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Tribuna
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La realidad paralela del copago

El Ministerio de Sanidad y las Comunidades han intentado transmitir una sensación de normalidad que no es cierta.

El 1 de julio entró en vigor el nuevo sistema de copago de los medicamentos. Pasados unos días, el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas han tratado de transmitir una sensación de normalidad de la nueva realidad, ajena a cualquier tipo de problemas. Como farmacéutica y presidenta de la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (SEFAC) y conocedora en primera persona de esa realidad o de una “realidad paralela” puedo asegurar que eso no es cierto.

No tenemos los farmacéuticos afán alguno en generar polémica. Nuestro único interés es el de trabajar en beneficio de sus pacientes, pero lo que tampoco debemos permitir es que se pongan paños calientes a una situación que sí ha generado auténticos problemas.

En su balance inicial el Ministerio aseguraba que menos de una de cada 10.000 recetas había generado incidencias, de acuerdo con los datos aportados por los Servicios de Salud autonómicos. Es posible que así sea, aunque nuestra experiencia sea la contraria, pero lo que no sabe el Ministerio ni los Servicios de Salud o no quieren saber es el esfuerzo que hacemos los farmacéuticos para que el nuevo copago no genere problemas ni afecte a los pacientes.

Lo que no sabe el Ministerio ni los Servicios de Salud o no quieren saber es el esfuerzo que hacemos los farmacéuticos para que el nuevo copago no genere problemas ni afecte a los pacientes.

Entre esas “escasas” incidencias que sí reconocía el Ministerio se hablaba de fallos de conexión en los sistemas informáticos, la entrega de recetas en las que no consta el código de aportación del usuario (algo mucho más habitual de lo que reconoce la Administración, de hecho en mi caso apenas he visto recetas bien cumplimentadas) y consultas de los farmacéuticos para verificar el código de aportación.

Pero de lo que no se hablaba es de lo mucho que hay detrás de todo eso: sistemas informáticos caídos durante días, demoras de más de veinte minutos en cada dispensación de medicamentos, acumulación de esperas, dispensaciones sin la suficiente información como consecuencia de las prisas y el estrés (lo que puede generar efectos indeseados de los medicamentos), enfados de los pacientes que pueden desembocar en faltas de cumplimiento terapéutico, insumisiones al pago, diferencias entre regiones en la aplicación del nuevo sistema, pacientes con la información de su aportación sin actualizar y sin saber dónde acudir para corregir esta anomalía y un largo etcétera (también aplicable al famoso euro por receta) que podría desmenuzarse en casos que algunos podrían tildar peyorativamente de anecdóticos, pero no lo son en absoluto. ¿Acaso saben nuestras autoridades que hay pacientes reales que renuncian a su medicación o que prefieren acudir a urgencias si la enfermedad se complica antes que pagar?

Falta mucha información directa a los ciudadanos, por no hablar de que aún queda pendiente el espinoso asunto del reembolso: ¿Cuándo y cómo cobrarán los pacientes que tengan derecho a él? ¿Se va a hacer trimestral o semestralmente? ¿Y cómo se va a reingresar? Me temo que a estas preguntas bien podría responderse con el famoso artículo de Larra Vuelva usted mañana.

Lo cierto es que se está abusando del farmacéutico una vez más para que dé la cara y dé las respuestas que no le corresponden. Todo esto ha dificultado sobremanera nuestra labor asistencial, al obligarnos a centrar nuestra atención en labores estrictamente burocráticas (conviene recordar que el 1 de julio también entró en vigor el nuevo sistema de precios por el que hay que dispensar el medicamento con el precio más bajo), de modo que si los farmacéuticos no comunicamos más incidencias sencillamente es porque no tenemos tiempo para eso, ya que preferimos dedicarlo a que los pacientes sepan cómo tomar sus medicamentos.

Quizá haya responsables políticos que aún no se han dado cuenta, pero me veo en la obligación de decirlo sin que nadie se ofenda: los farmacéuticos no somos ni bomberos apagafuegos ni recaudadores tributarios, somos profesionales sanitarios expertos en el uso de los medicamentos, y la puesta en marcha de iniciativas como el nuevo copago de forma precipitada e improvisada no hace sino dañar nuestra relación de confianza con los pacientes y, lo que es peor, su atención sanitaria.

María Jesús Rodríguez Martínez es presidenta de la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (Sefac).

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