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Drones y tablets salvavidas

Las tecnologías de bajo coste han transformando el modo en el que las ONG dan respuestas más eficaces, innovadoras y creativas a las emergencias humanitarias permitiendo desde ‘geolocalizar’ supervivientes a sobrevolar terrenos inaccesibles

Una niña filipina usando uno de los teléfonos satelitales que TSF desplegó durante el tifón en 2013.
Una niña filipina usando uno de los teléfonos satelitales que TSF desplegó durante el tifón en 2013.TSF

Cuando el equipo de Seguridad Alimentaria de Acción contra el Hambre (ACH) llega a casa de Edgardo García, de 64 años, en una zona a las afueras de Burauen, en la isla de Leyte, el sol cae a plomo, el bochorno tropical es insoportable y este jubilado filipino no está en casa. Ha marchado a recoger unos materiales con los que reconstruir parte del tejado que el tifón Yolanda se llevó en noviembre de 2013.

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Su hija Mary Grace, de 25 años, recibe al equipo con un bebé de 11 meses en brazos. Danilo, uno de los empleados de la organización, toma unas fotografías al hogar con una tableta electrónica para comprobar las últimas mejoras realizadas en el edificio y entrevistar a la joven rellenando formularios en la pantalla táctil de su dispositivo.

Los datos quedan inmediatamente registrados y almacenados en un servidor tanto en la oficina local de la ONG en Tacloban, así como en la capital del país, en Manila, y se añadirán a la información que ya tenían de esta familia.

Poco después, en el mercado de Burauen, dos cooperantes se encuentran con Luz Refuerzo, de 55 años, que acaba de montar un pequeño puesto de pescado seco gracias al programa de entregas de "dinero efectivo sin condiciones" para población vulnerable. La señora Refuerzo con este negocio mantiene a los tres hombres de su familia: su nieto de 11 años y su marido ahora desempleado, de 57, y su padre paralitico de 79 años.

El equipo toma nota, manoseando la pantalla, de sus avances y quejas a la vez que geolocaliza mediante coordenadas la situación de su pequeño negocio de venta ambulante.

Así es como se aplica de forma pionera en Filipinas el uso de dispositivos móviles y software libre para las evaluaciones en un ambicioso plan, que ACH junto con Unicef, ofrece mensualmente cheques por valor de 100 dólares a 10.000 familias muy vulnerables por un período de seis meses.

Estas transferencias les dan autonomía y capacidad para regenerar sus modos de vida —comprando alimentos y artículos esenciales, medicamentos o para invertir en pequeños negocios, ganadería o agricultura—, iniciando así una recuperación de más largo plazo. Pero esto requiere de una titánica y exhaustiva tarea de evaluación, primero de las personas y colectivos que pueden acceder a estas ayudas y un minucioso seguimiento después.

El equipo de Acción contra el Hambre usando un dispositivo móvil en Burauen, Filipinas, para entrevistar a diferentes beneficiarios de sus ayudas para víctimas del tifón Yolanda, en 2014.
El equipo de Acción contra el Hambre usando un dispositivo móvil en Burauen, Filipinas, para entrevistar a diferentes beneficiarios de sus ayudas para víctimas del tifón Yolanda, en 2014.Daniel BURGUI IGUZKIZA

“Para llegar a las 10.000 familias beneficiarias de estas ayudas, hemos trabajado meses en la selección, aprobación y evaluación. Hemos recorrido pueblos y barriadas puerta por puerta. Así, el hecho de llevar ahora las tablets para actualizar los datos y los avances que hacemos es un alivio”, explica Lailanie Sero. Esta herramienta sustituye los tradicionales formularios en papel y lápiz por los electrónicos que permiten agrupar texto, datos numéricos, GPS, fotos, vídeos, códigos de barras y audio en un servidor online.

“Desde el punto de vista de la supervisión, esta tecnología, futurista y de bajo coste, es un progreso extraordinario que permite que la recopilación de datos sea mejor, más rápida y reduce el margen de error que se produce traspapelar esos datos cuando se regresa a la oficina”, explica Muhammad Usman, jefe de proyecto de Seguridad Alimentaria en Tacloban.

Más tecnología humanitaria

Cada vez es mayor el número de organizaciones que como la citada utilizan estos dispositivos y tecnologías de bajo coste en su tarea sobre el terreno. De hecho, uno de los últimos informes de 2013 de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y Media Luna Roja sobre la respuesta a emergencias y desastres abogaba que en un planeta en el que el 40% de la población mundial está conectada a Internet y existen ya 6.800 millones de suscripciones a telefonía móvil —casi tantas como personas en el mundo— estamos viviendo una auténtica revolución digital que debe repercutir de forma directa en las víctimas de estas catástrofes. “Usar la tecnología para mejorar la ayuda humanitaria y salvar vidas no una opción, es una responsabilidad”, sostenían los autores del informe.

