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Así se desarrolló la investigación que descubrió al asesino de Pioz

Patrick Nogueira Gouveia, ya en prisión, pide ayuda para que le "quiten ese odio" de la cabeza

Patrick Nogueira, en Guadalajara.Foto: atlas | Vídeo: P. Z. (EFE) | ATLAS
Patricia Ortega Dolz

Patrick Nogueira Gouveia dice que mató a sus tíos, de 39 años, y a sus dos primos pequeños, de 4 y 1 año, "a la entrada del chalé" en el que vivían, en una urbanización de Pioz, Guadalajara. Les clavó un cuchillo en el cuello, seccionando con tino la arteria aorta y la yugular. Se desangraron rápidamente. Cuenta que primero mató a la mujer de su tío, Janaina Santos Américo. Luego a los niños. Y después esperó a que llegase su tío, Marcos Campos, del trabajo. No le dio tiempo ni a reaccionar. Todos murieron por el mismo método, "más propio de un sicario profesional que de un chaval de 20 años", según los investigadores. Por último, usando uno de los cuchillos más grandes de "un juego de chef" que había en la vivienda, seccionó los cuerpos de los adultos para acabar metiéndolos a todos en seis bolsas de plástico. Las apiló todas en el salón de la casa, todavía desangelada de muebles porque apenas hacía un mes que se había mudado a vivir allí esa joven familia brasileña, proveniente de Joao Pessoa, en el estado de Paraíba (Brasil).

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Patrick pasó toda la noche de ese 17 de agosto y la madrugada del 18 limpiando los restos de sangre, invisibles a simple vista, pero visibles con el reactivo que usa la policía científica. Había tomado un bus desde Alcalá de Henares, donde se había buscado un piso compartido con dos estudiantes, después de que sus tíos decidieran "dejarle tirado" en Torrejón, donde vivió con ellos desde la primavera de 2016. A las 6.55 de la mañana del 18 de agosto tomaba el autobús de regreso a Alcalá, donde seguiría con su vida normal, de entrenamientos y gimnasio, hasta que alguien descubrió los cuerpos y todos sus planes se fueron al traste.

Había llegado a España, animado por su tío Walfran Campos, hermano de Marcos, para tratar de convertirse en un futbolista de élite. Entró en el equipo de fútbol de Torrejón y se apuntó en el gimnasio. Sin embargo, y pese a entrenar a diario, en cinco meses no tenía ni un solo amigo. "Todas sus relaciones estaban basadas en el beneficio que obtenía de ellas; en realidad, estaba solo y su único gancho era su familia", relatan fuentes de la investigación. Todos le recuerdan como un tipo introvertido que "iba a lo suyo".

Los cadáveres fueron encontrados el pasado 18 de septiembre, después de que un vecino llamase a la Guardia Civil de Horche, el pueblo de referencia, quejándose por el fuerte olor. Arrancaba en ese momento una investigación que lograría resolver uno de los crímenes más espeluznantes de la historia reciente de España.

"Sentí un odio irrefrenable; tenía que matarlos". ¿Pero por qué? "No sé, algo se me mete en la cabeza, ayúdenme a sacarme eso de la cabeza", declaraba este pasado fin de semana a los investigadores y al juez del juzgado número 1 de Guadalajara que ha instruido el caso.

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Dos armas distintas para matar

Patrick, que reconoce el cuádruple crimen con frialdad, no responde a ninguna pregunta concreta acerca de cómo llevó a cabo los asesinatos. ¿Qué hizo con las armas usadas? Supuestamente, usó una para matarles y otra para seccionar los cuerpos. ¿De dónde sacó las bolsas donde los metió o la cinta americana con la que precintó las bolsas? Tampoco dice nada sobre qué hizo con todo lo que usó para limpiar la escena del crimen. Se limita a contar que se llevó los móviles de las víctimas y algunos de los enseres de su familia. 

