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vida&artes

Cinema (sin) paradiso

La subida del IVA amenaza con dar la puntilla a un sector ya castigado por la apatía del público Los empresarios barajan liberalizar tarifas

Rocío García
Espectadores en una sala donde se reponen películas clásicas.
Espectadores en una sala donde se reponen películas clásicas. CLAUDIO ÁLVAREZ

Ninguna lágrima se vertió a principios de los años noventa cuando las salas de cine en España vivieron su primera gran crisis. La aparición de los centros comerciales en las afueras de las ciudades con su oferta de ocio y consumo acabó arrasando esas pequeñas salas de cine que existían casi en cada pueblo, limitando desde entonces el acceso al cine a cerca de un 40% de la población. Solo se medio salvaron las grandes ciudades. El goteo de cierre de salas de las poblaciones pequeñas ha sido constante desde entonces. “Cuando un cine se cierra, nunca se vuelve a abrir. Se convierte en bingo, tienda de moda o bar, pero nunca, nunca en otro cine”. ¿Puede el lamento de Enrique González Macho, presidente de la Academia de Cine pero antes que eso exhibidor y distribuidor y conocedor como pocos de los entresijos y dificultades de la industria cinematográfica, ir a más?

La última decisión gubernamental ha elevado la inquietud de golpe este verano. Tan de golpe como la subida, sin previo aviso, de 13 puntos en el tipo de interés del IVA (del 8% actual al 21%) que puede asestar el golpe definitivo a un sector cada vez más debilitado. A partir del 1 de septiembre, y si el Gobierno no rectifica, los españoles soportarán el IVA más alto de los 17 países de la eurozona (con una media de 10,1%), no solo cada vez que vayan a ver una película, también si quieren asistir a un concierto o una obra de teatro. Pero el colmo de todo ello es que el Ministerio de Hacienda no solo va a recaudar más, el objetivo único y último de toda subida de impuestos, sino que va a provocar un descenso de casi diez millones de euros, solo en el caso de las salas de cine, según un estudio de la consultora Pricewaterhouse, encargado por los exhibidores y distribuidores y que ya está en poder del Gobierno.

Para entender el presente, qué mejor que echar un vistazo al pasado. Desde 2004, las salas vienen soportando un descenso del número de espectadores, único en Europa —de los 144 millones de ese año se ha pasado a los 98 millones de 2011—, cuando el parque de cines es de los mejores de la UE, ya que la reconversión tecnológica se hizo mucho después. A una media de 80.000 a 100.000 euros por sala digitalizada, y teniendo en cuenta que ya hay unas 2.000 con esta tecnología de un total de 4.000, la digitalización ha alcanzado una cifra cercana a los 200 millones de euros. “Sin ningún tipo de ayuda pública”, quiere resaltar el presidente de la Academia de Cine. Esta situación de caída en picado en espectadores no se explicaría sin el temible acoso de la piratería que ha arrasado con negocios y sueños. España, según el estudio de Pricewaterhouse, se encuentra a la cabeza a nivel mundial en piratería de contenidos digitales, especialmente de películas, sin que ningún Gobierno, de la ideología que sea, haya empeñado su poder para erradicar esa lacra.

En ocho años, las salas han perdido 46 millones de espectadores

Y con este panorama, ¿qué pasará? Pues hay opiniones diferentes, pero pocas optimistas. De momento, la semana pasada se anunció el cierre de las nueve salas de cine de Utrera, ciudad sevillana de 50.000 habitantes. La alcaldesa en funciones, María Dolores Pascual, aseguró a este periódico que el Ayuntamiento ya está pensando en la posibilidad de adaptar el teatro municipal, este también vacío de programación por los malditos recortes, para poder ofrecer alguna película y aliviar de alguna manera la orfandad cinematográfica que amenaza a otra población española. Con el cierre de estos nueve cines, ya solo quedarán por desaparecer 850 de los 859 que se calcula se verán afectados por el IVA del 21%.

En una destrucción sistemática del tejido industrial, serán muchas más las capitales de provincia y ciudades pequeñas que se quedarán sin cine, vaticina González Macho, quien en tres meses ha tenido que cerrar seis complejos en Madrid, Zaragoza, Cuenca, Palma de Mallorca, Bilbao y Barcelona. “Si no se detiene, la sangría será terrible”, augura el presidente de la Academia de Cine.

“El mercado se tendrá que reinventar, cambiar las formas, pensar en el consumidor, nos veremos obligados a transitar otros caminos”, reflexiona Juan Carlos Tous, responsable de Filmin, la web de descargas legales de cine en nuestro país, aunque califica de “salvajada” la subida del IVA y se reafirma en que “aquí el que va a ganar es el pirata”. “No ha habido explicación del Gobierno del porqué de la medida que obedece, en mi opinión, a una decisión política y económica. Si al menos hubiera venido acompañada del anuncio de una acción firme y fulminante contra la piratería, habría sido diferente”, dice Tous.

