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Aprendizajes de una historia

Michelle Bachelet ha vuelto a la presidencia de Chile en 2014 después de tres años al frente del organismo internacional ONU Mujeres. Aquí desgrana estrategias adquiridas en su lucha por la igualdad. Aboga por incluir a los hombres y fomentar la discriminación positiva, y alerta contra posibles retrocesos.

Guardias del Palacio Presidencial del Gobierno chileno durante la ceremonia de bienvenida para el presidente palestino Mahmud Abbas, el 25 de noviembre de 2009, en Santiago de Chile.
Guardias del Palacio Presidencial del Gobierno chileno durante la ceremonia de bienvenida para el presidente palestino Mahmud Abbas, el 25 de noviembre de 2009, en Santiago de Chile.Iván Alvarado (Reuters)

La lucha por obtener reconocimiento cultural e institucional para la dignidad plena de las mujeres, junto con la obtención de logros históricos, ha sido inspiradora para la lucha por la igualdad en muchos otros ámbitos. Pero ha sido también ardua, y a veces parece inacabable. No hay todavía ningún país en el mundo en el que exista la igualdad plena de género. Así nos lo recuerda el ranking de igualdad de género del Foro Económico Mundial de este año. Ha sido un esfuerzo tenaz desplegado por mujeres concretas que, desde hace siglos, han buscado superar las discriminaciones y expandir sus horizontes. Pero ha significado también un trabajo de la sociedad a través de sus organizaciones no gubernamentales, de la discusión intelectual y la elaboración legislativa, ampliando el ámbito de capacidades y de derechos.

Por haber sido testigo y protagonista de los cambios, conozco bien los obstáculos que aún permanecen. Lo he podido vivir como estudiante de Medicina y como militante de un partido. También en el ejercicio profesional, conociendo la realidad sanitaria de mujeres y niñas. Como ministra, tanto de Salud como de Defensa, me correspondió instalar la lógica de derechos en la salud y promover la incorporación de las mujeres en el ámbito de la seguridad y la defensa. Como presidenta de mi país entre 2006 y 2010, como directora de ONU Mujeres y, ahora, a cargo nuevamente de la primera magistratura de Chile, donde forma parte de mis prioridades la incorporación de las mujeres y de las niñas como sujetos plenos de derecho. Nuestras luchas han hecho de este un mundo mejor para las mujeres, pero también para los hombres. Cuando muchos todavía no son conscientes de cuánto se han visto beneficiados, emerge la campaña promocional de Naciones Unidas He for She. Esta iniciativa invita a los hombres a incorporarse en formas de diálogo, negociación y compromiso más igualitario y razonado, de forma que todos salgamos ganando.

Pero queda mucho por avanzar y muchos obstáculos por eliminar. Para hacerlo, necesitamos mirar la lucha por la igualdad de género desde la historia. Allí están los aprendizajes que nos dicen cuál es el núcleo permanente de los esfuerzos que debemos sostener, cuáles son las estrategias que debemos revisar porque han cambiado los contextos y las subjetividades sociales, y dónde debemos innovar para hacernos cargo de los nuevos desafíos. Debemos aprender de nuestras experiencias y proyectarlas en un sentido renovado a largo plazo. Quiero compartirles algunos de los aprendizajes personales y colectivos de estos años. Y también contagiarles mi incansable optimismo respecto del futuro de las relaciones entre los géneros, que se renueva al observar a las nuevas generaciones que se han convertido en aliadas y continuadoras en esta lucha.

Urge poner el foco en la prevención y castigo de las diversas formas de violencia contra la mujer”

En mis años de trabajo por la igualdad de género, he aprendido, en primer lugar, que se requiere trabajar en varios niveles simultáneamente, cada uno con sus tiempos, sus instrumentos y sus objetivos propios. La lucha por la igualdad de género es multidimensional. En segundo lugar, no podemos olvidar que mientras debemos esforzarnos todavía por lograr un mayor acceso a distintos ámbitos de la esfera pública como educación y trabajo, emergen serias dificultades para que las mujeres sean visibles. El ascenso y el reconocimiento no han ido a la par con sus méritos, capacidades y talentos. Ello nos obliga a trabajar con más fuerza en lo que se denomina “la política de la presencia”, aquellas políticas de acción afirmativa que promueven la incorporación al espacio de lo político de aquellos sujetos o grupos discriminados. En tercer lugar, es necesario consolidar lo avanzado. La historia no es lineal. Nada nos asegura que los pasos dados sólo serán seguidos por más pasos hacia delante. Hemos visto que también son posibles los retrocesos, sobre todo en sociedades que, como la chilena, presentan tantas oportunidades para la desigualdad en diferentes ámbitos y por distintas razones.

En Chile, hemos logrado muchas reformas institucionales de protección y promoción para las mujeres, así como leyes que impiden la discriminación. Debemos seguir avanzando en ellas y perfeccionarlas. En esto es importante darle expresión orgánica al conjunto de esas reformas, con expresión institucional y mayores capacidades para implementarlas. Este año, transformaremos el Servicio Nacional de la Mujer, institución pionera en las reformas por la igualdad, en el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género.

