_
_
_
_
_

Zumbidos en la ciudad

La apicultura urbana llena de abejas grandes urbes europeas. Aunque en España todavía no ha triunfado esta nueva moda ecologista, en ciudades como Córdoba utilizan estos insectos como bioindicadores

A los pocos meses de llegar a la Casa Blanca, la familia Obama decidió transformar parte de sus jardines en un huerto ecológico. Además de proporcionar hasta 55 variedades de frutas y verduras, la huerta cuenta con dos colmenas de abejas para producir miel. Barack y Michelle Obama se unían así a la moda de la apicultura urbana, que triunfa en numerosas capitales europeas y americanas.

Grandes ciudades como Londres, París o Berlín se han ido llenando de zumbidos de abejas... y de su apetitosa miel. Se han unido para ello la nueva pasión por lo ecológico y la preocupación por una posible desaparición de estos insectos. En Reino Unido, por ejemplo, la Asociación de Apicultores de Londres cuenta con más de 500 colmenas en la ciudad. La asociación, creada en 1883, organiza encuentros cada mes para los apicultores, charlas y cursos para mejorar la calidad de las colmenas y de su producción. Pero quien piense en grandes enjambres molestando a los ejecutivos por la City se equivoca. Luke Dixon explica que apenas han tenido problemas con los vecinos de Londres. "Has de ser cuidadoso para proteger a las abejas, igual que a los humanos", comenta este apicultor londinense. "Las necesitamos en las ciudades tanto como en las zonas rurales". Así que parques públicos, azoteas y terrazas particulares se transforman en pequeñas producciones apícolas, con colmenas plegables incluidas que rondan los 500 euros. En Estados Unidos, una bloguera cuenta desde 2005 cómo se va iniciando en la apicultura con panales en su tejado. Al principio tenía miedo a que la descubrieran sus vecinos, cuenta, pero lleva cinco años ampliando su producción de miel.

Para muchos, este fenómeno se debe al temor a la desaparición de las abejas. Durante años, los científicos han estado emitiendo mensajes apocalípticos sobre el futuro de estos insectos. Incluso en Internet corre una frase, falsamente atribuida a Albert Einstein, que afirma que "cuando desaparezcan las abejas, la humanidad tardará solo cuatro años en desaparecer". Sobre toda esta psicosis quiere poner alguna calma Ángel Sanz, director del centro agrario de Marchamalo (Guadalajara). "No existe un peligro de desaparición", sentencia. "Hay mucha literatura, muchas hipótesis que no se contrastan. Incluso se habló del peligro de los teléfonos móviles". Pero la realidad, puntualiza Sanz, es que el aumento en la mortandad de las abejas se debe a dos patógenos. Es decir, mueren por enfermedades y no por pesticidas o la mano humana, como tanto se ha dicho. La solución, apunta el científico, pasa por controlar estas enfermedades.

El alto índice de mortandad en las colmenas fue el que llevó a la Unión Nacional de la Apicultura de Francia a lanzar un programa nacional para su protección en el año 2005. Desde 1995, Francia había perdido anualmente cerca de 300.000 colmenas. Los apicultores habían pasado en 10 años de 85.000 a tan solo 70.000. Con el proyecto L'abeille, sentinelle de l'environnement, se promovió, entre otras propuestas, la colocación de colmenas en las ciudades. Así, las casas de estos insectos comenzaron a crecer en techos, terrazas, espacios verdes y jardines públicos. Algunos edificios emblemáticos de París, como, la Ópera y el Palais Garnier, se unieron también a la iniciativa. En el hotel Eiffel Park, la miel de los desayunos y postres proviene de las tres colmenas de sus instalaciones, que producen unos 150 kilos anuales.

¿Y en España? Pues, de momento, las abejas no han migrado del campo a las ciudades. Desde el centro apícola de Castilla-La Mancha, en Marchamalo, Ángel Sanz apunta a las peculiaridades de la abeja ibérica. El tipo de raza de abeja característica de España es más agresiva, pica más que las europeas. En una ciudad, cuenta, podrían ser peligrosas para la población. De hecho, en cuanto en alguna zona urbana se localiza algún enjambre natural, se llama a las autoridades para retirarlo "por riesgo de que las abejas piquen a los vecinos". ¿Y no se podría criar otro tipo de abejas menos agresivas en las ciudades? "Iría contra la evolución y adaptación natural al medio de estos animales", replica Sanz.

José Antonio Ruiz, veterinario de Córdoba y responsable de la empresa Apoidea, tiene una opinión diferente. El hecho de que la apicultura urbana no haya calado todavía en España "se debe a una razón cultural e histórica". "Nuestra sociedad peca de lejanía con el mundo de la apicultura. Se conoce poco, es de lo más marginal de la agricultura", afirma. España cuenta con cerca de 24.000 apicultores, pero la mayoría lo son de manera parcial, a modo de hobby. Ruiz colabora desde 2007 con el Ayuntamiento de Córdoba en un proyecto pionero en nuestro país: la utilización de abejas como bioindicadores de la calidad del aire. Dan mucha información, indica el veterinario, sobre las sustancias que hay en el ambiente y que pueden llegar al ser humano. Además, tienen tres grandes ventajas: ofrecen una información íntegra y completa del territorio, son muy sensibles a cualquier elemento y dan resultados fácilmente reproducibles.

El proyecto sitúa cinco estaciones con panales de manera que las abejas cubran todo el espacio de la ciudad, explica Francisco Cobos, delegado municipal de Medio Ambiente. Pero en zonas de difícil acceso, para evitar problemas. De momento no han tenido ningún incidente con los vecinos de Córdoba. Y Ruiz apunta un dato a tener en cuenta: la estación situada en el centro de Córdoba es la que más produce. Las abejas toman la ciudad para llenarla de miel.

Para sibaritas

Dos de los edificios con más solera de Londres -la Tate Modern y la tienda de delicatessen Fortnum and Mason- tienen sorpresa en sus azoteas. Allí se han colocado seis y cuatro colmenas, respectivamente, con unas 50.000 abejas cada una. Steve Benbow, apicultor urbano y fundador de la London Honey Company, fue el encargado de montar los panales. "Elegí un tipo de abeja no agresiva para evitar problemas vecinales y oriunda de Reino Unido para que aguante la humedad". El enjambre recoge néctar en árboles de la ciudad, como sauces, avellanos, castaños y tilos. La miel resultante se vende en los dos establecimientos. En F&M, cada tarro cuesta el equivalente de unos 11 euros (10 libras). Una miel para sibaritas de unas libadoras si cabe más exquisitas: las abejas frecuentan los jardines de Buckingham Palace y llegaron a Londres en taxi desde la campiña inglesa. BRENDA OTERO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_