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ALMUERZO CON... CATHY BARBASH

“Lloré al ver el 15-M y acordarme del franquismo”

La presidenta de Arts Consulting impulsa la colaboración artística con China

Miguel Ángel García Vega
Cathy Barbash conoció España durante el franquismo.
Cathy Barbash conoció España durante el franquismo.SANTI BURGOS

Su voz suena como un arpa de hierba. Lógico en una lectora de Truman Capote. Arrastra las eses de esa manera tan especial (“Mussic”, “Sscience”, “Ssymphony”) con la que pronuncian algunos neoyorkinos. Pero es un tono que en el caso de Cathy Barbash (Nueva York, 1952), presidenta de Arts Consulting Services, no desafina. Se nota que su universo es la música clásica. Casada con el barítono bajo Michael Riley, y por un tiempo concertista de viola, las notas envuelven su vida. Al fin y al cabo ha sido durante años manager de la Orquesta de Filadelfia. Allí coincidió con el director Ricardo Muti —“quien más me ha impresionado”— y con el barítono mallorquín Joan Pons —”¡un corazón de oro y una voz maravillosa!”—.

Llegan los espárragos en salsa que ha pedido. Y junto a ellos un Ribera de Duero con solo seis meses de barrica. De segundo, aguardan las alcachofas. Da igual que no mariden bien con el vino. El agua con gas aparece al rescate. Hay que romper el hielo.

—¿Sabe cuál es la diferencia entre una diva y un terrorista?-, le reta el periodista. (Silencio).

Casada con el barítono bajo Michael Riley, fue concertista de viola

—Pues que con el terrorista se puede negociar.

—¡A veces es así!, ríe.

Su intensa relación con China ha convertido a Barbash en la llave que abre muchas puertas en la gestión cultural de ese país. De hecho, la Orquesta de Filadelfia fue la primera gran compañía americana en actuar en el gigante asiático allá por 1973. Por esos años, Cathy Barbash también pisaba la vieja piel de toro para aprender español en Salamanca; corría 1971.

Y entonces, en mitad de la comida y por sorpresa, se atreve con el idioma de Quevedo, y narra, emocionada, cómo el año pasado coincidió de vacaciones con una manifestación del 15-M en Granada. “Me eché a llorar. Mi marido no entendía qué me pasaba. No comprendía que mi primera experiencia en España fue bajo la dictadura de Franco. Nunca pensé que vería algo así”.

Tal vez deberíamos aprender a vernos más desde fuera para empezar a entendernos desde dentro. Y en este recurso tiene mucho que ver la cultura. ¿Pero, cómo financiarla en años de recortes? En Estados Unidos, el 80 por ciento de las aportaciones a este ámbito procede de los ciudadanos. La respuesta tiene que ser “multilateral, no de un único sector”. Es la forma de “proteger la cultura, una fuerza de cambio, y tu propio patrimonio”, reflexiona Barbash. Y aporta una mirada crítica: “La cultura americana popular no es necesariamente buena”. Lo dice alguien que ha hecho campaña puerta a puerta por Barack Obama e incluso donado dinero para su elección.

Aparecen los postres, sin embargo, se opta por dos capuchinos. ¿Qué tendrá media humanidad contra los finales dulces? ¿No es el último recuerdo que nos llevamos de un restaurante? Bueno ese y, en este caso, el enorme ruido que surge de la sala. El local lo ha seleccionado la embajada de Estados Unidos, y no Cathy (invitada a los encuentros profesionales de gestión cultural, Pública 12), quizá porque está cerca de ella, pero resulta difícil comunicarse. Y uno se pregunta cómo se escuchará tanto ruido en la mente de alguien criado con Mozart. Mejor no pensarlo, seguir con la tertulia, y adaptarse al entorno. Música para camaleones.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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