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“Portugal tiene que morder o le morderán”

La viuda de Saramago ultima la apertura de una fundación en Lisboa

Antonio Jiménez Barca
Pilar del Río.
Pilar del Río.FRANCISCO SECO

Ocupada con la próxima inauguración —antes de que termine la primavera— de la sede de la Fundación José Saramago, al pie de la Alfama, en el corazón de Lisboa, la periodista y traductora Pilar del Río, viuda del escritor, anda con prisas y reuniones y convocatorias cada vez más de última hora. Pero se toma su tiempo para elegir con cuidado un precioso restaurante del Barrio Alto lisboeta que en una mesa de un rincón luce una plaquita dorada clavada en 1980: “Mesa preferida de José Saramago”. Al premio Nobel le gustaba el sitio —pequeño, acogedor, tranquilo— por dos razones: “Por el ambiente normal y por la comida tradicional portuguesa”, aclara. En las paredes cuelgan cientos de fotografías de visitantes ilustres, de políticos españoles y portugueses, de escritores, intelectuales y actores y, entre ellas, muchas de Saramago, siempre sentado a su mesa preferida.

El propietario la agasaja en cuanto la ve entrar. Ella sabe qué pedir desde el primer momento y aconseja al periodista con tal convicción que es imposible sustraerse. Pilar del Río, de 62 años, habla mucho mientras come y ríe y explica y cuenta. Comenta que la casa que ella y Saramago, fallecido en junio de 2010, compartieron en vida en Lanzarote va a cumplir el domingo 18 de marzo un año abierta al público. “Quise y quiero que la casa de José se llenara de vida, que la gente entre y mueva el aire donde, por otro lado, todo está tal y como estaba cuando José vivía. Tal vez en la fundación de Lisboa que se va a abrir próximamente vaya a estar el espíritu de Saramago, pero allí, en Lanzarote, en su casa, está el espíritu de José”. Y añade, mientras deja de lado el exquisito arroz con grelos (la elección era acertada, claro): “Con el tiempo, será una suerte de Isla Negra nuestra”, refiriéndose a la famosa casa del universal poeta chileno Pablo Neruda.

El amable dueño del restaurante se acerca un par de veces para preguntar si todo va bien y después, tras retirar los platos, acarrea un carrito de ruedas con los excelentes postres de la casa. Pilar le responde en español que todo está estupendo pero que hoy no hay tiempo para postres. Habla siempre en español. En la calle y a sus colaboradores. Y lo explica: “La mejor manera de entendernos es que cada uno hable su lengua”.

Esto es Portugal, así que hay que mencionar la crisis, su omnipresencia, sus ahogos y estragos. Y Pilar del Río, que se define como amiga “en pisar todo tipo de charcos”, tiene ganas de hacerlo: “Lo que yo me pregunto es cómo es posible que esto no se haya parado ya”. Y añade, refiriéndose a los jóvenes: “Lo del 15-M está bien. Lo de los indignados está bien. Pero no es suficiente con un corte de mangas. Hay que pasar a la acción. A mí me gusta la acción. Hay que salir a mordiscos, a dentelladas. Y Portugal tiene que morder. O les van a morder”. Para un momento. Mira al interlocutor y prosigue: “Y que conste que no hablo de los Gobiernos, hablo de algo que está más allá de los Gobiernos, por encima de ellos. No podemos tolerar que unos francotiradores amarguen la vida al 99%, que nos tengan a todos acojonados por si perdemos el trabajo o la casa o las dos cosas”.

Después se levanta, se despide con cordialidad de los dueños del restaurante y se dispone a regresar a la fundación. Lo hace a pie.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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