga cinco meticales (10 céntimos de euro). Las consultas externas cuestan un poco, pero urgencias, antimaláricos, vacunación, nada. Un cartel lo confirma: “Aquí nao se paga nada. Lani Aku Hakeliwi ntxumu”.

Si se consiguiera que las vacunas llegasen, que las redes mosquiteras estuvieran accesibles… “El acceso es clave. Las muertes bajan de inmediato. Solo como idea, la OMS estima necesarios 5.000 millones de dólares para este acceso universal… Pero si en picos de mayor financiación se contó con 2.000, se ve qué nos queda”, sigue.

Los miembros de las brigadas móviles acercan la sanidad a las zonas más remotas

El hospital está limpio, bien dotado. Está asociado al CISM, que financia en su mayor parte la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y la Fundación Gates. Controlan un área de 90.000 personas con un sistema modélico. “Si todo ardiera”, bromea Macete, “lo que habría que salvar son los datos”. El acceso hospitalario es alto aquí: un 80% de los partos. Una garantía. Algo que ayudará al innominado a conseguir nombre un buen día.

Circuncidar sin agua. Gran perspectiva. A eso se enfrentan en el hospital rural de Chi­­cumbane, en XaiXai. Un grupo de adolescentes espera… su mirada lo dice todo. La medida se usa como prevención del sida (prevalencia del 37%). Este es un centro de aten­­ción primaria. Se ven embarazadas, co­­mo Sakina Samuel, y niños correteando esperando el control. Otras mujeres visitan la consulta de planificación familiar, donde en un cartón han pegado las opciones… Estamos, además, en el epicentro de la tuberculosis (muy amiga del VIH), miles de hombres trabajando en las minas sudafricanas y sin sol: “Calderas de enfermedad”, las llaman.

Muchas mujeres están y viven solas. Nunca saben cuándo vuelven los maridos. Cuando lo hacen, las dejan preñadas e infectadas. Y hasta la próxima. En el edificio central, decadente, los enfermos yacen en camas precarias con mosquiteras. Isabel Eusebio cuenta que su madre, allí, sufre malaria cerebral, la peor posible. Y no hay agua desde hace tres días, dice el director de servicios del centro, Fernando Saide. “Es una situación dramática, hay 60 ingresados”. La pobreza llama a la pobreza.

La travesía por las provincias de Maputo y Gaza es agradable, corre el invierno austral (18 o 20 grados, ellos van con abrigo). Vemos mercados coloristas; un tapiz de campos agrícolas en el horizonte que se están agenciando chinos y multinacionales para cultivar y/o explotar el recurso que interese: para los sudafricanos importa la electricidad (tiene 20 grandes ríos en un territorio como España e Italia juntas); para los españoles, aluminio o crustáceos; para los chinos, toda materia; para los indios, ídem; para los portugueses, lo financiero; para los brasileños…; para EE UU, estratégico. Y hay en este país playas infinitas, 2.700 kilómetros de costa. Las cercanas a la capital están repletas de gentío y barbacoas los festivos… Y escuchamos relatos sobre parques naturales o islas que todo mozambiqueño o expatriado experto invita a visitar: “Top en hermosura”, desde Mozambique Island hasta el archipiélago de las Quirimbas o la provincia de Cabo Delgado.

Los maridos trabajan en masa en las minas, regresan y las dejan preñadas e infectadas

“Ojo, habéis venido al lado desarrollado; el Norte es pobrísimo”, nos advierte un grupo de Oxfam que anda ocupado allí en conflictos de acaparamiento de tierras (frecuentes). Y sí, los que proceden de las provincias de Zambezia, Nampula, Niassa o Tete lo confirman. Como también, que es esa desigualdad la que origina aún los mayores problemas políticos, protestas y hasta violencia: “Estamos gobernados por gente del Sur y todos los beneficios de la explotación de recursos del Norte se quedan en el Sur”. Amnistía Internacional, en su informe de 2013, habla de muerte de simpatizantes de la Renamo en choques con la policía.

