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ITALIA

25 euros por ir a urgencias sin estar grave

Las protestas obligaron a Monti a dar marcha atrás en su plan de cobrar la asistencia al parado

Los italianos tienen que pagar 10 euros cada vez que acuden a la consulta de un especialista. Si van a urgencias sin que su dolencia sea tan urgente –o sea, si no necesitan hospitalización--, el copago, que aquí llaman ticket sanitario, sube a los 25 euros. Estas medidas fueron aprobadas por el ya agónico Gobierno de Silvio Berlusconi a mediados del pasado mes de julio, dentro del plan de estabilidad pactado con la Comisión Europea. No obstante, y al contrario que en España, la medida no sonó a nueva. En mayo de 1989, el Gobierno de la Democracia Cristina ya estableció que algunos servicios fueron sufragados a medias entre la Sanidad pública y los ciudadanos.

Desde entonces, el ticket sanitario –medida de por sí impopular—ha aparecido y desaparecido en varias ocasiones. En 2006 ya se estableció el pago de 10 euros por ir al especialista, mientras que en 2008 se eliminó para ser resucitado por Berlusconi el pasado mes de julio. Igual que Mariano Rajoy en su campaña electoral, también el anterior primer ministro italiano había jurado y perjurado que no metería la mano en los bolsillos de los ciudadanos, pero cuando Europa lo azuzó para que redujera el déficit en 79.000 millones de euros, lo hizo de la manera más sencilla y tradicional, subiendo los impuestos. Según calculó entonces la CGIL, el sindicato mayoritario, las tasas por familia y año aumentaron de 1.200 a 1.800 euros. Hay que tener en cuenta que, en un promedio que varía según las regiones, los italianos también tienen que pagar una parte de los medicamentos.

La soga alrededor del cuello de los italianos no ha hecho más que apretarse en los últimos meses. El nuevo primer ministro, Mario Monti, ha recortado las pensiones y los derechos de los trabajadores y, hace solo unos días, también le puso la proa al copago. El Gobierno eliminó la excepción que permitió a los desempleados no pagar el ticket sanitario. Ante la fuerte protesta, Monti no tuvo más remedio que dejar las cosas como estaban y atribuir la medida a un error de redacción. Los sindicatos no lo creen. Se malician que, “como el peor Berlusconi”, el primer ministro tecnócrata lanzó un globo sonda para calcular la impopularidad de la medida y, cuando comprobó que estaba tocando en un nervio ya demasiado sensible, la retiró. Nadie sabe hasta cuándo.

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