“Sin embargo, cuando hablas de una crisis o un desastre natural no es la tecnología lo primero que viene a la cabeza de la mayoría de la gente. Los medios de comunicación tienden a retratar sólo lo tangible, los repartos de ayuda más básica. Muy pocas veces muestran toda la logística que permite que la ayuda apropiada llegue al lugar correcto”, explica Chloe Browitt, responsable de fundraising de la ONG británica MapAction, única organización no gubernamental especializada en hacer mapas.

El fenómeno de Google Maps y la colaboración online durante el terremoto de Haiti cambió para siempre la respuesta de ONG a las emergencias

MapAction es algo así como un grupo de “cartógrafos solidarios” disponibles 365 días del año que ofrece información de forma ordenada y visual durante las primeras horas de una catástrofe y permite a otras organizaciones o las propias agencias de la ONU coordinarse para evitar duplicidades y saber qué lugares están afectados, dónde hay población aún no contactada o tomar decisiones cruciales en poco tiempo.

Es una de las pequeñas ONG que más ha aumentado su presencia en las emergencias en los últimos años, nacieron de la mano de cuatro voluntarios en 2003 durante una crisis alimentaria en Lesoto, pero fue el trabajo que realizaron durante el tsunami de Sri Lanka en 2004 el que les dio a conocer. En 2010, tras el enorme sismo de Haití, toda la información cartográfica del gobierno haitiano desapareció bajo los escombros y la labor de MapAction fue entonces absolutamente vital y prioritaria. Se convirtieron en socios indispensables para la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA, por sus siglas en inglés).

Su éxito es viajar rápido y ligero, con un equipo que cabe en una maleta de mano y poder procesar enormes cantidades de información bajo cualquier condición climática o de recursos, con tecnología sencilla.

Drones y Facebook

Sin embargo, en ocasiones, como el tifón en Filipinas, ni siquiera ese esfuerzo de los cartógrafos es suficiente. En noviembre de 2013, el 90% de las infraestructuras en la isla de Leyte fueron devastadas, los campos de cultivo arrasados por vientos de 300 kilómetros por hora y todos los mapas —incluso los tomados por satélite antes del tifón— dibujaban un paisaje muy diferente al que quedó entre el millón de metros cúbicos de escombro que sepultaba a la ciudad de Tacloban.

Dos niños filipinos sostienen uno de los artefactos no tripulados que la ONG suiza MEDAIR junto con Drone Adventures usaron en 2014 para cartografiar las áreas afectadas por el tifón Yolanda.
Dos niños filipinos sostienen uno de los artefactos no tripulados que la ONG suiza MEDAIR junto con Drone Adventures usaron en 2014 para cartografiar las áreas afectadas por el tifón Yolanda.Drone Adventures

Fue entonces cuando la ONG suiza MEDAIR recurrió a la ayuda de pequeños aviones no tripulados para poder evaluar las zonas en las que implantar su programa de reconstrucción de viviendas en Tacloban, Dulgag y Julita.

“Claramente los drones no gozan de buena reputación, la gente piensa en ellos como armas de guerra y los asocia a su uso militar, pero pueden ser utilizados para buenos fines”, explica Rob Fielding, responsable de Innovación y Tecnología de Medair.

La ONG fue capaz de crear mapas 10 veces más detallados que una imagen de satélite convencional y también ilustraciones en 3D del terreno en el que actuar y reasentar familias. “Identificamos así las zonas más seguras, aquellas que no eran inundables, los lugares donde concentrar nuestros esfuerzos y ofrecer así un servicio de reconstrucción duradero que de otra forma no hubiese sido posible”, añade. Posteriormente esos mapas, que era posible elaborarlos e imprimirlos en tan solo un día con medios muy baratos, fueron donados a las comunidades locales.

Todo esto fue posible gracias a la colaboración con Drone adventures, una fundación sin ánimo de lucro también suiza que promueve el uso de estos artefactos con fines civiles y humanitarios, y que los ha usado antes en catas arqueológicas en Turquía o en programas de conservación de medioambiente en Namibia.

“Los drones tienen mala fama, pero pueden ser usados para fines humanitarios”, indican en una ONG suiza

“Efectivamente, durante estos 10 años nuestro trabajo ha cambiado radicalmente”, narra Browitt de MapAction. “Cuando comenzamos, en 2003 y ocurrió el terremoto de la ciudad iraní de Bam en el que murieron 26.000 personas, las ONG apenas disponían de ninguna herramienta, literalmente los mapas se dibujaban a mano. En 2010, en Haití, sin embargo nos encontramos con personas que eran capaces de geolocalizar e indicar su propia posición aun atrapados bajo ruinas de edificios gracias a un sencillo teléfono móvil o enviando un sms”, explica Browitt.

Lo que ocurrió en Haití marcó un antes y un después en la inversión en tecnología en la ayuda humanitaria. Fue como indica Browitt un fenómeno sin precedentes: la magia de la inteligencia colectiva y colaborativa. Lo que hace que las víctimas dejen de serlo y se conviertan en agentes activos.

