_
_
_
_
_

¿Profesión? Recogedor de excrementos

Human Rights Watch denuncia que la recogida manual de heces y desechos humanos persiste en India con el consentimiento de las autoridades locales Unas 300.000 familias de las castas más bajas limpian millones de letrinas

Lola Hierro
Una mujer limpia una letrina en la aldea de Kasela, en Uttar Pradesh
Una mujer limpia una letrina en la aldea de Kasela, en Uttar PradeshDigvijay Singh

Diversas ONG locales e internacionales llevan dos décadas recabando testimonios como este: "Limpio retretes en 20 casas al día con ayuda de un plato de estaño y una escoba para quitar los excrementos que se han acumulado. Luego los meto en una canasta y los transporto fuera de la aldea. Es un trabajo tan horrible que me quita las ganas de comer". O como este otro: "Cuando llueve, mi velo y mi ropa se empapan con las heces. Empecé a sufrir enfermedades de la piel e incluso a perder mi cabello". Son los de Madambay y Manisha, dos mujeres de la casta de los intocables residentes en los Estados indios de Madhya Praddesh y Uttar Praddesh. Historias como las suyas sirven para demostrar la continuidad de una de las prácticas más degradantes y contaminantes para el ser humano: la recogida manual de excrementos.

Más información
Un retrete contra los abusos sexuales
Modi promete retretes a 600 millones de indios
Trabajo basura a orillas del Mithi
El drama del agricultor indio

Como ellas, todavía existen unas 300.000 familias en India —el 95%, mujeres— que limpian unas 2,7 millones de letrinas secas, según Jairam Ramesh, ministro de desarrollo rural. Es una cifra que  la Corte Suprema de India aumentó hasta los 9,6 millones en marzo de 2014. Organizaciones civiles como la Red Internacional de Solidaridad con los Dalit aseguran que más de un millón de personas se dedican a esta insalubre labor que consiste en recoger la materia fecal con las manos, sin protección ni medida sanitaria alguna, y trasladarla a zonas más alejadas de las aldeas en un país donde 597 millones de personas —casi la mitad de su población— no tienen acceso a un váter. Las mujeres suelen ocuparse de limpiar los retretes de los hogares, que no disponen de cisterna. Los hombres, generalmente, se encargan del alcantarillado y las fosas sépticas. Todos ellos pertenecen a la casta más baja, marginada y maltratada del país, la de los dalits, o intocables. Aunque el sistema de división de clases fue abolido en India en 1950, en la práctica todavía existe. La de los intocables está formada por unos 200 millones de personas.

La organización de defensa de Derechos Humanos Human Rights Watch ha denunciado este lunes en el informe Limpiando desechos humanos: recolección manual de materias fecales, castas y discriminación en India, el estigma que sufren estas personas y los obstáculos que afrontan para abandonar este modo de vida, que incluyen amenazas de violencia y desalojo por parte de residentes locales, acoso y retenciones ilegales de salario por parte de los funcionarios locales. Un ejemplo es que, quienes siguen creyendo en la "intocabilidad" de estas castas —una costumbre que prohíbe tocarles— les arrojan la comida frente a ellos en vez de dársela en la mano.

Ha habido intentos por parte del Gobierno indio, de las organizaciones en defensa de los derechos humanos y de la comunidad internacional para poner fin a la recolección manual. Sin embargo, existen aún obstáculos que dificultan su fin. "Los sucesivos intentos del Gobierno indio se han visto descarrilados por la discriminación y la complicidad local", asegura Meenakshi Ganguly, directora para Asia del Sur de Human Rights Watch. Esta práctica fue vetada en el año 1993, cuando se aprobó una ley que castigaba el empleo de trabajadores para estos fines o la construcción de letrinas sin un desagüe adecuado con penas de cárcel de hasta un año y una multa de hasta 2.000 rupias (unos 25 euros).

En 2013, la ley Prohibición del Trabajo como Basureros Manuales y su Ley de Rehabilitación prohibió cualquier tipo de limpieza manual de excrementos, reconoció la obligación constitucional de corregir la injusticia y la humillación histórica sufridas por estas comunidades mediante la provisión de un sustento alternativo y aumentó las penas existentes: prisión hasta cinco años y multas de hasta 500.000 rupias (alrededor de 6.200 euros). Según el censo de ese año, sin embargo, aún quedaban unas 800.000 letrinas secas en India.

Dado que esta práctica sigue existiendo y que es la única manera de ganarse la vida para cientos de miles de hombres y mujeres, Human Rights Watch ha emplazado al Gobierno en su informe a que aplique la legislación existente destinada a ayudar a los miembros de esta comunidad marginal a encontrar modos de subsistencia alternativos y sostenibles. "La gente trabaja vaciando manualmente letrinas porque se da por hecho que su casta debe cumplir este papel y generalmente no puede conseguir ningún otro trabajo", señala Ganguly.

