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El rebaño disperso del papa Francisco en Estados Unidos

El pontífice viajará a un país con 30 millones de fieles perdidos y obispos conservadores

El Papa recibió a Obama en marzo en el Vaticano.
El Papa recibió a Obama en marzo en el Vaticano.REUTERS

Un rebaño disperso y unos pastores en estado de conmoción son los grandes desafíos que Francisco deberá afrontar en su primera visita a Estados Unidos en septiembre de 2015. El viaje, anunciado por el propio Papa el lunes de forma discreta, inopinada casi, encierra alguno de los retos más importantes que la Iglesia de Roma afronta estos días. Unos 30 millones de estadounidenses han abandonado la fe católica en los últimos años, mientras buena parte de sus conservadores obispos, acosados por los escándalos de pederastia, aguardan al Papa con respeto pero también con un indisimulado escepticismo, cuando no oposición, por su aperturismo hacia cuestiones hasta hace poco tabú, como las parejas de hecho, los matrimonios homosexuales o la comunión de las personas divorciadas.

“Francisco ha provocado una enorme esperanza, especialmente para los católicos de Estados Unidos, de los que el 90% abraza las conclusiones y reformas del Concilio Vaticano II. Los católicos americanos se sentían decepcionados con Benedicto XVI. Ahora tienen la sensación de que estamos de nuevo en el camino. La visita del Papa es muy necesaria”, comenta a EL PAÍS Thomas Groome, profesor de la Escuela de Teología del Boston College.

El Papa visitará Filadelfia para atender un encuentro internacional y se especula si aprovechará su viaje para acudir a otras ciudades, como Nueva York. Francisco visitará un país que le admira (el 80% de las católicos y el 50% de la población en general tenía una opinión muy favorable de él en el primer año de mandato, según una encuesta de la cadena CBS), pero en el que la Iglesia acusa un marcado retroceso en un mercado espiritual muy dinámico por las pujantes comunidades evangelistas. Solo la presencia de una población inmigrante mayoritariamente católica ha mitigado este efecto.

Pero los 78 millones de católicos de EE UU son una realidad menguante. “El 70% de los que han dejado de ser católicos lo atribuyen a que no reciben el aliento espiritual que necesitan. Algo, sin duda, se está haciendo mal. El Papa debe estar muy preocupado porque lo que demuestran los datos es que la Iglesia está fuera de la realidad”, añade Groome.

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Los católicos constituyen el 24% de los casi 320 millones de habitantes de Estados Unidos. Los protestantes, muy fragmentados, son el 51%. El catolicismo es la religión que más adeptos ha perdido. Un tercio de los que crecieron como católicos asegura haber dejado de serlo. Esto significa que el 10% de los estadounidenses, unos 30 millones, ha abandonado la Iglesia de Roma. La inmigración ha suavizado este retroceso: entre la población adulta extranjera el 46% se declara católico frente a un 24% de protestantes.

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Los 54 millones de hispanos de Estados Unidos, una población más numerosa que la de cualquier país suramericano con la excepción de Brasil y México, no son ajenos a este fenómeno. Casi un cuarto de los adultos que crecieron en el catolicismo han abandonado tal afiliación, mientras que solo el 2% de lo que nacieron en otra fe han hecho el camino inverso, según un reciente estudio del centro Pew de investigación.

“Aunque es cierto que hay un retroceso en la Iglesia en Estados Unidos, no creo que el viaje del Papa responda a una preocupación por el número de católicos. Creo que tiene más que ver con la autenticidad del mensaje, con renovar la fe”, señala a EL PAÍS Dennis Doyle, teólogo de la Universidad de Dayton, experto en el Concilio Vaticano II y unos de los que vaticinó la llegada de un Papa latinoamericano. Sean cuales sean las intenciones de Francisco, la semana pasada la archidiócesis de Nueva York anunció que 122 parroquias se reducirán a 55, y que 31 templos cerrarán.

Como en América Latina, muchos hispanos de EE UU han dejado el catolicismo para unirse a las iglesias protestantes, que acogen al 22% de esa población. En la actualidad, el 55% de los latinos son católicos, frente al 67% del año 2010.

En medio de esta realidad, los obispos estadounidenses se reunieron la semana pasada en Baltimore. El encuentro permitió constatar la inquietud que el mensaje de Francisco ha generado entre sus filas. Superada, de momento, la tormenta de los escándalos de pederastia, que llevaron a muchas diócesis a declararse en suspensión de pagos como consecuencia de las indemnizaciones que tuvieron que pagar, el problema ahora es cómo digerir las propuestas innovadoras del nuevo Papa.

“Sin duda hay más tensión en la Iglesia y entre los obispos, pero en el buen sentido de la palabra. Antes todos estaban en un mismo sitio, ahora hay un debate mucho más dinámico sobre cuestiones que para algunos son difíciles de aceptar. Quizá el péndulo ha estado demasiados años en un lado y ahora se mueve hacia otra dirección”, opina Doyle.

De momento, algunos obispos de EE UU se han mostrado desafiantes con Francisco. El arzobispo Charles Chaput, de Filadelfia, afirmó que una reciente conferencia con el Papa celebrada en el Vaticano le había producido confusión, “y la confusión es del diablo”. El cardenal Raymond Burke afirmó que existe la sensación de que la Iglesia es ahora un “barco sin timón”. Su actitud con el nueva Papa ha supuesto para Burke ser relevado como prefecto del más alto tribunal del Vaticano.

“Francisco ha levantado el veto sobre muchos temas de los que antes no se podía hablar. Es un gran mensaje para la Iglesia, pero genera controversia. Algunos obispos americanos están en estado de shock, confundidos. Es lógico, pues los anteriores papas nombraron obispos muy conservadores, de forma desproporcionada”, afirma Thomas Groome.

En la reunión de Baltimore, todos los presentes aclamaron al cardenal Francis George, antiguo presidente de la conferencia episcopal que cesa ahora como arzobispo de Chicago. Entre los que aplaudían estaba Blase J. Cupich, quien ocupará el puesto de George desde su modesta diócesis de Spokane (Washington), pasando por delante de otros obispos más conocidos por expresa decisión del papa Francisco.

La reunión de Baltimore se produjo semanas después del sínodo celebrado en Roma sobre el matrimonio y la familia. El próximo año, después de su visita a EE UU, está previsto otro. La división entre obispos progresistas y conservadores está más viva que nunca. Superados los 20 primeros meses del pontificado de Francisco, muchos obispos están reclamando más claridad en los mensajes. "El Papa dice cosas maravillosas, pero ¿qué es lo que quiere que hagamos?”, se pregunta el cardenal Francis George, de 77 años. “Me gustaría sentarme con él y decirle: Santo Padre, en primer lugar, le doy las gracias por dejar que me jubile. ¿Podría hacerle algunas preguntas acerca de sus intenciones?".

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