Según el citado informe de Cruz Roja de 2013, un mayor acceso libre y universal a la información provocaría extraordinarias mejoras en la prevención y asistencia de una emergencia, ya que en la actualidad el 90% de las vidas salvadas tras un desastre es gracias a los vecinos y agentes locales. Antes de que llegue ninguna ONG. Pero precisamente ese 90% de los que ayudan primero también están en una situación más vulnerable y sus posibilidades de acceder a esas tecnologías son ínfimas.

Tras el tifón en Filipinas, la ciudad de Tacloban quedó a oscuras, todo el tendido eléctrico desapareció y no quedó rastro de ningún tipo de señal de radio o de teléfono. A los pocos días, se veían filas inacabables de filipinos esperando no sólo para conseguir comida y agua, si no también para cargar las baterías de sus móviles o poder conectarse a Facebook en algunos tenderetes provisionales. Jacobo Quintanilla, responsable de medios de Internews y del consorcio de Comunicación para Comunidades Afectadas por Desastres (CDAC Network, en inglés), insiste en que esto lejos de ser una frivolidad es de vital importancia.

Precisamente ese afán de “reconectar” a la gente afectada es lo que motivó la fundación en 1998 de la ONG francesa Télécoms Sans Frontières (TSF). “Ya en los Balcanes nos encontrábamos con desplazados que nos decían: 'Por favor, cuando vayas a tu país llama a mi familia y diles que estoy vivo, que estoy bien'. Eso nos dio la idea de la tremenda necesidad de comunicar y lo grave que era que se interrumpiese la información”, explica Alexander James Thomas, jefe de comunicación de esta oenegé de ingenieros. “Comenzamos en 2001 en Afganistán con algo tan sencillo como llevar un teléfono satelital y ofrecer tres minutos gratuitos de charla para los refugiados”, cuenta.

Los ingenieros de TSF durante un taller de formación a técnicos locales en Dakar, Senegal, sobre el uso de las comunicaciones vía satélite.
Los ingenieros de TSF durante un taller de formación a técnicos locales en Dakar, Senegal, sobre el uso de las comunicaciones vía satélite.TSF

En la actualidad TSF es una de las primeras organizaciones en aparecer tras una calamidad. Ofrecen telecomunicaciones de emergencia en tan solo unas horas: conexiones a internet vía satélite y soporte informático para las diversas ONG, la ONU y las víctimas. Pero también desarrollan aplicaciones para la prevención de desastres, conectar comunidades indígenas aisladas o combatir la violencia contra las mujeres y el tráfico de personas, como en Nicaragua gracias al desarrollo de un sistema de alerta vía sms.

“Claro que se echa en falta algo más reconocimiento, a pesar de estar ahí desde el principio no mucha gente sabe ni que existimos, pero tampoco aspiramos a ser la ONG de moda. Nuestro trabajo es discreto pero crucial. Y eso nos sirve. Tampoco necesitamos hacer grandes campañas de comunicación o recaudar fondos, somos viables gracias a las aportaciones e inteligencia de ingenieros y empresas de telecomunicaciones y tecnología”, añade Thomas.

Según Cruz Roja, invertir en la tecnología y las comunicaciones para mejorar la ayuda humanitaria no es una opción, es una responsabilidad

La comunicación ayuda y salva vidas es el lema de la organización en la que trabaja Jacobo Quintanilla e insiste que especialmente en crisis como la del ébola, el éxodo de refugiados en Siria e Iraq o conflictos como República Centroafricana, el acceso a información veraz —consejos médicos, saber cómo y cuándo se va a repartir ayuda, evacuar zonas, evitar ataques aéreos, estar en contacto con familiares— y disipar todo rumor es vital.

Quintanilla fue el encargado de poner en marcha en noviembre de 2013 en Filipinas la emisora First Response Radio, una cadena que se dedicaba a proveer información útil sobre la emergencia, explicaba qué estaban haciendo las ONG y ofrecían también sus micrófonos para que los vecinos enviasen mensajes o tratasen de localizar familiares. Aquí la innovación no fue usar tecnología puntera, sino todo lo contrario: obsoleta. Como lo es la onda corta, que pese a su precariedad permite ser captada con el más sencillo transistor.

“Nuestra obsesión no es por la tecnología, sino con ofrecer las soluciones más creativas y eficaces posibles para mejorar la vida de las personas”, sostiene Thomas, de TSF. “Curiosamente creo que la mayor aportación de los tablets a nuestro trabajo han sido las fotos”, añade Usman, de Acción contra el Hambre. ¿Las fotos? “Sí, porque la posibilidad de ver asociadas las estadísticas y las tablas de Excel a los rostros de esas personas a las que ayudamos y que van mejorando cada día, nos obliga a volver a tierra y a recordar que ellas son lo central de nuestro trabajo. Eso es importante”.

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