Mozambique es hoy caldo y caldero don­­de se cuece otra revolución: el germen de un nuevo desarrollo poscolonial, de una de­­­­mocracia propia nacida tras un conflicto, las relaciones con Europa… Todo. Desde cuál será su modelo de crecimiento (“a lo Botsuana o a lo Angola”, para bien o para mal) hasta el debate sobre el futuro de la ayuda internacional, tan actual, o el control de la evasión fiscal (dobla en África a la ayuda).

Incluso, las relaciones con las propias ONG. Más de cien actúan en Mozambique, un país bien querido. Algunas, grandísimas. La mayoría trabaja al unísono con el Gobierno, pero hay quien cuenta con un presupuesto para proyectos concretos más alto ¡que el total del propio Ministerio de Sanidad! La AECID piensa seguir allí, nos dicen: “Será dentro de 10 años cuando Mozambique empiece a percibir los beneficios de la explotación de sus recursos. Hasta entonces, las autoridades con apoyo de socios internacionales deberían sentar las bases para que esos beneficios se transformen en desarrollo equitativo, justo y sostenible”.

Guerrilleros

Estos y otros debates se mantienen en prensa, en la Red y en la calle. Sobre todo entre la diáspora y la Universidad (autores recomendables como Elísio Macamo, João Mosca). Y hay mucho guerrero rural y urbano en lucha contra los nuevos elementos. Los encontramos. Cada uno en su estilo. Verdaderos, como José Mucavele, 63 años, que fue alto cargo del Frelimo y fundador del Ministerio del Interior y aparece hecho un pincel en el estudio de Radio Mozambique, la mayor emisora nacional, que él dirigió. En 1979, decepcionado con el “acontecer político”, decidió dejarlo y ser artista. Pero no reniega. “La guerrilla es educación, disciplina, hizo de mí un hombre correcto, con principios…”. ¿Balance del país hoy?: “La vida mejoró, pero ahora, si no tienes, no tienes”. Confiesa que ellos sabían de la exis­­ten­­cia de recursos. “Pero también, que no po­­díamos comernos el oro o el petróleo. Por eso, la política de Samora era formar cua­­­­dros y después abrir a la explotación, pero ahora es al revés… Y si no se distribuye esta riqueza entre la mayoría, provocará revueltas”. Matiza: “Eso sí, revueltas, porque guerra en Mozambique no va a haber más”.

“Muchos programas dependen de garantizar la ayuda internacional”

Guerrillero a su modo es también un agente de medicina preventiva como Simão Obadias. Junto a una enfermera y una técnica forman la brigada sanitaria móvil de Macía y atienden a la población rural más remota. Anastasia llama con el megáfono, y todos se arremolinan ante el puesto sanitario. Onei Uetela, especialista en inmunización, los llama “High level people”: “Nuestro país es inmenso; la población, muy dispersa, y la red no es suficiente para todos. A veces hay que andar 100 kilómetros para acceder a un servicio sanitario básico. Las brigadas funcionan. Ejemplo: en 2003 tuvimos 28.000 casos de sarampión, 150 casos en 2012”.

Otro famoso guerrero es Stewart Sukuma (1963), el más famoso cantante, activista social y embajador de buena voluntad de Unicef; vive en Maputo desde hace 37 años y procede del Norte. Habla con gusto, se apasiona con su tarea. Dice que no es famo­­so (“todos lo somos, somos pocos y nos conocemos, y aún tenemos esa tradición de pedir sal al vecino… amamos el calor humano”), sino que se cumplió su sueño, y tenerlos es fundamental. Dice que su pueblo precisa de eso, una meta. “Necesitamos reaccionar, ponernos a producir. dejar de ser pobres de mentalidad”. Él ofrece canciones: “Mozambique, el sol volverá a brillar”, dice una.

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Sobre la firma

Lola Huete Machado
Jefa de Sección de Planeta Futuro/EL PAÍS, la sección sobre desarrollo humano, pobreza y desigualdad creada en 2014. Reportera del diario desde 1993, desarrolló su carrera en Tentaciones y El País Semanal, con foco siempre en temas sociales. En 2011 funda su blog África no es un país. Fue profesora de reportajes del Máster de Periodismo UAM/El País

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