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CIENCIA
Tribuna
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Los denisovanos, una humanidad perdida

Una de las cuestiones más intrigantes, que espera a ser desvelada desde el campo de la paleontología, es la de cuál sería el aspecto físico de aquellos enigmáticos humanos

Los sorprendentes descubrimientos realizados por el equipo de Svante Pääbo a partir del estudio del ADN de los denisovanos han puesto de manifiesto aspectos inesperados que indican que el proceso evolutivo de las poblaciones humanas en los últimos cientos de miles de años fue mucho más complejo de lo que se pensaba. Hasta hace poco, muchos creíamos que las estirpes de los neandertales y de los humanos actuales fueron las únicas protagonistas de dicho proceso y, también, que entre ellos no había habido intercambio de genes. Un esquema sencillo, con dos linajes evolucionando por separado, cada uno en un continente. Ahora, reuniendo toda la información paleontológica, arqueológica y genética publicada hasta la fecha, es posible concebir otra hipótesis más compleja, e interesante, sobre el último millón de años de evolución de la humanidad.

Hace entre un millón y 800.000 años, las poblaciones humanas se habrían escindido en dos líneas evolutivas principales. Una de ellas, que habitaba en el continente africano, es la que acabó originando a nuestra especie, mientras que la otra estirpe, que se extendió por las tierras de Europa y Asia, correspondería al tronco común del que surgieron, hace unos 650.000 años, los linajes de los neandertales, en Europa, y de los denisovanos, presumiblemente en Asia. Fue en algún momento durante este proceso cuando denisovanos y neandertales habrían mezclado sus sangres.

Cuando, hace 60.000 años, los primeros H. sapiens llegaron a las tierras de Asia se habrían encontrado allí con los denisovanos y habrían tenido lugar los episodios de hibridación responsables de que las poblaciones humanas actuales que descienden directamente de aquella primera ola migratoria, los aborígenes australianos y los melanesios, compartan con los denisovanos una fracción relativamente significativa de sus genes.

Posteriormente, hace alrededor de 40.000 años, los humanos modernos comenzaron a poblar el continente europeo y el centro de Asia en una segunda oleada migratoria. Fue entonces cuando se encontraron con los neandertales, con quienes también hibridaron. Como resultado de esta nueva mezcla de sangres, las actuales poblaciones humanas euroasiáticas comparten con los neandertales una parte de su genoma, algo que, significativamente, no ocurre con las poblaciones africanas.

De este modo, los nuevos descubrimientos e investigaciones realizados a partir de los fósiles de la cueva Denisova plantean un novedoso escenario evolutivo que espera a ser confirmado. Además, aún queda por establecer cuál fue el papel que desempeñaron en esa historia las poblaciones de Homo erectus, la otra especie humana que compartió las tierras de Asia con los neandertales, los denisovanos y, tal vez también, con el Homo sapiens.

En cualquier caso, y puesto que solo se conocen dos dientes y una falange de los denisovanos, una de las cuestiones más intrigantes, que espera a ser desvelada desde el campo de la Paleontología, es la de cuál sería el aspecto físico de aquellos enigmáticos humanos. La respuesta nos la darán en el futuro más y mejores fósiles.

Ignacio Martínez Mendizábal es Profesor Titular de Paleontología de la Universidad de Alcalá y miembro de las excavaciones de Atapuerca.

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