Holanda da marcha atrás

ISABEL FERRER

En el año 2010, el Gobierno de centro-derecha holandés recién salido de las elecciones decidió aumentar hasta el 19% el IVA destinado a las artes escénicas. La medida soliviantó al sector, que llevó al Ejecutivo a los tribunales por agravio comparativo. Mientras el IVA fijado para el cine se mantenía en un 6% (sigue así desde 1996 para promocionar las producciones nacionales) los teatros, conciertos, musicales y demás espectáculos del ramo, vieron peligrar sus entradas. El Gobierno ganó el pleito, pero la subida no duró mucho. El pasado abril, el Gabinete, que estaba en minoría y se apoyaba en la extrema derecha, perdió el favor del líder xenófobo, Geert Wilders. Cuando este se negó a firmar el recorte presupuestario impuesto por la crisis, cayó la coalición encabezada por el primer ministro liberal, Mark Rutte. La oposición de izquierda vio entonces la oportunidad de modificar una medida considerada dañina para el sector cultural. Y que debido a los plazos de presentación y aprobación de los decretos, llevaba alrededor de medio año en vigor. Sin mayores problemas, obtuvo el respaldo del Congreso y el IVA para las artes escénicas regresó al 6%.

“Lo más probable es que el 19% decidido por el Gobierno hoy dimisionario fuera una concesión a la extrema derecha. A Wilders todo esto de la cultura le parece una veleidad izquierdosa. En una democracia puede pasar de todo, pero no parece que el IVA vaya a subir de nuevo después de las elecciones del 12 de septiembre. Sería inconsistente y ridículo”, aseguran en el Fondo para las Artes Escénicas.

De todos modos, el plan gubernamental de ahorro mantiene un recorte de hasta 200 millones en el sector cultural entre 2013 y 2016. Un mordisco que han empezado a notar conjuntos tan famosos como el Amsterdam Dans Theater, o bien la sala de conciertos Paradiso-Melkweg, también en la capital holandesa. En conjunto, en los próximos cuatro años recibirán ayudas 80 organizaciones culturales. Antes lo ganaron 118 grupos.

Con la subida del IVA en 2010, el Gobierno pretendía promocionar la oferta cultural reduciendo la presencia estatal. A base de animar la iniciativa privada, el legislador decía devolver el arte y la cultura a la sociedad. “En principio, la idea no es mala. Pero una cosa es la autofinanciación y otra subir el IVA hasta un 19% a las artes escénicas dejando el cine intacto. Así solo se pierde público en todas partes”, añaden en el Fondo para las Artes Escénicas.

En estos momentos de dificultades y con menos recursos para todo, no solo para el cine, Tous, nada tremendista y con una tendencia innata al optimismo, cree que el mercado pasará de la rigidez actual en el precio de las entradas a una liberalización de tarifas, con ofertas diversas de días, sesiones o sectores de población, tal y como ya pasa en muchos países de nuestro entorno. “¿Por qué si ha funcionado bien la oferta a los jubilados de Madrid no se amplía de alguna manera a los jóvenes que ya hoy tienen dificultades para pagar una entrada de ocho euros?”, se pregunta Tous.

El dueño de los cines Verdi (14 salas repartidas entre Madrid y Barcelona), firme defensor de una oferta cinematográfica coherente, ya lo está estudiando. Enrique Pérez, que no forma parte de la asociación que engloba al 90% de los exhibidores en FECE (Federación de Cines de España) porque asegura que no defiende los intereses de la diversidad cultural, planifica un otoño lleno de novedades. A falta de rematar los últimos detalles, Pérez aplicará la subida del IVA a lo que él llama sesiones punta y reducirá el precio de las entradas, incluso por debajo del actual, en las horas valle. “Ofreceremos diferentes opciones, buscaremos la posibilidad de carnés para el espectador, algo así como una especie de menú de tarifas para que nadie que quiera ver una película de cine independiente lo deje de hacer”, explica.

Pero, ¿habrá esa posibilidad de no perderse el cine que uno sí encuentra hoy en la cartelera de las grandes ciudades? ¿Adiós a Jim Jarmusch? ¿Habrá que decir adiós John Waters, Jim Jarmusch o David Cronenberg? ¿Habrá hueco para Mike Leigh o Michael Haneke? ¿Podrán verse los últimos títulos de Jaime Rosales, Abert Serra o José Luis Guerín?

