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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Más allá de los gestos

La encuesta mundial realizada por el Vaticano es una novedad; falta extraer las consecuencias

El documento de trabajo hecho público la semana pasada por el Vaticano en el que se reflejan las opiniones de los católicos sobre diversas cuestiones relacionadas con la familia y su forma de entenderla supone, en muchos sentidos, una novedad revolucionaria. Por primera vez, la Iglesia católica ha encargado una encuesta abierta a los miembros de todas las parroquias del mundo que han enviado sus conclusiones a Roma a través de las respectivas conferencias episcopales. Y aunque —lástima— el Vaticano no ha hecho públicos los resultados, sino un informe que se deriva de éstos, el texto ofrece con meridiana claridad una radiografía de las preocupaciones de los católicos en cuanto al choque entre la doctrina y la realidad social: la situación de los divorciados, de las madres solteras, de parejas del mismo sexo, homosexuales, sacerdotes casados o viviendo en pareja, drogas, abusos o redes sociales... Esos son los temas que el documento aborda en lo que constituye otra iniciativa audaz del papa Francisco, quien desde el principio abogó por un gobierno de la Iglesia más colegiado.

Una característica importante estriba en que el documento —el cual constituye el guion del próximo sínodo de los obispos, que se celebrará en Roma en octubre— aborda estas situaciones con un lenguaje alejado de las fórmulas condenatorias y excluyentes. Palabras como “respeto”, “comprensión” y “contexto” se repiten a lo largo de las diversas situaciones planteadas. Es el mismo estilo que Jorge Mario Bergoglio ha impreso a sus declaraciones como Pontífice y que tanto revuelo han causado entre los detractores del Papa, dentro y fuera de la Iglesia.

Pero el documento, como las demás iniciativas de Francisco, tiene múltiples lecturas. Porque si bien es cierto que entra a fondo en situaciones sobre las que hasta ahora se pasaba de puntillas, y lo hace con un lenguaje igualmente carente de la habitual retórica, no es menos verdad que el texto no se mueve una coma de la doctrina tradicional. Es más, asegura que con la excusa de la eliminación de la homofobia se está imponiendo una ideología de “subversión” de la identidad sexual y propone que la Iglesia tome la iniciativa en la educación —incluida la escolar— para explicar cuestiones como la homosexualidad. La única diferencia es que ahora no encarga a la jerarquía dicha acción, sino a familias y parroquias.

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Es cierto que el pontificado de Francisco está resultando novedoso y más acorde con los tiempos. Pero quedarse en los gestos y exaltar las formas por encima del fondo puede crear expectativas, dentro y fuera de la institución, difíciles de cumplir. Más eficaces que los gestos son los hechos, como la expulsión del sacerdocio el pasado viernes de un arzobispo dominicano acusado de pederastia. Las cuestiones de fuero interno de la Iglesia son una cosa; pero donde toda la sociedad, y no sólo los católicos, deben exigirle que actúe es cuando entra en juego el Código Penal. Y Francisco parece entender esto perfectamente.

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