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CIENCIA
Tribuna
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El maltrecho peso de la ciencia en los Presupuestos Generales del Estado

A los españoles se nos empezaba a respetar en los foros científicos internacionales, pero los recortes pueden destruir todo el camino andado

Mucho se está escribiendo en torno a los recortes previstos en la financiación pública de la ciencia. Para los que nos temíamos lo peor, todo se ha confirmado. Incluso Carmen Vela, secretaria de Estado de Investigación Desarrollo e Innovación, ha reconocido que “no es el presupuesto que nos gustaría”. Si uno hace el ejercicio de navegar por el proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE), acaba averiguando cosas bastantes significativas. Por ejemplo, que el anunciado recorte de I+D cifrado en torno a los 600 millones de euros se ha transformado en casi 1.400 millones. ¡Ni más ni menos!

Numerosas personalidades, no solo científicos sino también economistas y analistas en general, han señalado el tremendo error que este tipo de medidas representan y han indicado que ese no es el camino para salir de la crisis, pues se trata del sempiterno pan para hoy y hambre para mañana. Se han emprendido varias campañas con objeto de poner de manifiesto que los recortes en ciencia pueden tener efectos devastadores sobre el buen futuro de nuestra maltrecha economía, y que si no queremos convertirnos en un país “chacha” (con mis respetos para las empleadas o empleados del servicio doméstico, faltaría más), que es lo que ese eufemismo de “sociedad de servicios” significa, hay cosas que no cabe ni siquiera plantearse. Una de ellas es el recorte en investigación científica, amén de en educación, etc. Si nos fijamos en nuestro entorno, resulta que países que también están experimentando una crisis más o menos severa adoptan políticas anticíclicas. Esto es, contra la crisis, más ciencia.

En este sentido, lejos de las cifras concretas y absolutas, que obviamente en un marco de disminución presupuestaria han de verse alteradas, conviene fijarse en el “peso” que la investigación científica tiene en el conjunto de los PGE. Este fue del 2,4% en 2011 y ha pasado a ser el 1,8% en 2012. Ello significa que la investigación científica se ve, una vez más, fuera de las prioridades.

Habíamos encaminado una buena senda en esto de la ciencia. A los españoles se nos empezaba a respetar en los foros científicos internacionales y ya se nos tomaba en serio. En algunos campos se había logrado un claro liderazgo mundial. Quizá el público en general no sepa lo difícil que esto resulta. Es un poco como los mercados, que si no te toman en serio, tus activos se convierten en bonos basura. Han sido necesarios 20 años para que la ciencia española se haya situado en el noveno puesto mundial en producción y equiparado en calidad a la media europea. Pues bien, ahora resulta que los recortes que el Gobierno impone están teniendo el efecto esperado en la consideración internacional de nuestra actividad científica: esto ha sido un bluf, un espejismo. Es comparable a lo que los guiñoles franceses han querido hacer con el deporte español, que dicho sea de paso ha llevado una evolución pero que muy parecida a la ciencia española.

Y conviene afirmar que si el milagro económico español tenía los pies de barro, la ciencia no. Y que de persistir en tan grave error, lo que se destruirá es un edificio recién inaugurado –el sistema de ciencia y tecnología español- que se estaba empezando a llenar con sólidos muebles, tanto de fabricación nacional como de importación. También se ha escrito que los paréntesis en investigación científica son letales. Que uno puede retrasar la finalización de un AVE o de los varios aeropuertos que se han construido o se están construyendo y no pasa nada. Cuando haya dinero se retoman. En ciencia, no. Los programas Ramón y Cajal, Juan de la Cierva, el de formación de personal investigador quedan tan maltrechos, que va a ser difícil retener el talento, a lo que de forma tan naif ha apelado la secretaria de Estado.

No hay excelencia sin masa crítica. El excelente que se quede aquí se va a tener que lavar los tubos y en ese momento perderá tal clasificación. La bajada de la dotación del Plan Nacional de los ya reducidos 728 millones de 2011 a 451 millones en 2012 así lo augura. Desde aquí queremos apoyar a la secretaria de Estado en este calvario que ha de estar pasando, pues ella sabe bien lo que esto significa. Solo cabe llamar a la cordura a los grupos parlamentarios, todos, y arreglar esta situación tanto como sea posible en el trámite parlamentario. ¿Cuántas veces hemos hablado de Pacto de Estado por la Ciencia? Ahora más que nunca es necesario si no queremos volver a, me atrevería decir, épocas preconstitucionales.

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