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Estos lugares son un ejemplo para el planeta

Las emisiones contaminantes no paran de aumentar, pero existen proyectos que van de la autosuficiencia energética a la recogida selectiva de basuras Son las puntas de lanza de las políticas verdes

Pablo Linde
Isla de El Hierro.
Isla de El Hierro.

El Hierro es una mancha de tierra en el Atlántico y una pequeña excepción en un mundo que dice querer reducir las emisiones y no hace más que aumentarlas. Si todo sale según lo planeado, menos de seis años separan a la isla canaria de su objetivo de ser completamente autosuficiente con energías renovables. Sin hidrocarburos. Sin humos. Bajo la masa de gases grises que cubre el planeta, hay otras islas, reales o figuradas, que de una u otra forma han optado por una política de no agresión al medioambiente. Frente a los grandes contaminantes, son símbolos que no solucionan un problema global, pero quizás son puntas de lanza, experimentos que pueden servir de ejemplo a otros.

Lo de El Hierro parece no ser una utopía. Tampoco fruto de la improvisación. En la isla más pequeña del archipiélago se pusieron a trabajar hace más de dos décadas para conseguir que toda su electricidad fuese suministrada por fuentes limpias. Alpidio Armas, presidente del Cabildo insular, explica que una vez inaugurada el pasado junio la central hidroeólica, eje del proyecto, no quieren equivocarse ni “ir deprisa”. Por eso comenzarán a comprobar que todo funcione correctamente antes de suministrar de forma permanente a toda la isla con energía limpia. Cuando lo consigan, el siguiente objetivo es eliminar los motores de combustión de El Hierro y que en 2020 todos los vehículos sean eléctricos y se abastezcan de estas mismas fuentes. El sistema isleño es una mezcla entre energía eólica e hidráulica: cinco aerogeneradores suministran la electricidad primaria a la red, suficientes para abastecer a toda la isla cuando el viento es el adecuado. ¿Y qué sucede cuándo no lo es? Un depósito de agua de 380.000 metros cúbicos situado en un cráter natural a 700 metros de altitud está interconectado por dos tuberías de tres kilómetros con un depósito inferior, donde se sitúa una subestación hidroeléctrica. Como normalmente la energía eólica produce más electricidad de la que necesita la isla, el excedente se usa para bombear el agua del depósito inferior al superior. Cuando no hay viento, la fuerza del torrente de agua bajando de un depósito a otro es la fuente de energía alternativa. Además, el sistema incluye la desalación, con lo que también sirve para abastecer de agua potable a los herreños. Existe, eso sí, un as en la manga: una central térmica tradicional que entraría en funcionamiento en casos de emergencia.

En menos de seis, años la isla de El Hierro se autoabastecerá al 100 % con energías renovables

Armas asegura que no han seguido patrones existentes. “Queremos ser un ejemplo. Hemos debatido y probado hasta llegar a esta solución. Ahora decenas de representantes de administraciones de todo el mundo vienen a aprender de nosotros y a comprobar qué pueden copiar. Tenemos entrevistas con gobiernos del Caribe, África, China, Estados Unidos…”, enumera, orgulloso. Aquí llega la gran pregunta: ¿es exportable el sistema de El Hierro? Hay que tener en cuenta que la isla tiene unas peculiaridades orográficas y climatológicas muy concretas que aportan el viento y, en su defecto, el desnivel suficiente para conseguir energía hidráulica. Y que cuenta con poco más de 10.000 habitantes. No hay una respuesta corta para esa cuestión. “Cada territorio tendría que explorar su propia solución personalizada en función de sus características. Hay que comprobar en cada sitio cómo se implanta: solar, eólica, combinación... Pero estudiando caso por caso puede ser viable en cualquier lugar”, explica Cristina Monge, directora de Conversaciones de la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes). “Esto de El Hierro es exportable. Puede y debe serlo. Es una necesidad. Lo hemos dicho muchas veces. Técnicamente hoy es posible realizar un cambio de modelo basado en ahorro y renovables, en una gestión más autosuficiente y democrática. Lo que hace falta es voluntad política. Como todos los cambios, los comienzos son proyectos piloto”, añade Rodrigo Irurzun, responsable del área de energía de Ecologistas en Acción. José Luis García, de Greenpeace, va más allá: “Tenemos estudios que demuestran que en 2050 podríamos producir en España 56 veces la demanda total. Demostramos la viabilidad técnica y económica de suministrar energías 100 % renovables”.

Un sueño ¿muy real?

Pero no todo el mundo es tan optimista como los ecologistas. Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear y divulgador científico, asegura que los citados informes son más bien “deseos, pasquines o banderas”. “El proyecto de El Hierro no solo me parece muy bonito, sino viable en gran medida. Pero requiere de unas circunstancias meteorológicas tan singulares que las posibilidades son mínimas para sustituir completamente la dependencia de la central de fuel prevista inicialmente. Mientras los días tengan sus noches, las borrascas y los anticiclones sean variables, el hidrógeno sea difícil de almacenar y aún más de generar, las instalaciones solares sean poco eficientes y exijan grandes extensiones de terreno, no se podrán desarrollar proyectos realistas sino en zonas aisladas”, asegura el físico, quien cree que seguirán siendo necesarias centrales nucleares o de gas en ciclo combinado para respaldar la discontinuidad de las renovables en territorios más amplios.

