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Ozasuras o Cesuroza

Dos pueblos gallegos separados por tres kilómetros avanzan en su fusión

Los primeros que vieron clara la fusión, antes que los alcaldes, que el presidente Feijóo, que el resto de los vecinos, fueron los socios de la Casa de Andalucía de A Coruña. Llevan años celebrando el Rocío con su característico peregrinaje de carromatos y volantes por las más de 20 parroquias que suman Oza y Cesuras. Las cabeceras de estos dos municipios de la provincia coruñesa, próximos a Betanzos, distan tres o cinco kilómetros, según qué carretera se elija. En la más larga, a mitad de camino y en terrenos de Cesuras, antes de saltar la noticia de la fusión, los alcaldes (que ya se han acostumbrado a negociar juntos), ya le habían arrancado a la Xunta de Galicia la promesa de una guardería compartida. En la vía más corta, la principal, ondea sin embargo, desde hace nada, una pancarta que revela temores vecinales: “Sin información, no a la fusión”, reza.

 A todos los vecinos, los 2.225 de Cesuras y los 3.229 de Oza dos Ríos, les han escrito sus alcaldes. La carta habla de “unión voluntaria”, “entre iguales”, de “experiencia ilusionante”. También de “mejora de los servicios” porque van a convertirse, argumentan, en un Ayuntamiento de más de 5.000 habitantes y eso da derecho a una ración mayor del pastel de los Gobiernos central y regional. Será, prometen los regidores, “bastante más dinero” del que recibirían “por separado”, y además, al renegociar unidos contratas como la de recogida de basuras, también “ahorrarán”. Todo esto, siguen, “respetando la identidad” y el “equilibrio”, manteniendo los dos centros de salud, los colegios y las casas consistoriales.

“Os pido calma y confianza, vamos a tener mucho más”, promete a sus gobernados Pablo González, el regidor del Ayuntamiento más grande y el único que cobra por ello. Tanto él como su homólogo, Julián Lucas, reunidos en el Ayuntamiento de Oza, recuerdan que los municipios de más de 5.000 habitantes “tienen derecho a pediatra”. González, además, suelta a volar la idea de un instituto: ahora los chicos de ambos pueblos (una grandísima parte nacidos de matrimonios mixtos entre cesuranos y ocenses) van en autobus al instituto de Betanzos.

Pero el auténtico maná que anuncian los alcaldes sabe dulce y tiene chispa. Aquí hay algunas explotaciones ganaderas, algún aserradero, algún carpintero, pero los jóvenes tienen que buscarse las habichuelas fuera. Begano, la embotelladora de Coca-Cola para el noroeste español, ha comprado 360.000 metros cuadrados de monte que ya ha sido recalificado. El Ayuntamiento de Oza habla de una inversión de 300 millones en 10 años y de un compromiso por parte de la multinacional: antes de la fusión, el 60% de las nuevas contrataciones iban a ser de empadronados en Oza. Ahora serán el 100%, tanto de Oza como de Cesuras.

Claro que en el segundo de estos pueblos, donde el anuncio de fusión se ha topado con más reticentes (ha habido ya manifestaciones encabezadas por el Bloque Nacionalista Galego), se extiende el rumor de que el proyecto está parado: “La Coca-Cola va a reforzar la planta de Asturias y lo que monten aquí, si lo montan, será un almacén”, comenta el dueño del bar, incrédulo con la unión de municipios. “Lo que menos perdonamos es el secretismo con el que se hizo todo esto; parecía que [el presidente de la Xunta, Alberto Núñez] Feijóo tenía prisa por algo. Y ojalá me equivoque, pero seguro que a los alcaldes les prometieron algo de su interés por meterse en este lío”.

“Julián Lucas no vuelve a ser elegido, eso está claro”, advierte el vecino expresando el sentir de muchos cesuranos. En breve, una vez que se vote en los dos plenos municipales la fusión, se disolverán las corporaciones, se nombrará una comisión gestora y se convocarán elecciones. Entonces, PP, PSOE (segunda fuerza en Oza) y BNG (segunda en Cesuras) tendrán que fundir también sus listas. Ya no habrá 11 concejales en cada Ayuntamiento, sino 13 en total, y ya no todas las parroquias, como es tradición, van a estar representadas.

Y un alcalde se irá para casa. Sea el que sea, ambos regidores pasarán a la historia como los últimos de cada pueblo. Breves gobiernos, porque tanto González como Lucas se estrenaron en 2011. Sus antecesores estaban desde la Transición. “Podíamos quedarnos sentados y dejar pasar el tiempo”, comentan los dos, “pero el panorama económico ya no es el que era hace cinco años y había que hacer algo”.

“Ahora solo va a haber una vaca de la que chupar”, resume Flora Rellán, vecina de Oza. “Pero a nosotros nos da igual”, la secunda Elisa Delgado: “Si no nos quitan las cosas que tenemos aquí... el centro de salud... Ni el nombre que le pongan al pueblo nos preocupa”.

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