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Columna
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El aliento de Megaupload

El mundo necesita un pacto mundial contra la piratería que respete los derechos fundamentales

Gabriela Cañas

Según una encuesta del CIS hecha pública esta semana a la pregunta de qué avance tecnológico considera la gente que ha transformado más la sociedad, la mayoría (el 44,5%) responde que Internet. Que la red ha revolucionado nuestro mundo es un hecho incontestable, pero que tal revolución también comporta ciertos efectos secundarios que conviene corregir cuanto antes es también una realidad que ha puesto de manifiesto el Parlamento Europeo al rechazar el acuerdo internacional promovido por Estados Unidos contra la piratería llamado ACTA (Anti-Counterfeiting Trade Agreement).

Considera la Eurocámara por una aplastante mayoría que este acuerdo es muy ambiguo y deja la puerta abierta al abuso y a la persecución penal sin intervención judicial y que merma la libertad individual y la seguridad jurídica.

A España no le afecta excesivamente este rechazo. Primero porque ya dispone de la llamada Ley Sinde contra las descargas ilegales —con intervención judicial— y segundo porque el Gobierno de Rajoy ya ha ratificado el ACTA para que España no perpetúe su dudoso honor de ser campeona de la piratería. Cada cual puede extraer su opinión particular sobre el ACTA. La Comisión Europea lo ha traducido a todos los idiomas oficiales de La Unión en su página web. Sin embargo, ante estas batallas que tanto se prolongan en el tiempo —es la sexta vez que la Eurocámara se pronuncia en contra del acuerdo—, resulta imposible evitar la sensación de que mientras los legisladores se devanan por encontrar el justo equilibrio entre privacidad, presunción de inocencia y persecución del delito, la industria cultural se desangra a una velocidad de vértigo por culpa de la piratería y las descargas de obras que no respetan los legítimos derechos de autor.

Con Internet, las sociedades viven en una sorprendente esquizofrenia. La gente es capaz de comprarse el último y más caro modelo de lector electrónico para a renglón seguido criticar que bajarse un libro de Vargas Llosa cueste casi diez euros. La gente paga cada mes una gruesa factura de teléfono por tener acceso rápido a internet pero sigue defendiendo que la gratuidad de lo que circula por la red es irrenunciable.

Ninguna ley contra la piratería logrará terminar con ella como ninguna otra norma contra cualquier tipo de delito más o menos grave acaba con él. Pero, para empezar, convendría que los ciudadanos fuéramos más conscientes de lo que supone la piratería, si bien la mejor campaña contra ella es la que de manera involutaria protagonizó en enero pasado Kim Schmidt Dotcom, el dueño de Megaupload, detenido por el FBI en Nueva Zelanda. El propietario de este gran portal de descargas vive en una lujosa mansión valorada en 24 millones de dólares en la que guarda, entre otros bienes, 18 vehículos de lujo y 11 millones en metálico. Ahora está en libertad condicional y ganando pleitos por una actuación policial que sus abogados han logrado que se declare ilegal.

A pesar de la obscenidad de sus gigantescos beneficios, el señor Dotcom (nombre por el que es conocido) pretende convertirse en un héroe de culto. Está muy activo en Twitter y hasta recibe a algunos de sus admiradores en su lujosa casa, de manera que la abandonan fascinados. Creo, sin embargo, que el descubrimiento de Dotcom ha marcado un hito en sentido contrario, que la mayoría de la gente se ha visto obligada a abandonar la candidez con la que asumía que internet es un espacio libre de viejas reglas en el que impera un altruista intercambio de conocimiento.

El caso de Dotcom, con su negocio millonario y planetario, demuestra que internet necesita reglas de manera urgente y que estas también deben ser planetarias. ACTA no puede ser la solución si vulnera principios fundamentales de Unión Europea, una de las regiones del mundo que más se juega en asuntos de propiedad intelectual. Pero un acuerdo internacional es imprescindible y los legisladores harían bien en acelerar los procesos. De la campaña en su favor sigue encargándose Dotcom, que ha aplaudido desde su lujosa casa la decisión de la Eurocámara de rechazar el ACTA en un tuit asegurando que su servicio de Megaupload volverá "más grande, mejor y más rápido".

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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