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El declive de las clases medias

La crisis está echando hacia abajo un estamento esencial para la democracia Los pobres no serán mayoritarios en 2020 gracias al auge económico de Asia

Andrés Ortega
Reparto de alimentos de Cáritas.
Reparto de alimentos de Cáritas.REUTERS

Mientras en las economías emergentes ascienden las clases medias, en las occidentales descienden, aunque los niveles de vida y de seguridad ante el futuro de unas y otras no sean (¿aún?) comparables. Es el resultado desigual de la última fase de la globalización y de la crisis vivida en Europa y en EE UU desde 2007-2008. Pero si el ascenso de las clases medias puede llevar a pedir más apertura política en sus economías emergentes, su declive en el hemisferio norte puede amenazar el consenso político, social y económico que prevalecía hasta ahora y socavar las bases sobre las que se asienta la democracia y los sistemas políticos occidentales, incluida esa construcción básica que es la Unión Europea.

Como indican Heather Boushey y Adam Hersh, del Center for American Progress en Washington respecto a la clase media de EE UU (pero que también es válido para Europa), “la interacción y concurrencia de la creciente desigualdad con el colapso financiero y la Gran Recesión han planteado nuevas cuestiones sobre si una clase media debilitada y la mayor desigualdad deben entrar a formar parte de nuestra forma de pensar sobre los motores del crecimiento económico”. Pues, en efecto, salvo excepciones, este era un asunto de sociólogos y no de economistas, si bien la Economía se está viendo obligada a entrar cada vez en estas cuestiones, pues afectan directamente a su objeto de estudio. Una clase media fuerte, indican estos autores, impulsa el desarrollo del capital humano y de una población educada; crea una fuente estable de demanda de bienes y servicios y de financiación de servicios públicos a través de impuestos; incuba la siguiente generación de emprendedores y apoya instituciones políticas y económicas inclusivas, que a su vez sostienen el crecimiento económico. Y, cabe añadir, vota a opciones políticas moderadas que hacen posible el entramado institucional que da soporte a ello.

Ya el politólogo de Stanford Francis Fukuyama previno recientemente en un artículo en Foreign Affairs que la democracia liberal en el mundo occidental puede no sobrevivir a un declive de las clases medias. Si sigue su curso destructivo, la crisis económica puede llevar a una gran crisis social y política. Ya ocurrió en los años treinta. En esto Fukuyama puede estar más acertado que con su tesis de 1989 sobre el fin de la Historia.

Una buena posición social se mide por el gasto diario, unos 62 euros

No hay pleno acuerdo entre los especialistas sobre la definición de clase media, cuyos límites son, por definición, ambiguos y relativos. Algunos sociólogos la circunscriben a satisfacer las necesidades básicas más algunos extras: desempeñar una ocupación cualificada en el sector industrial o de cualificación media en el sector servicios y/o tener alguna propiedad. Otros, para comparaciones internacionales, utilizan la medida de un gasto diario entre 10 y 100 dólares al día (62 euros, en paridad de poder de compra).

Según el informe sobre Tendencias Globales 2030 del Instituto de Estudios de Seguridad de la UE, la clase media global está creciendo. De 1.800 millones en 2009, llegará a 3.200 millones en 2020, y a 4.900 millones (de un total de 8.300 millones de habitantes) en 2030. Se apunta 2022 como el primer año en el que habrá más gente de clase media que pobres en el mundo. El 85% de este crecimiento social se dará en Asia, y especialmente en China que ya cuenta con 160 millones de consumidores de clase media. Pero también en África o en América Latina. Dos terceras partes de los brasileños, según este estudio, se considerarán en 2030 de clase media. Mientras, las clases medias de Europa y Norteamérica pasarán de representar el 64% del consumo total mundial en 2009 a un 30% en 20 años.

Una razón de esta transformación es que las ocupaciones de las clases medias occidentales están teniendo que competir con las nuevas clases medias de las economías emergentes, con costes laborales más bajos y niveles educativos cada vez más altos. Si la globalización afectaba al principio a los salarios más bajos y menos cualificados en Occidente, en los últimos 10 años ha alcanzado a esas clases medias. La globalización las está convirtiendo en perdedoras de este proceso, como señala el economista Dany Rodrik en su libro La paradoja de la globalización.

Ya antes de la crisis, Massimo Gaggi y Edoardo Natuzzi en un libro titulado El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste describían la situación de los mileuristas, condición que la actual situación está convirtiendo en privilegio ante el desempleo creciente y la reducción salarial. Sin embargo, con los productos y servicios de bajo coste y con el pirateo en Internet de la oferta cultural, la clase media se adapta en una cierta medida.

Los salarios holgados sostienen los servicios públicos

La crisis ha afectado a la clase media en España y otros países de Europa. Pero no cabe olvidar que es a los más pobres a los que más ha dañado. Con los datos disponibles, es a quienes, en España y otros países de nuestro entorno, más ha golpeado la crisis, pues han perdido más poder de compra y tienen más paro, cuando, además, las clases bajas tienen menos capacidad de movilización y de articular sus demandas.

En Estados Unidos, los últimos datos para 2010 de la Encuesta de Finanzas del Consumo de la Reserva Federal (publicados cada tres años) muestran que la riqueza de la familia media ha retrocedido de la mano de la crisis a niveles de 1992, es decir, que dos décadas de prosperidad acumulada se han visto borradas. Esta pérdida de riqueza se debe sobre todo a la depreciación de la vivienda, de un 32% entre 2007 y 2010, una cifra que se asemeja a la española. Hay otros datos preocupantes para las clases medias. Así, en EE UU por vez primera, una mayoría de los parados han pasado por la universidad. Aunque esto se debe más bien al aumento del número de universitarios, no a que la probabilidad de estar en paro sea mayor para los universitarios que para el resto de la población.

En España, según el último informe de la Fundación CYD, la cifra de parados entre 25 y 64 años de edad con un título de grado superior —base de las clases medias— se había multiplicado en España por 2,86 a finales de 2011 en relación con el último trimestre de 2007. Los parados registrados con un título universitario en nuestro país representan un 12,4% de los licenciados (frente a una media de 5,2% en el conjunto de la UE). Es decir, que la educación superior sigue siendo un elemento que favorece la posición social.

Queda un tema más de fondo que se ha dado en nuestro país de forma más reciente que en otros de nuestro entorno: en España, el proceso de movilidad social ascendente hasta los ochenta tuvo mucho que ver con el cambio estructural, al pasar una mayoría de ocupaciones agrarias e industriales de baja cualificación a otras de mayor cualificación y en servicios. Dado que ese cambio estructural no volverá a producirse en las sociedades avanzadas, las expectativas de movilidad se verán considerablemente reducidas. Los que pertenecen a las clases medias aspiran ahora a no caer, no ya a subir.

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