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“Me traje la vida entera a Alemania”

Mirian Zambrano, una de los 128 varados de Erfurt, emigró a Weimar por una oferta “segura” Con dos hijos a su cargo, ahora espera un contrato en una casa de Cáritas

Zambrano y sus dos hijos, en la casa de Cáritas en Weimar.
Zambrano y sus dos hijos, en la casa de Cáritas en Weimar.J. G.

Mirian Zambrano se trajo a Alemania “la casa entera” cargada en un Ford Focus que condujo durante dos días desde Madrid. Con ella venían sus dos hijos, Íñigo y Beatriz, de 13 y 12 años, así como la promesa de un contrato de trabajo “repetida” por Sven Knierenschild. Iba a ser “llegar y firmar el contrato”, recuerda Zambrano en el semisótano de Weimar que Caritas ha puesto a su disposición para las próximas semanas. Nacida en Ecuador hace 33 años, Zambrano ya había emigrado a España y no le pareció “gran cosa” recorrer “unos cuantos kilómetros más” hasta Alemania. Las promesas de Knierenschild eran tentadoras: viaje subvencionado, ayudas públicas y un contrato seguro en Erfurt, la capital del land alemán de Turingia. Como para 127 españoles más, lo que se anunciaba como un gran paso hacia una vida mejor se convirtió en una rocambolesca odisea que defraudó todas sus expectativas.

El propietario y único empleado de la empresa de Las Rozas (Madrid) Sphinx Consulting S.L. le había asegurado que la formarían y ella pensó que, en tal caso “no sería un problema”. La residencia de ancianos que la empleaba en Madrid le había anunciado que no le renovaría su contrato de un año. Así que, a Alemania.

Al llegar pasó varias noches en el pequeño Focus, porque se le acabó el dinero y ni Knierenschild ni su socia de Erfurt Kerstin Schmidt habían organizado una vivienda. En una conversación grabada por Zambrano, puede oírse la voz de él, diciéndole, con nerviosismo indudable, que había “cometido un error muy grave” al traerse a los niños. Ella pregunta adónde debe dirigirse para obtener el contrato y las ayudas públicas prometidas. Él da largas y promete llamar. Habían contactado con él a través de un anuncio del alemán en Madrid. Le pidió la documentación con la siguiente promesa: “Si los empresarios alemanes están interesados, te llamaré; querrá decir que ya tienes empleo y ayudas”. Le llamó a las tres semanas. Pero contrato no hubo nunca y, sin él, tampoco ayudas.

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La “vida entera” de Zambrano está ahora en una sala de 25 metros cuadrados en un hogar de acogida de Caritas en Weimar, localidad muy próxima a Erfurt: tres camas en fila, hechas de colchones apilados. Un reproductor de DVD con fotos enmarcadas de los dos niños y varias barras con mucha ropa colgada. Ellos son valencianos; ella ecuatoriana de nacimiento pero nacionalizada española en 2008. El jueves combatían el frío otoñal en la típica colonia de torres de hormigón de la República Democrática Alemana (RDA) con una estufa eléctrica. Caritas le tramitó un trabajo de limpiadora en una cafetería del célebre casco antiguo de Weimar. Cuando tenga contrato se mudará a un piso de protección oficial. Ahora ya ve mejor las cosas.

Mucho más enfadado se mostraba a mediodía el manchego Diego López ante estación central de Erfurt. El toledano de 21 años, es auxiliar de enfermería y dejó su empleo en España para aceptar la oferta de formación profesional que, según le dijeron, le convertiría aquí en enfermero titulado. Trabajaba en una residencia para personas con deficiencia. En agosto asistió a una “sesión informativa organizada” por la Junta de Castilla-La Mancha. El aparente auspicio público del programa por parte de la Junta le convenció para presentarse. Le dieron el sí a los dos días de presentar su solicitud. Llegó a Erfurt el día 28: “Nos llevaron a un hostal inmundo, sin comida ni agua”. Schmidt y Knierenschild, dice, esperaban que compartieran colchón en esa residencia, porque “no había camas para todos”.

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Las autoridades alemanas han convocado este viernes una reunión para resolver la situación laboral de las decenas de los 128 que aún quedan por colocar y para buscar alojamientos alternativos para los que están en peores condiciones. Acudirán el ministro de Economía de Turingia, Matthias Machnig; la directora general de Empleo y Juventud de Castilla-La Mancha, Esther Baos, y representantes de la Embajada española y de la patronal local.

Con cara de asombro, indignado, López explicaba que “nadie sabía” que estaban allí, “ni la Embajada ni la Junta” de Castilla-La Mancha. Cree que “todavía hay gente por ahí perdida”. El joven ni se plantea regresar. Tampoco Zambrano, quien espera que los culpables del caos reciban “algún tipo de escarmiento”.

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