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¿Qué hago con mi móvil viejo?

Los celulares en desuso pueden depositarse en puntos limpios o incluso venderse, pero muchos dueños siguen sin saber cómo deshacerse de ellos

Haga un pequeño ejercicio de memoria y recuerde qué hizo con su primer teléfono móvil, aquel contundente zapatófono que hoy más parecería un arma de defensa personal que un artilugio para la comunicación entre las personas. Curioso: es probable que aún esté acumulando polvo en algún cajón de casa, a pesar de que ni en la más dramática de las circunstancias prevea ponerlo de nuevo a funcionar. Usted jamás aspirará a la medalla al mérito ecologista, pero ya en su día intuyó que aquel trasto no debía acabar sus días en el cubo de la basura, entre mondas de patata y cáscaras de huevo. El problema es que quizás ignore cómo y dónde deshacerse de ese viejo cacharro tecnológico. Y si no lo ignora, puede que le pille condenadamente a trasmano de su hogar.

Teniendo en cuenta que vivimos en un país con 53 millones de líneas telefónicas móviles, muchas más que habitantes (46,6 millones), el problema puede adquirir dimensiones inquietantes. Fabricantes y administraciones parecen estar poniéndose las pilas al respecto, sí. Pero despacito, no se vayan a creer.

Imaginemos, por ejemplo, que es usted uno de los 3,2 millones de habitantes de Madrid, el municipio más poblado del país. El departamento medioambiental de su Ayuntamiento dispone de sólo 15 "puntos limpios" en toda la capital, localizaciones donde el madrileño puede depositar no sólo teléfonos sino baterías, fluorescentes, pinturas, pilas, aerosoles, aceites, bombillas o metales. "También contamos con un punto móvil en cada uno de los distritos, 21 camiones que recorren las calles en un horario determinado. Y cada vez surgen más iniciativas privadas para el reciclaje de estos aparatos", objetan en el área que dirige la concejal Ana Botella. El resultado es que, entre el 1 de enero y el 30 de septiembre de este año, los capitalinos sólo reciclaron 2.650 kilogramos de celulares viejos. Unas 13.200 unidades. Un teléfono por cada 250 habitantes.

Las administraciones locales suelen encomendar el manejo de estos residuos a un gestor privado con experiencia en la materia. En el caso de Madrid, como en otros muchos municipios españoles, esos miles de aparatos decrépitos pasan a manos de la Fundación Tragamóvil, el sistema del que se han dotado la inmensa mayoría de empresas de telefonía para canalizar la gestión de estos residuos. Nokia, Sony Ericsson, Motorola y Panasonic son algunos de los fabricantes que participan en Tragamóvil, una iniciativa en vigor desde 2001 que adquirió un nuevo impulso a partir de una directiva comunitaria, de 2005, por la que las empresas del sector electrónico han de sufragar el tratamiento de la "basura tecnológica". Además, tienen la obligación de recoger el aparato viejo.

Así las cosas, Tragamóvil se ha convertido, probablemente, en el principal "devorador" de celulares añejos que opera en el territorio español. Dispone de casi 4.000 contenedores en tiendas de telefonía, ayuntamientos, universidades, superficies comerciales o almacenes, a través de los que el año pasado deglutió 1,15 millones de kilos de móviles obsoletos. La remesa de 2007 había ascendido a 800.000 kilos, lo que parece indicar una progresión alentadora para esta modalidad de reciclaje.

Aún queda, sin embargo, mucho camino por recorrer. Lo admite el propio presidente de Tragamóvil y director de la Asociación de Empresas Españolas de Electrónica y Comunicaciones (Asimelec), José Pérez. "Lamentablemente, la tentación de deshacerse de un aparato pequeñito y poco pesado a través de la basura convencional existe y todavía genera un flujo importante", anota. "En los últimos años hemos establecido puntos de recogida en El Corte Inglés, Carrefour y Eroski, entre otras localizaciones, y cada vez se lo hacemos más cómodo a los usuarios. Pero la cultura del reciclado, en general y también con los móviles, aún es precaria en España", afirma.

