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ERNESTO SAMPER | EXPRESIDENTE DE COLOMBIA

“Un plebiscito sería la mejor forma de refrendar los acuerdos con las FARC”

El abogado y expresidente de Colombia considera "descabellada" la petición de las FARC de convocar una asamblea constituyente para ratificar los acuerdos y considera que se les debe abrir a los guerrilleros la puerta a la participación política

Pablo Ximénez de Sandoval
Ernesto Samper, la semana pasada en Madrid.
Ernesto Samper, la semana pasada en Madrid.LUIS SEVILLANO

El expresidente de Colombia Ernesto Samper Pizano (Bogotá, 1950) estuvo en Madrid para hablar sobre el libro Drogas, prohibición o legalización. Una nueva propuesta (Ed. Debate). En él, desarrolla un argumento en el que viene insistiendo hace décadas y que ahora, por fin, parece que se abre paso en algunos foros políticos: el fracaso de la estrategia de criminalización de las drogas, el enorme costo social y democrático de esa batalla y la necesidad de buscar alternativas de regularización de esos mercados. Pero en su visita, Samper no pudo eludir hablar allí donde fue sobre la negociación de paz entre el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC, la guerrilla más numerosa y antigua de América Latina. Samper fue jefe del Estado entre 1994 y 1998. Preguntado por la autoridad de los expresidentes para dar lecciones, bromea: “Somos como los viejos de la tribu, cuyo papel es decirles a los jefes jóvenes lo que tienen que hacer”.

En el tema de las drogas, Samper empezó a decir hace 30 años que había que regularizar la marihuana que por entonces empezaba a introducirse en Colombia. La criminalización de las drogas nunca ha avanzado un milímetro, ni con él como presidente. “En mi época no existía el espacio para avanzar en una política distinta como se puede avanzar hoy día. Santos tiene espacios para moverse, como el presidente de Guatemala o el de Bolivia”.

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Samper habla del consenso internacional de perseguir criminalmente las drogas casi en términos de conspiración. “Hay muchos intereses económicos legales e ilegales en la guerra contra las drogas”. Empezamos por los ilegales. “Por supuesto, los narcotraficantes. Es uno de los negocios más rentables. A los narcotraficantes es a los primeros a los que no les interesa la legalización. Los narcos juegan con el riesgo que pone la prohibición. Si se mira el precio de una dosis de cocaína en Nueva York, el 10% corresponde a lo que recibe el productor colombiano. El 90% restante es el riesgo de colocar la coca en Nueva York. Y ese riesgo depende de la campaña prohibicionista. Cuanta más prohibición, más riesgo, cuanto más riesgo, mayor utilidad y permanencia en el negocio”.

Pero el expresidente también describe los intereses legales en que la guerra contra las drogas continúe. “Están las agencias de control y de lucha contra las drogas, que viven de esto, y tampoco les interesa que cambie y detener la represión. ¿A quién le interesa reemplazar policías por maestros? ¿O carceleros por médicos? Porque, al final la propuesta es cambiar la represión por la prevención, que es mucho más rentable en términos económicos”. Los actores internacionales que se oponen a la regularización operan “a través de los mecanismos institucionales que se establecieron en la ONU”. Samper habla de un “vaticano de la prohibición, que es la Junta de Estupefacientes, radicada en Viena. No es impenetrable, pero ahí mandan los países con capacidad de vetar todo lo que implique un cambio de política”.

No se negocia con alguien que lleva 50 años en la selva para decirle que se pase 40 años en una cárcel
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Samper se pregunta en el libro si las drogas son malas porque son ilegales o son ilegales porque son malas. “La prohibición es un tema muy relativo. En el siglo XIX la cocaína era un anestésico. El opio lo fue en la I Guerra Mundial. Lo que trata de demostrar el libro es que la prohibición, más que obedecer a la sustancia misma, es una decisión más política que otra cosa”.

El expresidente Samper quiere un cambio ante la evidencia de que “con la política actual hay 300 millones de consumidores”. “La alternativa no pretende hacer apología de las drogas, sino sectorializar su mercado para que los sectores más vulnerables queden realmente protegidos”.

