_
_
_
_
_

¿Más urbanizaciones? No, gracias

Un documental repasa los problemas de una Almería insostenible y sugiere posibles soluciones

Elena G. Sevillano
Niños en una piscina de una urbanización de Roquetas de Mar (Almería).
Niños en una piscina de una urbanización de Roquetas de Mar (Almería).

El litoral, en regresión, urbanizado en exceso y con una enorme presión demográfica; el interior, despoblándose y envejeciendo; los acuíferos sobreexplotados y el agua como factor limitante; la capital y los pueblos grandes convertidos en ciudades poco amables donde escasean los equipamientos sociales y sobra el tráfico y el ruido. La imagen podría corresponder casi a cualquier tramo de la costa mediterránea pero retrata a Almería, 8.700 kilómetros cuadrados en el sureste de la península, más del 50% desertificado debido al clima, la orografía y la mano del hombre. Es el territorio que conoce el Grupo Ecologista Mediterráneo (GEM), y en el que ha puesto el foco para elaborar su Apuesta por una Almería sostenible, un documental que repasa los problemas y los acompaña de posibles soluciones.

“El crecimiento económico y desarrollo social de los países industrializados se ha debido, en gran parte, al uso indiscriminado de los recursos naturales […] La única solución conocida se llama desarrollo sostenible, y el primer paso para conseguirlo es abandonar el actual modelo de crecimiento insostenible. A ello queremos contribuir aportando algunas claves de la realidad de nuestra provincia”. Así comienzan 15 minutos en lenguaje sencillo, divulgativo, pensado para difundir en centros educativos. “Hemos pretendido crear complicidades”, describía el coordinador del audiovisual, Manuel Carmona Powell, durante su presentación ante el movimiento ecologista local. Eso quiere decir que es un trabajo conciliador, que no busca la polémica o los mensajes extremos.

Se plantea la gestión de los residuos como la gran asignatura pendiente

No cuestiona, por ejemplo, la agricultura intensiva, uno de los puntales de la economía provincial. Al contrario, destaca su importancia, pero dejando clara su gran asignatura pendiente: la gestión de los residuos (plásticos y envases), que además podría dar lugar a un sector económico emergente relacionado con el reciclaje. Y enfatizando en el hecho de que el cultivo bajo plástico no puede sustituir a la agricultura tradicional. “Llegamos a tener más de 69 variedades de uva de mesa, muchas prácticamente desaparecidas”, recuerda. A las que se suman almendros, olivos, cítricos, cereal. Y sistemas como balates, acequias, balsas o boqueras, “que se han mostrado como un legado eficaz para frenar el desierto”.

Tras un repaso a los problemas derivados de la industria del mármol, otro de los sectores productivos clave, el documental se centra en el agua. Desecha los trasvases –“Cuestionables por su alto coste, dudosa eficacia e importante impacto ambiental”—, pide mucho cuidado en la construcción de desaladoras –“Bajo un estricto control de impacto y, preferiblemente, funcionando con energías renovables—. Y apuesta claramente por la reutilización y un mejor aprovechamiento de un recurso escaso, que es algo que la provincia siempre ha llevado a gala.

El documental es un trabajo conciliador, que no busca la polémica

Otro caballo de batalla es el deterioro de la costa, con las extracciones masivas de arena con destino a los invernaderos y un boom inmobiliario salvaje, muchas veces ligado a la especulación y a la corrupción. “No necesitamos saturar con más urbanizaciones; aprovechemos los hoteles que ya existen”, dicta su receta, a la que añade la necesidad de romper con la estacionalidad, de atraer visitantes durante todo el año. En este contexto, el turismo rural puede ser una buena opción, además de uno de los frenos que eviten los “desequilibrios territoriales”, al actuar, junto con proyectos de agricultura o ganadería ecológica, o de industria agroalimentaria, de acicates para cortar la hemorragia de población y hacer más atractivo el regreso al pueblo. Aunque por ahora, “faltan alternativas económicas sostenibles” para andar este camino.

“El que durante años fue conocido como último paraíso del Mediterráneo ha permitido que se deterioren los espacios naturales que le dieron nombre”, sentencia el audiovisual. El viento erosiona la tierra sin cubierta vegetal, desprotegida, aumentando el proceso de desertificación. ¿Soluciones? Restricción del tránsito de vehículos 4x4 en zonas sensibles, control sobre la recolección de plantas aromáticas; puesta en valor del matorral y los espacios naturales, “repoblando con especies adecuadas”. Manuel Carmona apunta como tanto a favor las energías renovables (eólica solar), y a la especulación como gran amenaza. Exige que se cumplan las leyes de protección. Y acaba lanzando un guante: “La resolución de los problemas no puede delegarse en políticos, técnicos o ecologistas. Corresponde al conjunto de la ciudadanía”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_