La última encuesta que realizó Nokia entre sus clientes en este sentido arrojaba datos inquietantes. Sobre todo uno: sólo el 3% de los consultados incluía el reciclado del móvil entre sus prácticas como buenos ciudadanos responsables. Asimelec prefiere pensar que son "sólo" el 90% de aparatos eléctricos y electrónicos "los que se incineran o valorizan sin ningún tratamiento previo".

Si cada año dejan de utilizarse en España unos 20 millones de teléfonos móviles, es fácil sacar conclusiones: 18 millones de estos dispositivos van a la basura sin mayores contemplaciones o descansan para siempre en nuestros cajones. Al menos la dichosa crisis propicia en la actualidad un pequeño motivo de alivio: los españoles tardamos ahora 14 meses en cambiar de móvil, cuando la utilización media de estos aparatos era, a principios de 2008, de apenas nueve meses. Pueden funcionar durante mucho tiempo más, claro, pero las ofertas de las diferentes compañías y las ansias por estrenar juguetito nuevo nos han convertido en adictos compulsivos a la telefonía portátil. Veinte años después de que Motorola comercializara su primer modelo de aceptación masiva, nuestra dependencia de estos artefactos ya no tiene remedio.

Puestos a aguzar el ingenio en tiempos de apreturas, algunas empresas han sabido comprender que el reciclado de teléfonos también puede ser un negocio. Casi nadie saca provecho de un móvil que ya se ha retirado de la circulación, pero entre sus componentes hay algunos bien valiosos, como el hierro, el cobre, el vidrio o la fibra de vidrio. Convenientemente separadas y tratadas, las piezas que agonizaban en un teléfono ya desechado pueden reconvertirse en bicicletas, empastes dentales... o, claro, nuevos y flamantes móviles. Además, los teléfonos en buen uso pueden tener salida comercial en "países con menos recursos", como explica Susana Álvarez Nieto, directora general en España de la multinacional Zonzoo.

"Acumulamos muchos móviles rotos, deteriorados, que no nos servirían ni para regalarlos", enfatiza Álvarez Nieto. "Esa misma situación es aún más ostensible en cualquier empresa mediana, que puede guardar cajas con docenas de móviles desfasados". A través de su página web, cualquier propietario puede comunicar a esta empresa el modelo de teléfono del que quiere deshacerse. Un mensajero de Zonzoo lo recoge a domicilio y en pocas semanas se formaliza, por transferencia bancaria, el ingreso de la cantidad acordada.

"Nuestro margen de beneficio es muy ajustado, del 17%", revela la directora general. "La clave está en el volumen, puesto que son millares los móviles que aquí desechamos y para los que nosotros encontramos salida en otros mercados". Además de la pura transacción económica, esta firma apela a la faceta solidaria e ingresa el 5% del valor del móvil a aquella ONG que escoja el cliente. En total, las aportaciones humanitarias de Zonzoo en todo el continente europeo superan ya los diez millones de euros.

Este difícil equilibrio entre provecho económico, conciencia medioambiental y colaboración con países en vías de desarrollo resulta aún más acentuada en la propuesta de Fonebank, filial de la empresa británica Corporate Mobile Recycling, que en España dirige Pablo Giganti, un argentino de 33 años. "Hasta hace bien poco sólo se concebía el reciclado de los móviles, pero no su reutilización, que tiene un impacto medioambiental mucho menor", detalla. Durante el tiempo que residió en el Reino Unido se le encendió la bombilla de las ideas brillantes: recoger los móviles antiguos en nombre de organizaciones no gubernamentales de inequívoco prestigio, venderlos y repartir los beneficios entre las ONG y la propia empresa. Sencillo y efectivo.

Desde 2004, los aliados de Fonebank son Cruz Roja y Entreculturas, una entidad especializada en combatir los estragos del sida en el continente africano. Recientemente se ha añadido a la nómina de colaboradores el Instituto Jane Goodall, promovido por la célebre experta en primates. A lo largo de este quinquenio, la empresa de Giganti ha logrado captar 400.000 teléfonos que de otra manera habrían pasado a mejor vida. La recaudación para las organizaciones beneficiarias ronda ya los 800.000 euros.