Convocar una asamblea constituyente para ratificar los acuerdos [como propone las FARC] es descabellado

La visita a Madrid se produce en plena polémica provocada por la demanda de las FARC de que cualesquiera que sean los acuerdos a los que se llegue en las conversaciones de La Habana, que ha cumplen medio año, estos sean refrendados por una asamblea constituyente. “Me parece descabellado. Es el peor mecanismo para la refrendación, porque se podría llegar al peor de los escenarios, una asamblea enemiga de los acuerdos que los reforme o los hunda”. Samper advierte así del peligro de que los partidarios de los acuerdos no logren en esa asamblea la representación suficiente para defenderlos.

El tema es capital. “La supervivencia de los acuerdos depende de que haya una refrendación”, asegura el expresidente. La fórmula que él propone es el voto popular. “El mecanismo que más me gusta es el plebiscito. Que se sometan todos los acuerdos a votación. Todo o nada”. Samper advierte también contra una fórmula intermedia, que parece estar últimamente encima de la mesa. “Creo que el Gobierno es más tímido. Está pensando en una consulta no vinculante, que incluso no permitiría pronunciarse sobre el texto de los acuerdos”. Samper subraya que el mecanismo de refrendo debe ser vinculante. Un plebiscito, insiste, “sería una decisión popular que daría gran solidez a los acuerdos”.

Hay muchos intereses económicos legales e ilegales en la lucha contra las drogas

Samper transmite un discurso entusiasta sobre el proceso de paz. Reconoce además que a esta situación se llegó gracias a la política de mano dura del expresidente Álvaro Uribe (2002-2010). “Creo que Uribe hizo una buena tarea. Devolvió a las FARC a su condición original de ser un grupo a la defensiva y sobre eso se está montando el proceso. Si Uribe no hubiera conseguido los éxitos que consiguió en reducir la capacidad operativa hoy no se podría hablar de paz. Me sorprende que él no lo entienda así”. Hoy, Uribe es el opositor más recalcitrante al presidente Santos, que fue su delfín y ministro de Defensa, y considera la negociación una rendición del Estado. Uribe, con 2,3 millones de seguidores en Twitter, se dedica a “poner tuits en las ruedas al presidente”, en palabras de Samper.

Samper explica que cuando se fue el presidente Andrés Pastrana (1998-2002), había siete frentes guerrilleros sobre Bogotá. La ofensiva de Uribe los redujo al sur del país. Si la política de Uribe fue acertada y logró el repliegue de las FARC y su debilitamiento, ¿por qué era necesario cambiarla por una negociación política? “Llegó a su máxima capacidad”, explica el expresidente Samper. “A partir de este momento, los costos en vidas y en destrucción material, ambiental y tejido social de profundizar la estrategia para llegar a una pax romana, de aniquilación del contrario, son muy altos para el país. Este es el momento de abrir un canal de escape, que es la salida política negociada”.

Los expresidentes somos como los viejos de la tribu, estamos para decir a los jóvenes lo que hay que hacer

En cuanto a la realidad de esa paz, Samper, como venerable viejo de la tribu, habla sin tapujos de lo que vendrá. Colombia debe prepararse para convivir con los asesinos en las calles de sus pueblos y ciudades. Incluso sentados en su Parlamento. “Si el país no está preparado tiene que prepararse. Lo que no se puede pedir a una persona que lleva 50 años matándose en la selva por unas reivindicaciones, con el empleo equivocado de las armas, es que deje las armas y se meta en una cárcel 40 años. O que se vayan a manejar un taxi en Bogotá”. Los guerrilleros de las FARC solo vana dejar las armas si es “para cambiar los espacios armados por espacios políticos y democráticos”.

Ante esta perspectiva, Samper rechaza el término impunidad. “Esto es una guerra sin final. Ninguno ha podido ganar”. La integración de los guerrilleros a la vida civil será “una derrota democrática”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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