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Fin de semana

Los orígenes de Elvis

Una pelvis con el nombre del rockero y otros misterios en la visita a Atapuerca

Silvia Hernando
Arqueólogos trabajando en el yacimiento de Atapuerca.
Arqueólogos trabajando en el yacimiento de Atapuerca.

El vehículo utilizado es un 4×4, pero bien podría imaginarse como aquel DeLorean en el que Marty McFly, protagonista de Regreso al futuro, saltaba para moverse entre los confines del espacio y el tiempo. El Museo de la Evolución Humana (MEH) de Burgos, inaugurado en 2010, ha comenzado a realizar excursiones guiadas en todoterreno que complementan las habituales visitas a los yacimientos de Atapuerca y su parque arqueológico, a una veintena de kilómetros de la ciudad castellanoleonesa. Con salida en el centro de recepción del visitante (CRV) de Atapuerca, el salto motorizado al pasado arranca con la estampa de unos restos de dólmenes neolíticos que atestiguan la presencia sedentaria de humanos en estos parajes al menos 3.000 años antes de Cristo. Pronto se divisan unos campos de labranza, en su día escenario de la cruenta batalla de Atapuerca, ocurrida en el 1054, que enfrentó en plena Reconquista a los hermanos Fernando I, rey de Castilla, y García Sánchez III, de Pamplona, que perdió allí la lucha, la comarca y la vida.

Javier Belloso

Con el ojo atento, con suerte, pueden otearse desde el coche corzos, jabalís o zorros, que comparten vecindario con frondosas encinas y robles, así como abundantes plantas de sotobosque como el tomillo, el romero o el brezo. El itinerario cruza, además, por un camino elevado con vistas a la Gran Dolina, donde en 1994 se hallaron los primeros restos de una especie hasta entonces desconocida, el Homo antecessor, primer europeo conocido y caníbal que pobló estos lares hace 800.000 años.

Junto con este yacimiento, también se pueden visitar la Sima del Elefante y el Complejo de Galería,siempre llegando con lanzaderas que salen puntualmente desde el Museo de la Evolución Humana de Burgos o los centros de recepción de visitantes de Atapuerca y de Ibeas de Juarros.

Una de las salas del Museo de la Evolución Humana, en Burgos.
Una de las salas del Museo de la Evolución Humana, en Burgos.Félix Ordóñez

A excepción de los meses de verano, cuando el inclemente tiempo burgalés permite el trabajo al aire libre, el resto del año las excavaciones aparecen desiertas de arqueólogos. Es solo gracias a la labor del guía, quien lleva consigo un maletín con material para ilustrar sus explicaciones, por lo que puede comprenderse la importancia de lo que esconden unas zanjas que solo dejan ver una amalgama de piedras y tierra rojiza.

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Además de por los muchos andamios que los cubren, los yacimientos llaman la atención por unas cintas que se extienden sobre suelos y paredes en una retícula que se usa para delimitar el área de búsqueda de cada investigador. Aunque el primer hallazgo de restos homínidos no llegó hasta los años setenta, los filones salieron a la luz a finales del XIX, cuando una compañía británica dinamitó la zona para abrir una trinchera que diera paso a un ferrocarril minero.

Grupos de seis

Fachada del Museo de la Evolución Humana, en Brugos.
Fachada del Museo de la Evolución Humana, en Brugos.Félix Ordóñez

La excursión termina con una cata de vinos, aprovechando que Burgos es en 2013 la capital gastronómica española. Con asiento para una docena de personas, este viaje en el tiempo de cerca de tres horas puede hacerse tanto en las distintas fechas establecidas como a través de petición, siempre y cuando la reserven grupos de al menos seis turistas.

Como complemento, el parque arqueológico de Atapuerca, situado junto a los yacimientos, propone una actividad recomendable para grupos familiares, un revelador tour didáctico que en algo más de media hora repasa los hitos de la vida en época prehistórica. Desde la fabricación de herramientas hasta la creación de pinturas rupestres o la preparación del fuego, el guía ejemplifica en primera persona los modos y costumbres de nuestros antepasados.

De ida o de regreso a Burgos, dependiendo del sentido del viaje, en el Museo de la Evolución Humana aguarda el plato fuerte: los registros materiales de la presencia ininterrumpida durante un millón de años de especies homínidas en Atapuerca, desde el Homo antecessor hasta elheidelbergensis, el neandertal (del que aún no se han hallado restos en la zona, pero sí sus huellas en forma de herramientas u otros vestigios), y el sapiens.

El edificio de Juan Navarro Baldeweg, una enorme caja de luz que alberga, además del museo, el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana y el Palacio de Exposiciones y Congresos de Burgos, atesora los célebres fósiles de dos Homos heidelbergensis, el cráneo completo conocido como Miguelón, y Elvis, la pelvis. Otras reliquias, como el bifaz Excalibur, podrían suponer la prueba de que, hace ya cientos de miles de años, nuestros antepasados, como nosotros, fueron seres con la capacidad y la voluntad de celebrar rituales en torno a la muerte. Esa misma que un día, aún no se sabe cómo, arrasó con todos ellos.

Guía

Información

» Museo de la Evolución Humana. Paseo de la Sierra de Atapuerca, s/n. Burgos. Tarifa general, 6 euros; reducida, 4; menores de 8 años, desempleados, personas con discapacidad y miércoles por la tarde, gratis. Recorridos en 4×4: reservas, en el 902 02 42 46. Visita a los yacimientos de Atapuerca, 6 euros; reducida, 5. Visita al parque arqueológico, 5 euros; reducida, 4. Visita combinada al museo y a los yacimientos, 12 euros; reducida, 9. Visita combinada al Museo de la Evolución Humana, al parque arqueológico y a los yacimientos, 17 euros; reducida, 13; coste adicional del autobús lanzadera, 1 euro.

» Turismo de Castilla y León.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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