"Cada móvil es diferente, así que nosotros desarrollamos un trabajo intensivo para separar plásticos, metales preciosos y demás elementos. Pero procesamos todos los aparatos, sea cual sea su estado. Y todos tienen su precio: desde 50 céntimos por los ejemplares antiquísimos con pantalla en blanco y negro hasta los 240 euros de los modelos más recientes", se explaya Giganti. Evidentemente, los extremos son los casos menos habituales; lo más común es que el vendedor se embolse entre 12 y 13 euros por ese terminal sobre el que ya pesaba la amenaza de jubilación irreversible.

Como siempre, la comodidad para soltar el pesado lastre de la tecnología anticuada tiene una influencia decisiva. Fonebank ha habilitado bolsas especiales en todas las oficinas de Correos, lo que equivale a unos 12.000 puntos de recogida. El 40% de los teléfonos son reaprovechados y remitidos a países como China, India o Suráfrica.

Toda esta pátina solidaria de Fonebank o Zonzoo puede resultar atractiva para una parte significativa de la población, pero curiosamente levanta ampollas entre los fabricantes de Asimelec. "Este tipo de iniciativas representan una actividad mercantil respetable, pero hacen mal en mezclar a las ONG cuando, en realidad, no hacen sino especular. Es muy fácil quedarse con las partes del móvil que tienen valor; en cambio, nos hemos encontrado cientos y cientos de cargadores abandonados donde no debían estar", explica José Pérez.

El director de Asimelec prefiere no especificar casos concretos de estas supuestas malas praxis, pero insiste en su discurso medioambiental: "A nosotros, reciclar nos cuesta dinero. Hay que ser muy riguroso con aspectos como las baterías antiguas de níquel-cadmio, que se deben controlar con una trazabilidad muy precisa".

Direcciones de interés y puntos de recogida:

www.tragamovil.es ; www.fonebank.es ; www.zonzoo.es ; www.donatumovil.org ; www.asimelec.es

Reutilizables en más de un 90%

1. El móvil que guarda usted en el bolsillo puede disfrutar de una segunda vida una vez que se harte de él. Sus componentes son reutilizables en un índice superior al 90%. El plástico comprende el 58% del aparato, el vidrio está presente en el 17% y la cuarta parte corresponde a metales del más variado pelaje: hierro, cobre, plata, incluso unos cuantos miligramos de oro. Con 50 móviles viejos podríamos reunir oro suficiente como para encargarle a nuestro joyero un buen anillo de boda.

2. Más apreciado aún es el coltán, un metal bien escaso que soporta cargas eléctricas elevadas. Figura en pequeñas cantidades en casi cualquier aparato electrónico y permite una utilización más prolongada de las baterías.

3. La composición de las baterías es, precisamente, el factor más inquietante de aquellos móviles que no se reciclan adecuadamente. Al incluir elementos como cadmio, litio o metal hidruro, una batería que acabe en un río puede contaminar hasta 600.000 litros de agua.

4. Algunos metales tóxicos que aparecen, siquiera en cantidades diminutas, en los celulares son arsénico, antimonio, berilio, cadmio, plomo, níquel y zinc. Todos ellos pueden provocar cáncer o enfermedades neurológicas en los organismos vivos.

5. Las asociaciones ecologistas del Reino Unido calculan que los terminales inutilizados en ese país rondan ahora mismo los 25 millones de unidades. Este volumen representa 2.500 toneladas de desperdicios, "lo que equivaldría a enterrar 14 Boeing 747 en los vertederos británicos cada año", según denuncian.

6. En el mundo hay 3.000 millones de usuarios de móvil. Si todos ellos reciclaran un solo aparato, se ahorrarían 240.000 toneladas de materias primas. De esta manera se reduciría la emisión de gases de efecto invernadero en la misma medida que si cuatro millones de coches dejaran de circular por nuestras calles.

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