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Millones de aves buscan olivas

Un mar verde. Los olivares que se extienden por el sur de la Península constituyen una reserva de biodiversidad no siempre bien gestionada

El grueso de pequeñas aves invernantes del centro y norte de Europa no llegará a España hasta finales de septiembre y octubre. Es posible que algún petirrojo baje un poco antes, pero zorzales, currucas capirotadas y estorninos pintos lo harán entrado el otoño. Todos, un contingente que supera los seis millones de individuos si se añaden las especies residentes en nuestro país y las que van de paso hacia África, buscan el mismo menú: las nutritivas aceitunas.

Si a esos seis millones de pájaros se suman los que durante la primavera y el verano utilizan el olivar para nidificar o dar buena cuenta de semillas e insectos, se obtiene una cifra que supera ampliamente los diez millones de ejemplares. Algunas fuentes cuantifican en cuatro millones solo los verdecillos reproductores que se dan cita en los olivares del sur de la Península. Así, verdecillos, verderones, jilgueros, perdices y alcaudones se añaden a la amplia nómina de especies que habitan los más de 2,5 millones de hectáreas ocupadas por cultivos de olivos en España.

Sin duda, esta presentación del olivar como despensa y acomodo de una avifauna tan numerosa y diversa resalta su valor como agroecosistema extensivo y lo sitúa casi en el mismo plano de importancia para la biodiversidad, principalmente alada, que la dehesa mediterránea, el otro gran sistema agrícola y ganadero creado por el hombre en España. Con suerte, si no se ha llevado a cabo una profunda transformación del bosque mediterráneo preexistente ni se ha optado por una producción intensiva, es posible que el patrimonio natural se amplíe a camaleones, conejos, ginetas y mochuelos. Y si hablamos de olivar viejo, la diversidad botánica gana terreno, ya que con el olivo domesticado es posible que conviva su ancestro silvestre, el acebuche, y un sotobosque ribeteado de lentisco, mirto y cornicabra. Hasta puede que entre esta maraña de vegetación mediterránea asome sus pinceles el lince ibérico.

Este tipo de olivar, junto a otros más tradicionales que mantienen algunas manchas de vegetación natural y están plantados en terrazas, son los que más han respetado el entorno natural en el que se asentaron. Se desconoce cuántas hectáreas les corresponden del total de 2,5 millones, pero sin duda son las que menos han contribuido a la erosión del suelo y la contaminación por agroquímicos.

Que más de diez millones de aves se alimenten y vivan entre estos cultivos no significa que, como tantos otros, no hayan contribuido a mermar la calidad del paisaje y la biodiversidad española para así mantener también nuestra alimentación y el desarrollo y riqueza de muchas zonas rurales. La última mala nueva con respecto al impacto del olivar la trajo Franz Fischler, que, como comisario de Agricultura de la Unión Europea, estableció la subvención por olivo, y no por producción, dentro de las reformas de la política agrícola común que emprendió a finales del siglo pasado.

Desde los años sesenta del mismo siglo, la superficie se había estabilizado e incluso había iniciado un ligero retroceso, pero durante los comienzos del presente se incrementó de nuevo. Ana Carricondo, responsable de agricultura de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), afirma que "desde que en 2005 entró en vigor el nuevo reglamento europeo [las ayudas volvieron a ser por producción] no se han cometido los desmanes que llevaron a plantar olivos en cualquier trozo de monte, aunque todavía se puede ver alguna transformación de cereal de secano a olivar de regadío". Precisamente, una de las últimas demandas de SEO/BirdLife es que se declare zona de especial protección para las aves la Sierra Sur de Jaén, ante "las amenazas que se ciernen sobre este enclave, entre las que destaca la destrucción del hábitat como consecuencia del monocultivo del olivar".

Desde el punto de vista de la conservación de la biodiversidad, está claro que existe un olivar bueno y otro malo. Realmente, bajo ese prisma existen tres tipos diferentes, al menos así se destaca en el Informe nacional sobre el estado de la cuestión de la biodiversidad en el medio agrario, del Ministerio de Medio Ambiente.

De mejor a peor, ya se ha reseñado el valor de los olivares más tradicionales, gestionados generalmente en secano, con bajos insumos químicos, pero mucha mano de obra y aprovechamiento complementario de la vegetación arvense (la que crece entre los sembrados) por el ganado. Según el informe, "su distribución, actualmente regresiva, se limita probablemente a zonas serranas y escarpadas y otras áreas marginales desde el punto de vista de la productividad en todas las regiones olivareras, donde aparecen formando mosaicos paisajísticos con cereales, barbechos, pastizales y vegetación natural".

En el segundo escalafón estarían los olivares tradicionales intensificados, en los que hay un mayor empleo de fertilizantes, pesticidas, herbicidas y maquinaria de laboreo, riego, incremento de la densidad de árboles y recolección mecánica. Por último, se cita a los olivares modernos, extensas plantaciones recientes de variedades arbustivas de pequeño tamaño con gran densidad de árboles y gestión intensiva en insumos y riego y muy mecanizada. "Se han extendido en vegas y campiñas de suelos profundos, a expensas de olivares tradicionales y cultivos herbáceos", explica el informe. En ambos casos desaparece la práctica totalidad de la vegetación asociada.

Islotes y costas en mares agrícolas. Campos de vida. Con este llamativo título, la Fundación Internacional para la Restauración de Ecosistemas (FIRE) persigue conciliar actuaciones de restauración ecológica con la utilización agrícola del territorio, para así diversificar la provisión de servicios ambientales y aumentar los niveles de biodiversidad, la del olivar incluido. Los islotes son pequeñas manchas forestales, y las costas, lindes y bordes de caminos revegetadas. En pleno mes de agosto, un equipo encabezado por José María Rey Benayas, catedrático de Ecología de la Universidad de Alcalá (Madrid) y presidente de FIRE, trabaja en diversos olivares de Castilla-La Mancha con la misión de mejorar la conectividad entre los espacios agrícolas, diversificar y embellecer el paisaje, crear hábitats para la fauna y conservar el suelo.

