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En el último minuto

¿Lo deja todo para mañana? Pues es un procrastinador. Los hay de tres tipos: los que buscan la euforia de la prisa, los que tienen miedo al fracaso y los indecisos. Para controlar este hábito hay hasta fórmulas matemáticas

Procrastinar es postergar en la norma científica. Éste es el ritual clásico: usted se ha levantado hoy dispuesto a terminar de una vez "ese trabajo". Se va al despacho y se da cuenta de que la mesa del escritorio está sucia, así que decide hacer una limpieza rápida, pero el líquido limpiador se ha terminado, se va a la cocina a buscarlo y acaba abriendo la nevera, que, por cierto, está bajo mínimos. Baja al supermercado antes de empezar "ese trabajo". En el súper decide que, ya que está, va a hacer la compra del mes. Cuando regresa a casa ya es hora de comer, se hace algo rápido, friega, ve el telediario y cuando se va a poner de lleno con "ese trabajo" nota que la silla chirría y va a por un poco de aceite porque el ruido le molesta para trabajar. A estas alturas se le ha venido el tiempo encima. "Ese trabajo" dormita un día más encima del escritorio, aunque nadie podría acusarle de no haberse pasado el día haciendo cosas.

En fin, que hablamos del arte de dejar para mañana, o pasado mañana, algo que percibimos como desagradable o complicado, lo vamos reemplazando por pequeñas actividades más o menos irrelevantes que nos crean la ilusión de estar ocupados mientras esperamos que alguien nos ilumine o nos baje la musa. Aviso: existen enormes probabilidades de que la musa no baje nunca y de que el momento óptimo no llegue jamás.

En medio de la polémica académica sobre si la procrastinación es o no un trastorno del comportamiento, la psicóloga Isabel Larraburu se manifiesta de la siguiente manera: "Se trata de un mal hábito que debe corregirse en la medida en que las personas aprenden y maduran". Sin embargo, debemos reconocer que para tratarse de un mal hábito, la psicología se ha tomado mucho trabajo en intentar explicar las causas que nos hacen autoconvencernos de que mañana será otro día radicalmente diferente en el que haremos todo lo que no hemos hecho.

El gran optimista

Una de las razones es que algunos son demasiado optimistas. "Los procrastinadores no tienen un problema con la gestión del tiempo, pero son más optimistas que el resto", opina Joseph Ferrari, profesor de Psicología de la Paul University de Chicago. La agenda de un postergador optimista está llena de cantidad de actividades que se propone realizar en un día. Cualquiera sabría que es imposible, pues las 24 horas del día otorgan un margen de maniobra limitado.

La gran mentira del procrastinador es creer que va a llegar el momento óptimo para hacer aquello que lleva meses posponiendo. "Pensar que la motivación debe preceder a la acción cuando, de hecho, es al revés. Hay que empezar, las ganas llegan después", señala Isabel Larraburu.

Detrás de otros postergadores se esconden perfeccionistas irredentos muy preocupados por la opinión que sobre ellos tenga el resto de la humanidad. Y no hay nada tan paralizador como aspirar a la perfección, al "todo o nada".

El profesor Timothy Pychyl, que dirige el grupo de investigación sobre procrastinación de la Universidad de Carleton, ha identificado tres tipos de postergadores: los evitadores, que no hacen nada por miedo al fracaso o, incluso, al éxito; los excitados, que esperan hasta el último momento para disfrutar de la euforia de la prisa y porque se autoconvencen de que trabajar bajo presión los hace más creativos, y los indecisos, que prefieren, siempre que sea posible, no tomar decisiones, lo cual les exime de toda responsabilidad. Según el profesor Ferrari, de la Universidad Paul de Chicago, un 20% de los adultos se identifica como "indecisos crónicos".

Revisar compulsivamente el e?mail y darse garbeos por las redes sociales es la dispersión perfecta del procrastinador de hoy. Ya se ha creado el término intercrastinación, que vincula la Red y el arte de procrastinar mediante la siguiente definición: "acción de empezar cosas nuevas: blogs, tareas, proyectos personales... dejando inconcluso lo que se había estado haciendo". En un foro abierto para celebrar el nacimiento del término se proponen atajos como esta fórmula: 10+2×5, que expresa el siguiente modus operandi: 10 minutos de trabajo seguidos por dos minutos para enredar. Repetir cinco veces. Y así hasta terminar el trabajo. Al cabo de una hora habrá trabajado 50 minutos y sólo habrá perdido el tiempo durante 10.

Después de 10 años de estudiar el fenómeno de la procrastinación, el psicólogo Piers Steel y su equipo de la Universidad de Calgary resumieron el asunto con otra ecuación: U=E×V/I×D. Según la cual, U, que es su deseo de terminar una tarea, dependerá de E, que son sus expectativas de tener éxito, multiplicadas por V, que es la voluntad que le ponga a acabar de una vez por todas; todo esto, dividido por I, que es la fecha de entrega, y multiplicado por D, su sensibilidad personal para retrasar las cosas.

Procrastinar es agotador. Crea ansiedad y ocupa espacio mental. Los postergadores se autoboicotean todo el rato y se culpan por ello. Un foro de autoayuda llamaba así al orden: "¡Procrastinadores del mundo, uníos! (bueno, casi mejor mañana, que hoy da palo)".

Test de postergación

Este test describe las posturas que adoptan algunas personas cuando aplazan aquello que debe hacer. Señale con una X la casilla que mejor describa sus sentimientos.

1. A veces dejo las tareas a medias porque me resultan más frustrantes y difíciles de lo que pensaba inicialmente.

2. A veces pospongo las cosas por miedo al fracaso.

3. No deseo comenzar algo si siento que no seré capaz de realizarlo perfectamente.

4. A menudo siento que no he logrado nada realmente importante porque soy muy crítico con mi trabajo.

5. Cuando aplazo las cosas, me siento culpable y me digo que debería ponerme en marcha.

6. A veces pospongo las cosas cuando me siento fastidiado o molesto con las personas.

7. A menudo acepto hacer algo que no deseo porque me cuesta mucho decir que no.

8. A veces aplazo las cosas porque siento que las personas son despóticas y me exigen demasiado.

9. A menudo siento que debo hacer muchas cosas que ni me van ni me vienen o que no me entusiasman en exceso.

10. A menudo pospongo las cosas porque no me apetece hacerlas o porque no estoy de humor para ello.

© 1989 DAVID BURNS, M. D. 'EL MANUAL DE EJERCICIOS DE SENTIRSE BIEN'. PAIDÓS AUTOAYUDA

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