Utensilios para recoger excrementos.
Utensilios para recoger excrementos.Digvijay Singh

En marzo de 2014, el Tribunal Supremo de India dictaminó que la recolección manual de basura constituye una violación de los Derechos Humanos y solicitó una tutela judicial efectiva. El nuevo Gobierno de Narendra Modi, elegido presidente por mayoría absoluta en mayo de 2014, se ha comprometido a abordar las necesidades de las comunidades marginadas del país, pero no ha anunciado medidas concretas para poner fin a la recogida manual de excrementos.

Este mismo año, Human Rights Watch ha entrevistado a más de 135 personas de los Estados de Gujarat, Madhya Pradesh, Maharashtra, Rajasthan y Uttar Pradesh. De ellas, más de cien trabajan o trabajaron como vaciadores de letrinas. La ONG ha constatado que las mujeres no suelen recibir salarios en efectivo sino sobras de comida, grano durante las cosechas o ropa usada, así como acceso a terrenos para el pastoreo de ganado, siempre a discreción de las familias a la que sirven. HRW denuncia, además, que las autoridades locales suelen ser cómplices de la discriminación de los dalits, e incluso ha documentado casos en los que los propios Ayuntamientos reclutaron personal para estas tareas basándose en el sistema de castas y también la desprotección que sufren. “La policía y otras autoridades no hacen nada cuando reciben quejas de los limpiadores de letrinas por haber recibido amenazas, violencia y otras ofensas”, indica la organización.

Oxfam Intermon también denunció con anterioridad que quienes sí reciben un salario no suelen obtener más de 20 o 30 rupias por letrina al mes como mucho, solo se les permite entrar por las puerta trasera a las casas y no pueden tocar ningún objeto que pertenezca a alguien de una casta superior. "En las casas donde trabajaba me tiraban desde la distancia chapatis [un tipo de pan] y sobras de comida. En teoría tenía que cobrar diez rupias por cada casa al mes, pero a veces me pasaba meses sin cobrar", describe Reckhavai en el informe de HRW.

Los hijos de estos trabajadores ni siquiera reciben educación debido a la extrema pobreza de los basureros, y muchos de los que sí están matriculados en un colegio acaban por dejar los estudios debido a la discriminación a la que se enfrentan. Así ocurre en el Estado de Gujarat, donde entre el 70 y el 80% de los hijos de los recogedores de excrementos abandonan antes de séptimo grado, según la ONG local Navsarjan, que cita HRW en su informe.

Las mujeres que trabajan recogiendo excrementos comienzan a realizar esta tarea cuando se casan y pasan a vivir con la familia del marido. Las suegras, que ejercen una enorme influencia, son quienes las inician en esta práctica, obligándolas a acompañarlas en sus recorridos diarios por ciudades o pueblos. Quienes quieren abandonar esta forma de vida se enfrentan a la presión de su familia y su comunidad porque no suelen tener otras opciones para ganarse el sustento. Rihanna comenzó a limpiar retretes en 1988 y, cuando decidió dejarlo, su suegra enfureció. "Dejó de darme comida a mí y a mi hija, solo le daba a mi marido. Dijo que mientras no trabajara, no probaría bocado".

Una lista interminable de enfermedades

Human Right Watch también alerta en su informe de las consecuencias para la salud que la recogida de sustancias fecales conllevan. Náuseas, dolores de cabeza constantes, enfermedades respiratorias y dermatológicas, anemia, diarrea, vómitos, ictericia, tracoma y envenenamiento por monóxido de carbono son algunas de una lista interminable. Estas, además, se ven agravadas por la desnutrición generalizada —el 50% de la población está por debajo del Índice de Masa Corporal adecuado, según la FAO— y la imposibilidad de acceder a los servicios de salud.

Quienes han logrado dejar la recolección manual de excrementos siguen encontrando dificultades para acceder a una vivienda, a un empleo digno o a programas y subvenciones gubernamentales. La ONG solicita que el Gobierno de Modi emprenda una evaluación exhaustiva de todos los convenios en vigor destinados a dotar a esta casta de ayuda financiera, becas de estudio, asistencia legal, etc ya que, denuncia, la solución no pasa por aprobar nuevas leyes sino por aplicar correctamente las que ya existen. “Las costumbres basadas en las castas siguen obligando a las personas a la recopilación manual de basura y eso exige la intervención estatal”, asegura Ganguly. “El nuevo Gobierno de la India tiene los recursos y la obligación de acabar para siempre con esta práctica que atenta contra sus derechos”.

Sobre la firma

Lola Hierro
Es periodista y desde 2013 trabaja en EL PAÍS, principalmente en la sección sobre derechos humanos y desarrollo sostenible Planeta Futuro, y coordina el blog Migrados. Sus reportajes han recibido diversos galardones. Es autora del libro 'El tiempo detenido y otras historias de África'. Desempeña la mayor parte de su trabajo en África subsahariana.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_