Lo cierto es que hasta ahora los experimentos exitosos se restringen a poblaciones muy pequeñas. Wildpoldsried, un pueblo de unos 2.600 habitantes en el estado alemán de Baviera, produce tres veces más energía de la que usa gracias a una mezcla de paneles solares fotovoltaicos, biodigestores para producir biogás y minicentrales hidráulicas. La isla de Samsø, entre Dinamarca y Suecia, también es autosuficiente gracias a la electricidad eólica, cuatro centrales urbanas de calefacción y agua con biomasa y un parque de colectores solares de 2.500 metros cuadrados. Pero como sucede en casi todos los casos, también usan un comodín: siguen enganchados a la red tradicional por si las circunstancias climatológicas son adversas, algo que, aunque infrecuente, puede suceder.

La rentabilidad a examen

Los ecologistas afirman que, a la larga, los proyectos renovables y verdes son más rentables, ya que emplean a más trabajadores y aportan beneficios indirectos. “Además, cuidar el medio ambiente no debe ser visto como un gasto”, subrayan desde Greenpeace. “Existen beneficios añadidos que tienen que ver con la formación, el turismo, la imagen…”, añade el presidente del Cabildo de El Hierro. Y si hay que hablar de números, habla: “La inversión fue de 80 millones de euros, su mantenimiento cuesta un millón al año y produce electricidad por valor de entre cuatro y seis”. Se amortizará en 20 años. Lozano Leyva, el físico nuclear, matiza: “Las renovables podrían ser rentables, pero se tendría que invertir más en investigación y menos en subvención”.

Feldheim, otro pueblecito alemán de 130 habitantes, decidió prescindir de la energía nuclear tras el desastre de Fukushima. Mezclan la eólica con una planta de biogás que funciona con las heces de los cerdos y las vacas del pueblo. Según, Werner Frohwitter, portavoz de la asociación NEFF (siglas en alemán de Asociación para el Fomento del Foro de Energías Renovables de Feldheim), la luz es ahora un 35 % más barata y la calefacción, un 15 %. “Además, la aldea ha dejado de ser un pueblo cualquiera de Alemania Oriental para convertirse en un sitio que atrae cada año a unas 3.000 personas que quieren informarse sobre sistemas descentralizados de abastecimiento energético e independientes de los grandes monopolios de energías fósiles y atómicas”, recalca.

Azoteas vegetales y vecinos responsables

Los proyectos verdes en ciudades más grandes suelen ir por fases, sumando iniciativas hasta que consiguen objetivos tan ambiciosos como las emisiones cero, algo que está, como ejemplo más significativo de una gran urbe, en la agenda de Copenhague para 2020. Entretanto, la capital danesa va lanzando iniciativas limpias como la ley que obliga a los edificios nuevos a cubrir sus azoteas con vegetación. Las ventajas de estos proyectos son varias: absorben y aprovechan el agua de la lluvia, reducen las temperaturas urbanas, protegen al edificio de los rayos uva y de los cambios bruscos de temperaturas, actúan como barrera acústica y filtran dióxido de carbono.

En España el mejor ejemplo de ciudad verde quizás sea Vitoria, reconocida como European Green Capital en 2012. “No solo tiene un cinturón verde y un centro peatonal. Existe un transporte público de calidad: autobuses, tranvías, metros y bicis públicas de alquiler que están siendo bastante exitosas”, dice Cristina Monge, de Coedes. También pone el ejemplo del agua en Zaragoza, que ha conseguido reducir su gasto en un 27 % en una década, sobre todo a base de concienciación ciudadana. Una aproximación similar, la de implicación de los vecinos con el medioambiente, es la que se practica en algunos pueblos del País Vasco y Cataluña con la recogida de basura de puerta a puerta. En esta última comunidad, tres municipios comenzaron a trabajar en ello en el año 2000. Hoy son más de un centenar. Los resultados en reciclaje son notables: se pasa de un aprovechamiento de alrededor del 30 % a tasas medias de más del 60 %, con casos que superan el 80 %. Es una práctica habitual en Suiza o Alemania. Consiste en establecer unos días a la semana para cada tipo de residuo: los lunes, miércoles y viernes se recolecta orgánico; los martes vidrio; los jueves plásticos y los sábados papel. Se eliminan los contenedores de las calles y los vecinos dejan en el portal las bolsas con lo que corresponda al día. Josep María Tost, presidente de la agencia de residuos catalana, fue alcalde de uno de los municipios pioneros, Riu de Canyes, en Tarragona: “Es una forma de implicar a los vecinos, que tienen que hacerse responsables de sus residuos igual que lo son de recoger los excrementos de sus perros. Al principio cuesta, pero con el tiempo se consigue”. Una vez más, las localidades que aplican este sistema son pequeñas. Y la pregunta vuelve a surgir: ¿Es exportable a grandes ciudades? “En Europa ya se hace. Milán lo va a poner en marcha y son 1,5 millones de habitantes”.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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