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El doble riesgo de estar enfermo en una guerra

MSF alerta de los ataques a hospitales en Sudán del Sur que impiden que se preste asistencia sanitaria a la población

Alejandra Agudo
Un quirófano completamente calcinado en el hospital de MSF en Leer (Sudán del Sur), tras un ataque el pasado febrero.
Un quirófano completamente calcinado en el hospital de MSF en Leer (Sudán del Sur), tras un ataque el pasado febrero.Michael Goldfarb/MSF

Al menos 58 personas han sido asesinadas en los ataques a cuatro hospitales en Sudán del Sur, el país más joven del mundo, creado hace tres años y sumido desde el pasado diciembre en una cruenta guerra civil. Ese el número de víctimas mortales que ha contabilizado Médicos Sin Fronteras desde que comenzó el conflicto hasta el pasado 15 de junio y que revela en su informe Violencia contra la salud en Sudán del Sur. Pero podrían ser muchas más. “Estas cifras solo representan los incidentes de los que hemos tenido constancia”, avisa la ONG.

De las víctimas, 25 eran pacientes, otras 27 eran personas que se habían refugiado en los centros médicos pensando que eran lugares seguros, dos eran personal sanitario del ministerio de Sanidad del país y cuatro no pudieron ser identificados, según detalla el documento. Ronyo Adwok, un profesor de Historia de 59 años, estaba en el Hospital Universitario de Malakal cuando fue atacado el pasado febrero. Los combates entre las fuerzas gubernamentales y de la oposición ese mes convirtieron Malakal, al norte del país y productora de petróleo, en una ciudad fantasma. Aswok fue herido en una pierna y su casa quedó destruida. Entonces acudió al centro médico, del que no podía huir debido a su dolencia. “Cada día, entraban diez o quince hombres armados en el hospital. Pedían móviles y dinero a la gente. Si no les dabas nada, te disparaban. También a los que estábamos ingresados. Muchos fueron asesinados en la sala en la que yo estaba. Incluso se llevaron a varias mujeres”, relata en un comunicado publicado por MSF.

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Cuando el personal de MSF regresó al centro después de que cesaran los ataques, encontraron a 11 pacientes asesinados a tiros en sus camillas. La misma situación se produjo en los hospitales de Bor y Bentiu, en los que enfermos y personal murieron por los disparos de los violentos, que pertenecen a ambas partes en conflicto.

A los daños personales hay que añadir los materiales, que dificultan la labor del personal sanitario para seguir tratando a los enfermos. La ONG advierte de que los seis ataques que han contabilizado a hospitales —gestionados por ellos mismos y públicos—, en los que han sido quemados y saqueados, afectan a la población más vulnerable “en un momento en el que está muy necesitada de atención médica”, alerta. Unos asaltos a los que hay que añadir los robos de ambulancias y clínicas. Llanos Ortiz, coordinadora de emergencias de MSF para Sudán del Sur, estima que podría llevar meses, incluso un año, que los centros vuelvan a realizar una actividad similar a la previa al estallido del conflicto.

El hospital de Leer, administrado por la ONG en el sur del estado de Unidad, fue arrasado, incendiado y desvalijado el 23 de febrero. Los daños, han impedido que se preste asistencia médica durante meses, hasta el pasado mayo. Y todavía hoy, no pueden realizar vacunaciones rutinarias o cirugías de urgencia. “Era el único centro disponible en un área donde viven 270.000 personas. Proporcionaba atención especializada, incluyendo operaciones y tratamiento para el VIH y tuberculosis. Edificios enteros fueron reducidos a cenizas y los equipos necesarios para las intervenciones quirúrgicas, el almacenamiento de vacunas y hacer transfusiones, así como materiales de laboratorio, fueron destruidos”, informa la organización.

Las consecuencias de la interrupción de los servicios de salud pueden ser “devastadoras”, vaticina Ortiz. “Hay pacientes con enfermedades mortales que han interrumpido su tratamiento. A lo que hay que añadir que las condiciones de hacinamiento en las que se encuentran los desplazados en los campos facilitan la propagación de epidemias como el sarampión o que se multipliquen los casos de diarreas”, advierte.

Por eso, MSF ha improvisado, según Ortiz, hospitales de campaña en los campamentos. Pero las condiciones en las que les pueden prestar asistencia son muy precarias. Al riesgo del incremento de dolencias altamente mortales y contagiosas en un contexto de falta de infraestructuras sanitarias, se suma la amenaza de la hambruna. “La gente no ha podido cultivar sus tierras y esto anticipa que podemos tener una crisis alimentaria en los próximos meses. Ya empezamos a ver casos de malnutrición importantes”, explica la responsable de emergencias de MSF en el país. Buen ejemplo de ello es que solo en las tres primeras semanas, tras reanudar su actividad en mayo, el hospital de Leer atendió a más de 1.600 niños con desnutrición, según cálculos de la organización.

Por las consecuencias que estos ataques han tenido y provocarán previsiblemente en los próximos meses, MSF hace un llamamiento a “todas las partes” para que cesen los ataques, especialmente a los centros de salud.

Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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