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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Primavera académica

Javier Sampedro

Los argumentos contrarios al acceso libre a la ciencia parecen respetables, pero los favorables resultan aplastantes. Que usted y yo, lector, no podamos conocer los resultados de unas investigaciones que hemos permitido con nuestro voto, propiciado con nuestra opinión y financiado con nuestros impuestos es simple y llanamente insostenible.

La importancia de esta cuestión puede parecer remota si hablamos de la velocidad de los neutrinos o del bosón de Higgs, pero es dolorosa de puro evidente cuando se trata del glioblastoma que puede matarle dentro de seis meses, o de los hábitos que permitirán a su hijo vivir sano y feliz dentro de 50 años, cuando usted ya no pueda cuidarle.

La ciencia es por esencia un empeño internacional, público y transparente, y sus resultados no deben hurtarse a nadie que necesite conocerlos, a ninguna universidad que carezca de presupuesto para pagarlos ni a ningún investigador que pueda utilizarlos para aliviar el sufrimiento humano. Si la ciencia la financiamos todos, sus avances deben ser un bien público, gratuito y disponible de forma inmediata y transparente para todos.

Lo demás son detalles que habrá que resolver con inteligencia. Como ha ocurrido muchas veces en esta materia, vuelven a ser ahora la sociedad británica y su Parlamento quienes nos marcan el camino a seguir con un ejemplo de racionalidad y coherencia. Pero su iniciativa no servirá de gran cosa si los demás países no nos volcamos en ella. La propuesta británica solo afecta al 6% de la investigación mundial, que es la financiada por las instituciones públicas de ese país. Estados Unidos, sin embargo, ya hace algo parecido con los proyectos que corren a cargo de sus Institutos Nacionales de la Salud (NIH), y los responsables científicos de la Administración de Obama están decididos a profundizar esa línea. Por modesta que sea nuestra contribución a la ciencia global, España debe manifestar cuanto antes su compromiso con el acceso libre y gratuito a los trabajos científicos salidos de sus arcas públicas. Y que se tranquilicen los guindos y montoros, que nada de esto va a subir nuestra prima de riesgo. Por una vez no se trata de pedir dinero, sino un mínimo de decencia política.

Algunas voces críticas en la comunidad científica británica han manifestado su temor de que el libre acceso, al cargar los costes de edición sobre el laboratorio publicante en vez de sobre el lector de lo publicado, retraiga a los científicos de dar a la prensa sus trabajos menores.

Como lector habitual del género, solo puedo decir: ojalá sea así.

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