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JAVIER OLAZARÁN Neurólogo

“Los efectos varían entre personas, pero se notan desde el primer momento”

Javier Olazarán. Fundación CIEN.
Javier Olazarán. Fundación CIEN.

La primera apreciación que hace el neurólogo Javier Olazarán (Fundación Centro para la Investigación en Enfermedades Neurológicas, CIEN) sobre la idea de prohibir conducir cuando se ha tomado una sola copa es que, a esas concentraciones tan bajas, “los efectos del alcohol se han estudiado poco”. Por eso el experto tira “de experiencia y sentido común” para plantearse el sentido de la medida. “El principal efecto del alcohol en el sistema nervioso central es que reduce la atención y la velocidad de reacción”, explica. “Y lo normal es pensar que, aunque varían entre personas porque hay unas más sensibles que otras, las consecuencias se noten desde el primer momento que se ingiere”.

Es ese hecho de que algunas personas seguramente podrían beber algo, lo que le hace dudar sobre si “se debe ser tan categórico” como para prohibir beberse ni una cerveza. Aunque, desde luego, “esa medida no parece peligrosa” concede. “Evitaría el peligro de las personas muy sensibles al alcohol. Así se aseguran [las autoridades] de quitarse algunos casos [de bebedores], y se evita otro efecto: que tomar alcohol, por poco que sea, te pone en riesgo de seguir tomando”, afirma.

Hay otro aspecto que Olazarán cree que influye en los bebedores “desde el principio”: “El efecto euforizante”. “Eso, que en algún caso puede ser hasta positivo porque puede estimular la capacidad de reacción, puede llevar a que al sentirte bien te sobrevalores” y “te comportes de una manera imprudente”.

Claro que puestos a ser tan estrictos, el experto apunta otros problemas para la conducción relacionados con su campo. “Hay medicamentos, como los antihistamínicos, las benzodiazepinas, los antidepresivos, los neurolépticos y algunos anticatarrales con codeína que tienen las mismas consecuencias, pero que no se miden”. Es verdad, admite, que estas alteraciones vienen indicadas en los prospectos, “pero no se analizan”. Quizá la causa sea que es “mucho más difícil” controlar el alcohol. Para los medicamentos “no basta con una muestra de aire. Habría que hacer análisis de sangre u orina, y eso complicaría mucho la labor de los policías, aparte de que no hay equipos comercializados y sería mucho más caro”, afirma. “Es verdad, que muchas veces, los que los toman son ancianos que no suelen conducir”, matiza, “pero eso no sucede en todos los fármacos. Por ejemplo, entre un 5% y un 10% de la población toma antihistamínicos, que también producen somnolencia”.

Olazarán deja claro que se refiere a cantidades de alcohol muy pequeñas, por debajo de los límites legales actuales. Porque por encima de esos límites no hay duda. El alcohol “afecta a la coordinación, la visión, y la disminución de la capacidad de reacción y la velocidad de respuesta va en función de la dosis que se tome”.

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