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Sarkozy vuelve a la política para frenar el auge del Frente Nacional en Francia

El expresidente rechaza la vía hacia “la humillación y el aislamiento” en los que desembocaría Francia si Marine Le Pen alcanzase el poder

Carlos Yárnoz

La vuelta de Nicolas Sarkozy (59 años) a la primera línea de la política francesa ha desembocado en escasas horas en el prematuro arranque de la campaña para las elecciones presidenciales de 2017. Quien fue presidente de 2007 a 2012 se presenta como el líder capaz de “unir a los franceses” para superar la profunda crisis económica y política que sufre el país. Pero también como la única figura capaz no solo de vencer a los socialistas hoy en el poder, sino también al ultraderechista Frente Nacional (FN), que según los sondeos sería el más votado si esas elecciones se celebraran ahora.

“No quiero que mi país sea condenado a la única perspectiva de la humillación y el aislamiento, que es la del FN”, ha declarado en la noche del domingo Sarkozy a la cadena France 2. Argumentó que “la desesperanza, la cólera y la ausencia de perspectivas” lleva a muchos franceses a pensar que soluciones del FN, como las que propone contra los inmigrantes, pueden ser válidas.

“La señora Marine Le Pen [líder del FN] se equivoca alegrándose de mi regreso”, había declarado horas antes Sarkozy a la publicación Le Journal du Dimanche. El viernes, poco antes de que el expresidente oficializara su anunciado regreso, Le Pen aseguró que esperaba la noticia "con impaciencia". “Es un buen candidato para el FN”, aseguró. Sarkozy, en todo caso, piensa que la división clásica izquierda-derecha está superada, y que él se propone crear una alternativa.

Pese a negarlo en público --“Jamás he pretendido ser un salvador”--, el expresidente entra en liza como el líder adecuado para poner remedio a una situación que describe en términos catastróficos. “En 2014, es la quiebra de Francia la que puede arrastrar a la quiebra de toda Europa”, alerta.

Para empezar su misión, Sarkozy se plantea reinventar su partido (la UMP, el mayor de la oposición, con 191 escaños), cambiarle el nombre e intentar acuerdos con los centristas de la Unión de Demócratas e Independientes (UDI, que tiene 30 escaños) para frenar el imparable ascenso del FN, que ya fue en las europeas de mayo la fuerza más votada (26% de los sufragios).

"Comienza una larga marcha", comenta el expresidente en referencia a su intención aún oculta de ser candidato presidencial en 2017
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Si las elecciones presidenciales se celebraran ahora, Le Pen ganaría con alrededor del 30% de los votos. Según una encuesta del Instituto Francés de Opinión Pública (Ifop) publicada este mes por el diario Le Figaro, solo se le acercaría el propio Sarkozy con un 25% de apoyo, seguido por Alain Juppé (24%), hoy el mayor rival del expresidente en la UMP que ya ha presentado su candidatura para 2017. Tanto Sarkozy como Juppé, en cambio, ganarían a Le Pen en una segunda vuelta para elegir al inquilino del palacio del Elíseo.

Sarkozy aspira a liderar esa nueva formación de centro-derecha. El 29 de noviembre, la UMP elegirá a su nuevo líder. "No anunciaré que soy el candidato a las presidenciales. Eso será en otro momento". Pero ya está señalando quiénes son sus enemigos: Juppé, el primero, como también su compañero de filas François Fillon. "Los necesitaré", ha comentado este domingo sobre los dos. Y, desde luego, combatirá a Hollande -frente a quien perdió por poco en 2012 (51,63% contra 48,36%)- y Le Pen, que ha convencido a los franceses de que es una fuerza más con capacidad de ganar.

“Comienza una larga marcha”, ha dicho Sarkozy. Esa larga marcha hacia el Elíseo que supone una campaña de 32 meses arranca a la mitad del mandato de Hollande, hundido en la valoración ciudadana (13% de apoyo ciudadano) tras la tormentosa rentrée posveraniega. Para Sarkozy, Hollande --“No pienso nada de él”, le despreció ayer en televisión-- se ha dedicado a “demoler” la obra que él había hecho como presidente. Le acusó además de engañar a los franceses por incumplir sus promesas. “Yo no miento”, dijo.

Mientras, el futuro de Hollande está en el aire. “Terminaré este mandato, plenamente, sin preocuparme de mi popularidad”, afirmó el jueves. Para el actual jefe del Estado y para su primer ministro, Manuel Valls, su vía reformista es la única opción posible para Francia. Pero los resultados no llegan y, de no hacerlo en estos 32 meses, las opciones de Hollande y de cualquier otro candidato socialista serán mínimas. “La vuelta de Sarkozy no cambia nada”, ha señalado Valls. “Necesitamos tiempo. Los resultados tardan en venir, lo sé”, señaló el presidente de la República.

Tiempo es lo que también necesita Francia para ordenar sus cuentas públicas. París ha pedido otros dos años de prórroga, hasta 2017, para cumplir sus compromisos con Bruselas para rebajar su déficit al 3%, como exige el Pacto de Estabilidad.

Valls se reúne este lunes en Berlín con la canciller Angela Merkel con un doble objetivo: su apoyo para esa prórroga y su impulso a una política europea de estímulos para superar el estancamiento de la economía francesa. La respuesta la conoce: flexibilidad sí, pero si va acompañada de reformas creíbles.

Ese tiempo que Hollande y Valls necesitan para ver resultados será crucial también para Sarkozy en el terreno judicial. La justicia le investiga en media docena de casos de corrupción. Es ése su techo de cristal. Salvo que demuestre, como dijo en julio tras ser detenido, que la justicia está ”instrumentalizada” contra él.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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