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Una tumba de piedra para el CO2

Las emisiones de dióxido de carbono suben en el mundo. Para intentar ponerles freno se estudia capturar el gas en las industrias que más emiten para inyectarlo en el subsuelo

Es posible capturar el CO2 que emite la industria e inyectarlo en yacimientos geológicos profundos para que no salga jamás? Puede sonar a ciencia-ficción, pero la tecnología para la captura, transporte y almacenamiento de CO2 (CAC) -el principal gas responsable del cambio climático- ya se está desarrollando y la Unión Europea quiere que el sistema esté listo para su aplicación industrial en 2020. Porque controlar el dióxido de carbono corre prisa. Mucha. Los últimos datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) indican que en el año 2010 se batió un nuevo récord de emisiones en el mundo, con 30.600 millones de toneladas. En España han bajado, pero todavía se encuentra siete puntos por encima de su compromiso de reducción para 2012. Un escenario que aleja el objetivo de mantener la subida de la temperatura en dos grados.

El método supone capturar el gas en las plantas industriales que más CO2 producen, transportarlo hasta la zona de almacenamiento con tuberías similares a las del gas o camiones cisterna, comprimirlo e inyectarlo en el almacén seleccionado. Su aplicación reduciría en un 90% las emisiones. "Las industrias que puedan tener interés deben emitir como mínimo 100.000 toneladas al año", calcula el grupo de trabajo de captura de CO2 del Instituto Geológico Minero, coordinado por Miguel Ángel Zapatero. Existen experiencias en el mundo de aplicación de esta tecnología, pero de las tres partes por separado. El reto es hacerlas funcionar al mismo tiempo.

Para los ecologistas, este procedimiento no es más que una excusa para seguir quemando carbón y combustibles fósiles. "Toda esa inversión podría destinarse a cambiar esas plantas contaminantes por renovables", concluye José Luis García, de Greenpeace. Los defensores de la tecnología opinan, sin embargo, que es una utopía pensar que se van a dejar de utilizar combustibles fósiles de momento.

"No existe otro método más efectivo para controlar de forma masiva el CO2. Lo deseable es un modelo energético 100% renovable, que se dará en el futuro", opina Juan Carlos Ballesteros, ingeniero responsable de I+D de Endesa, la principal eléctrica española. La empresa participa en el proyecto Compostilla, la gran apuesta del Gobierno español, cofinanciada por la Unión Europea con 180 millones hasta finales de este año, para demostrar que la tecnología CAC es viable. Tiene como socios a la Fundación Ciudad de la Energía (Ciuden), institución creada por el Gobierno, y a la empresa tecnológica Foster Wheeler.

La primera fase de Compostilla ya está lista. "Hemos construido una planta prototipo a escala reducida de 20 y 30 megavatios en Cubillos del Sil (León)", aclara Vicente Cortés, director del programa de captura del proyecto. El parón ha llegado en el momento de pasar a mayores y levantar una planta a tamaño comercial de 300 megavatios, que implica una inversión de 1.400 millones. Compostilla no ha podido presentar a la UE un plan de negocio viable a tiempo para obtener las ayudas económicas que necesita. La decisión de Endesa de posponer una inversión de 300 millones lo ha paralizado. "Ahora tenemos que esperar a la convocatoria de 2012", indica Cortés. Fuentes de la eléctrica aseguran que se habían comprometido a tomar una decisión a finales de 2012, fecha en la que valorarán si ponen el dinero o no. Todo depende de los resultados de la investigación y de la situación del sector.

Y también del precio de los derechos de emisión. Europa puso en marcha un mercado de emisiones de CO2, para que las empresas paguen un canon por el gas que emiten. Cada instalación tiene asignado un cupo de emisiones gratuitas. "Si expulsan una tonelada por encima de ese límite, la tienen que comprar a las que producen menos", aclara Ismael Romeo, director de SendeCO2, bolsa española de derechos. "Está funcionando en el sector industrial y se prevé que los derechos sean cada vez más caros, de tal manera que resulte rentable producir menos gas", concluye.

En la naturaleza

El sistema -que reproduce lo que la naturaleza hace por sí misma en los almacenamientos de CO2, petróleo o agua- requiere una tecnología compleja y grandes inversiones. "El CO2 se separa en las industrias y se comprime hasta que alcanza un volumen 500 veces menor", indica Juan Carlos Ballesteros, responsable de I+D de Endesa. Si no se redujera, sería necesario un depósito de 200 metros de alto y del diámetro de Madrid para almacenar las emisiones anuales de España. Después se transporta y se inyecta en formaciones geológicas a más de 800 metros de profundidad. Allí permane vigilado, aunque no es tóxico ni explosivo. En España, al no existir yacimientos agotados de gas y petróleo, se opta por formaciones de agua salobre. Una vez introducido, el gas desplaza el agua de la roca. Sobre el depósito, una roca impermeable impide su salida. El Instituto Geológico Minero ha identificado 103 posibles almacenes, aunque se requieren más estudios exhaustivos.

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