Por muy poco, por una hora no lo pilló la Guardia Civil el día que voló a Brasil, el pasado 22 de septiembre, dos días después de que se hallasen los cuerpos. Hizo escala en Portugal, donde tampoco llegaron a tiempo para apresarle. Ya en Brasil, vieron por las cámaras de seguridad cómo el padre, con quien tenía previsto un viaje por Europa entre finales de octubre y mediados de noviembre, le esperaba en el aeropuerto. Había adelantado un billete de regreso previsto para el 16 de noviembre, cuando ambos regresarían supuestamente a Brasil.

"No se nada de mi hijo", mintió el padre a los investigadores cuando le llamaron por teléfono. Tan solo habían pasado cuatro días desde que habían hallado los cuerpos y ya habían puesto el foco sobre "un quinto miembro de la familia" que parecía huir. Eso mismo les dijo Patrick a sus padres y a su hermana Hanna, abogada. "Temía ser el siguiente", les mintió para que le protegiesen. 

Su ADN fue encontrado en uno de los cuchillos del juego de chef profesional, el mismo que permanecía completo en la cocina de la familia. "Es normal, ha convivido con ellos durante meses", se defendieron él y su familia desde Brasil de unas acusaciones que cada vez se ponían más serias y que ya descartaban completamente la hipótesis inicial de que fuese "un ajuste de cuentas" cometido por "sicarios profesionales". Su ADN también estaba en los nudos de las bolsas donde estaban los cuerpos y en la cinta americana y en alguna gota de sudor sobre el suelo. Además, su móvil le ubicaba exactamente en Pioz la tarde del 17 de agosto y la mañana del 18. Desde ese mismo día, nadie más volvió a recoger el pan que llevaba el panadero hasta la reja de la entrada, el mismo que facilitó a los investigadores el teléfono de Marcos. Demasiadas coincidencias comprometidas para declararse inocente.

Tratado de alcoholismo

Su tío Marcos sabía de la brutal agresión que protagonizó Patrick contra un profesor a los 16 años en un instituto de Brasil y de que había sido tratado por temas de alcoholismo. Empezó a sentirse incómodo por el trato que tenía con su mujer y sus hijos. Incluso llegó a decirle a algunos compañeros de su trabajo que su sobrino "estaba obsesionado con Janaina". La convivencia se enrarecía por días. Patrick pasaba tiempo encerrado en su habitación. Hasta que la familia decidió mudarse sin él. "Eso le enfureció", aseguran fuentes de la investigación, pese a que durante los interrogatorios "él ha negado estar obsesionado con su tía". Es el único móvil posible, pero él lo niega.

Tras pasar casi un mes recluido en la casa de sus padres de Brasil, habiéndose declarado inocente ante la policía brasileña, en presencia de su abogado, su hermana voló a España para conocer las pruebas que obraban en su contra. La contundencia de las evidencias le hizo regresar a Brasil para convencer a Patrick de que se entregase en España: "En una cárcel brasileña no sobreviviría ni un mes".

Un vuelo monitorizado

Patrick tomó un vuelo el pasado martes a las 23.30. Pese a que pesaba sobre él una orden de detención internacional la policía brasileña le dejó salir del país o fallaron sus controles, porque se subió solo al avión. Solo su hermana lo sabía. Él le dijo a sus padres que iba "a aclarar las cosas a España". Viajó durante 10 horas junto al resto del pasaje y la tripulación a sabiendas de que iba a entregarse. La Guardia Civil tuvo conocimiento de que iba en ese vuelo horas después de que hubiese despegado y, temerosos de lo que pudiera ocurrir a bordo, decidieron monitorizarlo hasta que aterrizó en Barajas. Allí, a los pies de la escalera, le pusieron las esposas, al ya conocido a este y al otro lado del océano Atlántico como "el asesino de Pioz".

Desde el viernes, que confesó ante el juez, duerme en la prisión de Alcalá Meco. Pero todo indica que acabará en un módulo psiquiátrico sometido a tratamiento. Ser "un psicópata de libro", como le definen los investigadores, no le exime del delito. "Los psicópatas saben lo que hacen. Por eso tratan de destruir sus huellas, de huir y, como Patrick, tienen una memoria selectiva en sus declaraciones".

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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