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Columna
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El secreto de Vitoria

En 2007 la revista Monocle publicaba un manifiesto con la misión de detectar la ciudad con el mejor índice de calidad de vida del mundo. Después de mucho darle vueltas, la ciudad elegida fue Múnich por su combinación ganadora, basada en una fuerte inversión en infraestructuras, una elevada calidad de vivienda, un bajo índice de criminalidad, unos potentes medios de comunicación y una política liberal y flexible que produce ese sentimiento inspirador generalizado de Gemütlichkeit, o de sentirse a gusto consigo misma.

Vitoria-Gasteiz también se siente a gusto. Sorprendentemente, en ese mismo número aparecía una referencia con el título Vitoria's secret, donde se reseñaba que Vitoria había conseguido el premio Ciudad Sostenible de la Fundació Fòrum Ambiental como reconocimiento a los esfuerzos de un municipio que ha impulsado importantes acciones hacia la sostenibilidad. Entre otras medidas, se destacaba que el 50% de los recorridos en Vitoria se realizan a pie, que el número de bicicletas se ha triplicado en los últimos siete años y que se pretende que la totalidad de los autobuses urbanos circulen con biodiésel en 2012.

El anillo verde, el vacío delSur y los espacios libres no deberían convertirse en un cinturón de castidad
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Una de las frases célebres del activista político y perenne candidato a presidente norteamericano Ralph Nader es: "La energía solar no se ha comercializado antes porque las petroleras no eran las dueñas del sol". El trasfondo de este comentario, crítico con la sostenibilidad, concuerda con la impresión de muchos ecoescépticos que intuyen que la preocupación medioambiental de muchas empresas y administraciones locales está más orientada hacia su propio interés que hacia una verdadera responsabilidad social.

Se ha detectando recientemente un movimiento de reacción a lo eco, basado en el sentido común, que rechaza la excesiva reglamentación del urbanismo sostenible porque pone límites a la ocupación del territorio, con lo cual la originalidad de la ciencia urbana perdería la potencia creativa del urbanismo moderno.

Al concepto de belleza aplicado al urbanismo sostenible también le queda un largo camino por recorrer. Lo peor es cuando se corrobora que el colorante sólo tiñe la superficie. En muchas ocasiones, el planeamiento sostenible pinta de verde el territorio para reforzar la apariencia ecológica de unos documentos urbanísticos bondadosos, pero faltos de heroísmo y a la vez constreñidos por la legislación, por los pactos políticos y por las presiones de los ciudadanos.

La ciencia urbana contemporánea asume dentro de su esencia tres nuevos pluses: más densidad residencial, más mezcla de usos y más ecología. La mayoría de los nuevos desarrollos urbanos tratan de hacer suyos estos conceptos en los denominados ecobarrios, en los que se favorece el transporte público y las energías renovables, se incluye la posibilidad de producción agrícola dentro de los centros urbanos, se pavimenta la menor cantidad de espacio libre posible, se ocupan las cubiertas con superficies ajardinadas, se construyen edificios que se autoabastecen de energía...

En Vitoria-Gasteiz, se llevan implantando desde hace varios años medidas que apuntan en esta misma dirección. Se basan en las directrices de la Agenda Local 21, que controla tanto la contaminación urbana, la gestión del agua y los residuos como la biodiversidad o la educación y participación ciudadanas. En la revisión del planeamiento vigente, actualmente en marcha, el impulso a todas estas ecoiniciativas será bien recibido, siempre que no niegue la sorpresa de lo inesperado y que no fabrique un reglamento de normativa castrante para futuras condiciones urbanas, que hoy ni siquiera podemos imaginar.

El anillo verde, el vacío del Sur y los espacios libres, con su enorme potencialidad, no deberían convertirse en un ajustado cinturón de castidad que condicionara futuros desarrollos e infraestructuras. La revisión del planeamiento, presionada por la administración que encarga y por los grupos de poder que financian, se puede ver tentada para participar de esa condición pintoresca que pretende controlar, mediante rigurosas restricciones, la flexibilidad y el equilibrio que siempre han sido consustanciales con el compromiso medioambiental de la ciudad de Vitoria-Gasteiz. Este compromiso abierto y relajado es su bien guardado secreto.

Javier Mozas es arquitecto y director de la revista a+t.

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