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Rusia mueve ficha en el Ártico

Los planes de Moscú sobre el futuro de la región más septentrional preocupan a los ecologistas

Pilar Bonet
El presidente ruso, Vladimir Putin, habla en la conferencia de Salejard.
El presidente ruso, Vladimir Putin, habla en la conferencia de Salejard.ALEXEY DRUZHININ (AFP)

El diálogo ha reemplazado a la Guerra Fría entre los países ribereños del Ártico y los países, organismos y sujetos implicados en el futuro de este oceano considerado la nueva frontera del desarrollo de la Humanidad. Así se ha puesto de manifiesto en un foro internacional que, auspiciado por la Sociedad Geográfica de Rusia, se ha celebrado el 24 y 25 de septiembre en Salejard, una ciudad a 2500 kilómetros de distancia de Moscú que es la capital de la Región Autónoma de Yamalia-Nenetsia. Esta unidad administrativa que, por su extensión (cerca de 750.000 kilómetros cuadrados) equivale a una España y media, está poblada por apenas medio millón de personas y proporciona el 90% del gas que consume Rusia, siendo el lugar de origen del combustible que circula por gasoductos en dirección a Europa.

En lo que va de siglo, el Ártico se ha convertido en un “nuevo terreno de juego global”. Lo dijo el miércoles el presidente de Islandia Ólafur Ragnar Grimsson, uno de los dirigentes que, junto con el presidente ruso, Vladímir Putin, y el finlandés Sauli Niinistö, participaban en el foro, que es el tercero en su género y reune a estadistas, políticos, analistas, a sí como representantes de pueblos autóctonos del Ártico. Estos pueblos de demografía menguante y lenguas en vías de extinción son miembros del Consejo Ártico, entidad que además de Rusia, Islandia, Finlandia, reune a cinco estados más (EEUU, Canadá, Dinamarca, Noruega, Suecia). Este año, China ha sido admitida con carácter de observador en el Consejo, que fue creado en 1996. China está interesada en financiar proyectos regionales en el Ártico, pero los criterios de desarrollo económico de Pekin provocan aprensión en medios ecologistas.

El problema básico con el que se enfrenta el Consejo Ártico es buscar una fórmula de equilibrio entre el desarrollo económico en una zona muy frágil y la preservación del medioambiente y el entorno ecológico, que se ve gravemente afectado por el cambio climático.

Plasmación práctica de los conflictos que afectan al Ártico ha sido el incidente entre los activistas del buque Arctic Sunrise, de la organización Greenpeace, y los guardafronteras rusos, cuando la semana pasada los activistas intentaron escalar la plataforma de perforación de Prirazlómnaya, que pertenece a Gazprom y se encuentra el mar de Péchora (parte del mar de Barents). Los guardafronteras se apoderaron del barco y llevaron a los activistas a la ciudad de Murmansk, donde fueron interrogados. Allí, podrían ser acusados de piratería, lo que podría acarrearles hasta 15 años de cárcel.

En Salejard, Putin abordó la situación de Greeenpeace por iniciativa propia. “Es evidente que no son piratas, pero formalmente intentaron apoderarse de esa plataforma y nuestros guardafronteras, nuestras fuerzas de seguridad, no sabían quién estaba intentando ocuparla (...), y eso ocurría sobre el telón de fondo los acontecimientos que tenían lugar en Kenia”, manifestó Putin, quien opinó, sin embargo, que los activistas de Greenpeace han infringido el derecho internacional. Putin señaló que sería mejor si los representantes de Greenpeace hubieran participado en el foro de Salejard.

Gazprom y Rosneft son las dos compañías rusas con participación estatal mayoritaria responsables de explotar la plataforma continental ártica de la Federación Rusa. Mientras Rosneft ha establecido alianzas con compañías occidentales como la estadounidense ExxonMobil, la italiana Eni y la noruega Statoil, Gazprom actúa hasta ahora en solitario y la plataforma de Prirazlomnaya es un proyecto de ingeniería ruso en el que se ha invertido mucho tiempo y un proyecto que, según los ecologistas, no contempla medidas adecuadas para el caso de un vertido.

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“Gazprom se ha negado a dialogar”, señalaba Alexandr Shestákov, director del programa del Ártico global del World Wildlife Fund (WWF) de Canadá. En 2012 Greenpeace y WWF elaboraron un informe sobre la falta de un plan adecuado de emergencias y denunciaron entonces que el monopolista de la exportación del gas ruso se había limitado a una lista instrumentos rudimentarios como “cubos y palas” para el caso de un vertido. Una segunda lista de equipo mejoró algo las previsiones, pero Gazprom siguió negándose a dialogar con los ecologistas, señaló Shestákov.

Los residuos de la Guerra Fría permanecen en el Ártico en forma de chatarra militar e industrial. Con ayuda de dos “universidades” flotantes en las que viajan diversos especialistas y estudiantes, Rusia ha iniciado una campaña de recogida de “basura” en diferentes lugares de su costa del Ártico, al tiempo que cuida sus intereses geoestratégicos y restablece la presencia que, por razones económicas, se vio obligada a reducir tras la desintegración de la URSS. En ese sentido, Moscú ha iniciado la reapertura este mes de septiembre de una base militar en las islas de Nueva Siberia, en las costas de Siberia Oriental.

La disminución de la superficie helada sobre el Ártico y la mayor fragilidad del hielo obligó a Rusia el pasado mayo a su estación polar flotante, una plataforma de investigaciones que se va instalando directamente sobre el hielo a la deriva cuyo origen se remonta a los años treinta del siglo pasado. En Salejard, el ministro de Recursos Naturales, Serguéi Donskói, manifestó que se está estudiando la posibilidad de diseñar una nueva estación flotante que sea independiente de la situación y resistencia del hielo.

Rusia está interesada en el desarrollo de la Ruta Marítima del Norte que permitirá llevar mercancía desde la zona asiática a Europa con un considerable ahorro de tiempo. Para desarrollarla, Moscú estimula las actividades de sus astilleros con el fin de construir nuevos rompehielos. En el Ártico hay zonas de diferente dificultad para la navegación y uno de los problemas, según afirmaba Aqqaluk Lynge, presidente del Consejo del Círculo Polar de los Inuitas, es que muchos de los buques cruceros que se aventuran en esas regiones no tienen un doble casco, con lo que se convierten en “potenciales Titanics”. “El Ártico no debe ser una zona de experimentos”, dijo Lynge, oriundo de Groenlandia y miembro de una comunidad del Ártico que cuenta con unos 170.000 representantes. Manifestó también que la reducción de la capa de hielo está afectando gravemente a la cultura de los trineos arrastrados por perros. Entre los animales que padecen la reducción de los hielos del Ártico está el oso polar, que se enfrenta con mayores dificultades para encontrar comida, y las morsas. Al oso polar, que cuenta con las simpatías y la protección de Putin, se le dedicará un simposio en diciembre en Moscú.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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