Pero debemos ver la igualdad de género no sólo como un asunto formal, sino también como un hecho de las relaciones cotidianas. Es en la casa, en los colegios, en el trabajo y en la calle donde se debe verificar su concreción. Sabemos que muchas de las conquistas en el plano institucional no se han traducido plenamente aún en cambios en esos espacios, marcados todavía por la inercia de siglos de patriarcado. Necesitamos desplegar un amplio trabajo cultural desde la base, en la educación, en las comunicaciones y en el espacio público, para que hombres y mujeres se perciban y relacionen efectivamente como iguales. Este es un trabajo que apunta a lo simbólico, a los estereotipos y a los lenguajes.

Michelle Bachelet

Es presidenta del Gobierno de Chile. De 2010 a 2013 dirigió la agencia ONU Mujeres. Ya ostentó la presidencia entre 2006 y 2010. Antes fue ministra de Salud y Defensa.

Desde la perspectiva de la autonomía y seguridad física femenina, urge poner el foco en la prevención y castigo de las diversas formas de violencia contra la mujer. Su persistencia es intolerable para un mundo que se pretende civilizado, pero en el que, con preocupación, observamos crecientes retrocesos alimentados por el desorden global y múltiples conflictos. Según un estudio de la OMS en el año 2013, el 35% de las mujeres en todo el mundo han sufrido violencia física y/o sexual y, en algunas partes, esta asciende al 70%. Además, mi Gobierno impulsará decididamente la despenalización del aborto en casos de violación, malformación del feto y peligro de la vida de la madre. Medida que concita un amplio apoyo entre los chilenos.

Por otro lado, en Chile ha aumentado la ocupación femenina, pasando de un 44,8% a un 58% en 20 años. Es todavía una cifra baja en comparación con el promedio de la OCDE (63%). Y, mientras que 60 de cada 100 mujeres con más recursos trabajan, entre las mujeres más pobres sólo 25 de cada 100 lo hacen. Eso no sólo reproduce el círculo perverso de la pobreza, sino también el de la desigualdad de género. Nuestro compromiso es capacitar para los oficios a 300.000 mujeres en los próximos cuatro años.

Paralelamente, como parte de una reforma estructural de la educación, habilitaremos 4.500 nuevas salas cunas y 1.200 jardines infantiles, lo que por cierto favorece la incorporación de las mujeres al mundo laboral. En Chile las mujeres son mayoría en el sistema educacional, alcanzan los más altos grados y las mejores calificaciones. Pero esas mayores capacidades adquiridas con mucho esfuerzo no son reconocidas en el mercado laboral. Las mujeres aún obtienen ingresos menores a los de los hombres en cargos equivalentes, y su acceso a puestos de decisión e innovación tiene aún un techo muy limitado. Nos preocupa especialmente el ingreso de más mujeres en el área STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés). Según datos en EE UU, las mujeres que trabajan en esta área ganan un 33% más que en otras. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), crecientes investigaciones concluyen que la diversidad de género es esencial para la productividad, competitividad e innovación de las compañías.

Debemos avanzar hasta asegurar la plena igualdad en el trabajo, hacer realidad aquello que en Chile estamos promoviendo con el lema de “a igual pega (trabajo), igual paga”. Pero también debemos profundizar en las acciones positivas que hagan más igualitarios los gobiernos corporativos de las empresas y sus políticas de promoción. En esto son las instituciones públicas las que deben dar ejemplo.

Nuestras luchas han hecho de este un mundo mejor para las mujeres, pero también para los hombres”

Pero la equidad no sólo requiere que evitemos las situaciones más evidentes del abuso, o cerremos las brechas más profundas de desigualdad. Necesita que la participación en todos los espacios sociales, culturales, económicos y políticos sea equitativa.

En Chile, tenemos buenas razones para alegrarnos porque suponen impactos simbólicos, pero somos conscientes de sus límites. Una mujer ha sido elegida dos veces presidenta. Una mujer preside hoy el Senado. Una mujer es la máxima dirigente de los trabajadores al tiempo que las dirigentes estudiantiles de las dos universidades más importantes, durante 2014, han sido también mujeres. Pero la realidad es que las mujeres representan sólo el 16% de la Cámara de Diputados y el 18% del Senado, cuando el promedio de la OCDE es cerca del 25%. Tenemos un poco más del 5% de mujeres en directorios de grandes empresas, mientras el promedio de la OCDE es de alrededor del 10%. Es decir: hemos avanzado, pero tenemos todavía muchísimo por hacer. En momentos de desaceleración económica, debiéramos preguntarnos por la riqueza que nuestro país deja de percibir cuando Saadia Zahidi, directora senior del Foro Económico Mundial, nos recuerda que, con paridad de género, la UE podría elevar su PIB un 12%, Japón un 9% y Estados Unidos un 5%”.

Es por ello que mi Gobierno impulsará la participación equilibrada de las mujeres en el Congreso, así como en las directivas de los partidos, las instituciones públicas, los directorios de empresas del Estado y los Gobiernos regionales.

Chile se encuentra en una encrucijada en la que se requiere tomar decisiones en ámbitos como la matriz energética, la calidad de nuestra democracia, de la educación y del medio ambiente, pero también enfrentar la desigualdad de género si quiere avanzar hacia un desarrollo humano. Esa es la promesa contenida en nuestras luchas de tantos años: la igualdad para la mujer es la condición de una mejor sociedad para todos.

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