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“El lujo es un objeto que se puede reparar”

Carmen Mañana
Mussard adora el flamenco, que descubrió en Murcia.
Mussard adora el flamenco, que descubrió en Murcia.ÁLVARO GARCÍA

“Tengo una especie de TOC [trastorno obsesivo compulsivo]: no puedo soportar que se tiren las cosas. Tras la última presentación de la firma Hermès me descubrí recuperando las invitaciones de las papeleras mientras la gente me miraba entre asustada y muerta de risa”. Resulta difícil imaginar a la sofisticada y hermosa Pascale Mussard (París, 1955) rebuscando entre la basura. Pero esta mujer, miembro de la sexta generación de la familia Hermès —una de las más adineradas de Francia y del mundo de la moda—, es todo lo contrario a lo que los prejuicios invitan a esperar.

La primera sorpresa es que habla un español perfecto. Su padre, arquitecto, trabajó largas temporadas en La Manga (Murcia) donde Mussard aprendió el idioma y descubrió el cante de las minas. “Soy una sibarita del flamenco. ¡Incluso voy a clases de baile en París!”, asegura mientras acaricia un colgante del que pende no una gema, sino una piedra de playa pulida. Es su joya favorita, regalo de su tío abuelo Robert Dumas, presidente de Hermès durante 27 años.

Hija de la posguerra y protestante —como también se define—, Mussard decidió reorientar su “obsesión por el reciclaje” y crear un taller dentro de la casa francesa dedicado a rescatar todas aquellas pieles, sedas, piezas de metal o cerámicas que, por presentar pequeñas taras o no cumplir los elevados estándares de calidad de una firma de lujo, estaban destinados al vertedero, pese a su valor económico “y gran potencial”. Un proyecto que bautizó como Petit h (pequeña h, en referencia a la gran h: Hermès) y que considera “una obligación ineludible para con las generaciones futuras y el mundo que les queda”.

Mussard y sus artesanos toman objetos desechados y los transforman para darles una nueva función, convirtiendo, por ejemplo, una tetera de porcelana pintada a mano, pero ligeramente descascarillada, en un perfecto colgador de pared. Entre los entusiastas de este proyecto y futuros colaboradores se cuentan, por ejemplo, el artista japonés Hiroshi Sugimoto y el guitarrista Eric Clapton.

Su proyecto recicla valiosos objetos de Hermès desechados por pequeñas taras

“También queremos reconstruir el patrimonio Hermès. Si tienes una vajilla de tu abuela que está rota, pero no la quieres tirar porque tiene mucho valor sentimental, tráela y te haremos un colgante con la loza y así siempre podrás conservar ese objeto que te trae tantos buenos recuerdos”, explica mientras da cuenta de unas frugales alcachofas.

La de Mussard es, sin duda, una idea a contracorriente en la industria de la moda, donde las tendencias se suceden a velocidad de vértigo y cada temporada una nueva remesa de prendas sustituye a la anterior, inmediatamente obsoleta. Mussard asegura que el espíritu conservador de Petit h no es nada revolucionario dentro de Hermès. “Cuando empecé a trabajar en la firma, le pregunté a mi tío Robert Dumas qué era un objeto de lujo y él me respondió que aquel que se puede reparar, que dura, que no se tira”.

Tampoco lo de buscar a los objetos una utilidad distinta para darles otras vidas es algo nuevo en la casa. Mussard explica, casi como si contara un cuento, que el primero en hacerlo fue su bisabuelo Emile, cuando al ver en Canadá el extraño cierre que tenían las fundas de los obuses —una cremallera— pensó de inmediato que podría aplicarse en el sector textil, compró la patente e introdujo el invento en Europa. “Esa es la visión que persigo”.

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