"Hasta el momento hemos trabajado en tres olivares de diferente edad y extensión en Castilla-La Mancha, en los que principalmente hemos revegetado lindes, pero estas labores se pueden hacer en cualquier olivar de España y demostrar que se conserva el ecosistema al mismo tiempo que se produce aceituna", afirma Rey Benayas. En el momento de la entrevista trabajan en un olivar joven "modélico" de dos hectáreas en Valdepeñas (Ciudad Real), ya que está dentro de un programa de secuestro de carbono y compensación de emisiones de gases de efecto invernadero y pensado para certificarlo como producción ecológica.

El trabajo de Valdepeñas tiene prácticamente concluida la plantación de vegetación en las lindes, con majuelos, rosales silvestres, retamas y encinas, entre otras especies. Pero hay más, según cuenta el catedrático de Ecología: "Hemos dejado un espacio entre los olivos para plantar frutales singulares, variedades de membrillos de olor, higueras, manzanos y almendros que se estaban perdiendo en la comarca de Montiel, además de la construcción de una charca para este invierno que sirva de refugio y abrevadero a la fauna y la instalación de cajas-nido destinadas principalmente al cernícalo vulgar, un auténtico rodenticida natural [captura y mata roedores]".

Hasta el momento, todas estas iniciativas están dentro de proyectos piloto y de investigación, pero Rey Benayas no duda de su viabilidad y de los beneficios que aporta al agricultor. "Todos estos servicios los hacemos de manera gratuita, a través de acuerdos con otros organismos u ONG, como Acciónatura, pero el agricultor debe saber que gracias a ellos puede comercializar las aceitunas y el aceite con un valor añadido, como ya se hace con el vino y la pasta; puede acogerse a subvenciones europeas al aplicar medidas agroambientales, y se beneficia de la presencia de nuevos insectos y aves que le ayudan a acabar de manera natural con algunas plagas, y de lindes recubiertas de vegetación que tienen efectos antiabrasión y antierosión sobre el olivar", concluye.

Además del agricultor (en España hay medio millón de oleicultores), el alzacola, un pequeño pájaro habitual del hábitat olivarero, agradecerá que se extienda la idea preconizada desde la FIRE. Catalogado como "en peligro de extinción" en el Libro rojo de las aves de España, una de las causas de su estado señala claramente al culpable: "La utilización de herbicidas en cultivos arbóreos".

Más información:

www.fundacionfire.org

www.marm.es

www.seo.org

Campo de olivas en la comarca de La Campiña, en Sevilla. A la izquierda, un verdecillo, ave que tiene su hábitat en el olivar español.
Campo de olivas en la comarca de La Campiña, en Sevilla. A la izquierda, un verdecillo, ave que tiene su hábitat en el olivar español.JUAN CARLOS MUÑOZ / ALBERTO SOBRINO

El olivar más sostenible

La parte más verde del olivar español, primero del mundo en extensión y producción y en exportación de aceite de oliva, no solo la obtiene como hábitat de millones de aves, sino también por otras características:

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Existen en España 127.000 hectáreas de olivar ecológico, la segunda mayor superficie de este tipo de cultivos más respetuosos con el entorno, tras las de los cereales. Además es el más extenso en Andalucía, con 46.700 hectáreas; en Extremadura, con 38.200, y en Madrid, con 2.200 hectáreas. Las almazaras y/o envasadoras de aceite ocupan el tercer lugar entre las actividades industriales de agricultura ecológica, por detrás de la manipulación y envasado de productos hortofrutícolas frescos y las bodegas y embotelladoras de vinos. Solo en Andalucía, la venta de aceite de oliva ecológico superó en 2009 los nueve millones de kilos y llegó a 33 países.

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Empresas, agricultores, centros de investigación y administraciones, en especial la Junta de Andalucía, llevan años trabajando en mejorar la gestión de los residuos que generan los olivares, en especial los restos de podas, pero también los huesos de aceituna y el alpechín (líquido oscuro y fétido) de las almazaras. La producción de biocombustibles, tanto sólidos como líquidos, según sea la materia prima de la que proceden, es el mejor destino. Este mismo año, la primera medida enmarcada en la Ley de Desarrollo Sostenible del Medio Rural de Andalucía fue la financiación con cinco millones de euros de la instalación de calderas de biomasa en colegios y edificios públicos de 95 municipios de Jaén, que se abastecerán con residuos del olivar.

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También en Jaén existe la vía verde del aceite. Sus 55 kilómetros forman parte de la red de más de 1.800 repartidos por toda España que han recuperado para el senderismo y el cicloturismo antiguos trazados ferroviarios abandonados. Desde la capital hasta el río Guadajoz, en el límite con la provincia de Córdoba, se disfruta de un paisaje olivarero por excelencia. La ruta se puede continuar, atravesado el cauce del Guadajoz, por la vía verde de la Subbética.

Más información en www.viasverdes.com

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Aceite y olivos milenarios, motor de desarrollo sostenible del Territorio del Sénia es el nombre de un proyecto piloto, subvencionado por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, con el que se pretende recuperar y conservar el patrimonio natural y popular asociado a más de 4.000 olivos vetustos que se encuentran repartidos entre las comunidades autónomas de Cataluña, Aragón y la valenciana.

Más información en www.asociacionterritoriosenia.org.

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