La incógnita es aquí la que gana. Según el responsable de los Verdi, las distribuidoras independientes van a tener cada vez mayores dificultades para comprar los títulos, dado el encarecimiento general que se instalará en nuestro país después del verano, a lo que se añade la situación de las televisiones que no ayudan a la compra de cine independiente. La oferta, pues, se verá tristemente dañada. “Habrá muy poco espacio para películas independientes, sobre todo europeas”, augura Enrique Pérez, cuya opinión es compartida por Juan Carlos Tous, González Macho y el presidente de los productores, Pedro Pérez. “Está claro que si se cierran tantas salas como se anuncia, no se van a poder estrenar tanto porque no va a haber sitio”, dice Tous. “Habrá menos hueco para el cine independiente, esto es muy peligroso pero puede ocurrir porque los grandes títulos de Hollywood que hoy se estrenan coparán las salas y tendremos más de lo mismo, habrá menos posibilidades de oferta diversificada”, dice González Macho, mientras Pedro Pérez opina que “favorecerá a los cañonazos y los grandes acontecimientos. El cine se va a convertir en un lugar para ver espectáculo”. También, cómo no, tendrá su repercusión negativa en la producción de cine español.

El presidente de la FAPAE (Federación de Asociaciones de Productoras Audiovisuales de España) lo ve claro. “Al afectar al consumo de cine, en la producción nos llevará a un número muy inferior de películas realizadas, con unos resultados clarísimos peores”, explica Pérez, además de que, cosa todavía más grave, contribuirá a la destrucción de manera dramática de un elevado número de empleos directos e indirectos. Según el estudio de Pricewaterhouse, desaparecerán 3.507 puestos de trabajo.

Una medida polémica y contestada que nos aleja una vez más de lo mejor que pasa por Europa. Con la subida al 21% en el IVA cultural, que se decidió el pasado 13 de julio sin un estudio del impacto económico en el sector, según ha quedado claro en las conversaciones que se iniciaron inmediatamente después entre Hacienda y la industria cinematográfica, nuestro país ha dado un salto al vacío. El cine en salas ha tenido siempre el tipo reducido desde la introducción del impuesto en 1986, entre otras cosas porque en Europa el cine está contemplado en el contexto de la excepción cultural, o sea un bien protegido.

La industria alerta de la futura caída de 3.507 empleos en el sector

El 21% de IVA coloca a España muy por encima de la media (10,1%) en la zona euro, alejándonos del 7% de Alemania o Francia o del 6% de Holanda o Bélgica. Es en Europa donde, en opinión de Enrique Pérez, deberían dirigirse las protestas del sector porque las internas son “inútiles”. “Se ha demostrado que este Gobierno solo recibe y lleva a cabo las órdenes de Bruselas, por lo que hay que realizar más esfuerzos en este sentido. Yo sería partidario de contratar abogados especializados en derecho comunitario para que desde Bruselas se dé la orden al Gobierno de Rajoy de revocar la medida. A Angela Merkel le diría que la película alemana El silencio de hielo, del director Baran bo Odar, estrenada esta semana, quizás a partir de septiembre no se pueda repetir con otros títulos alemanes. A lo mejor Merkel puede ordenar a Rajoy que cumpla con la diversidad cultural”.

Esfuerzos por revocar la medida se están haciendo dentro y fuera, explica Pedro Pérez. De momento sin resultado, a falta de lo que pueda pasar en los Consejos de Ministros convocados para antes del 1 de septiembre, los días 24 y 31 de este mes. “Tengo la seguridad de que, finalmente, se dará marcha atrás, como ha ocurrido en otros países que han cometido el mismo error”.

El amor al cine será ya cosa de unos pocos que, además, se las tendrán que ver y desear. Como Inmaculada Ortuño, médica pediatra jubilada, y su marido Antonio Catalá, licenciado en Políticas, también jubilado, que regentan junto a sus hijos la única sala de cine que existe en Jávea (Alicante). Atrás han quedado las cinco salas que existían en este pueblo de 31.000 personas. Hoy el Cine Jayán, que así se llama, tiene una sala con los últimos adelantos tecnológicos, pero no digitales, con 350 butacas y una terraza arriba, al exterior, con capacidad para otras 300 personas.

Cada día, en doble sesión, en invierno y en verano, Inmaculada, al frente de las bebidas y palomitas, y Antonio, en la venta de las entradas a seis euros, excepto los lunes, día del espectador, y los martes, para el jubilado, abren este lugar casi insólito. Solo tienen un empleado que hace las veces de acomodador y operador. Han sabido adaptarse al lugar y su éxito radica en el cine independiente en versión original que ofrecen en invierno para la extensa colonia inglesa y en los estrenos más familiares en verano. “No sabemos qué pasará en septiembre, ya pensaremos”. Su preocupación más que en el IVA se centra en las dificultades cada vez mayores para traer los títulos que ellos tanto aman en el formato de 35 milímetros, ya que no pueden invertir para la proyección digital. Eso es amor al cine y, además, sin derramar una lágrima.

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