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ALMUERZO CON... NICOLÁS GIL LAVEDRA

“El amor de abuela es generoso; el de madre, reprochón”

El cineasta argentino recrea el drama de los nietos desaparecidos

Rocío García
El cineasta argentino Nicolás Gil Lavedra.
El cineasta argentino Nicolás Gil Lavedra.ÁLVARO GARCÍA

“Yo soy Damián y Alicia. Yo nací aquí en la ESMA”. Juan Cabandié tenía más de 30 años cuando pronunció estas palabras en el macabro recinto, en pleno centro de Buenos Aires, donde se torturó y dio muerte a miles y miles de argentinos durante la dictadura militar. Cabandié es uno de los 106 chicos recuperados hasta ahora de la lista de 500 secuestrados por los militares, arrebatados al nacer a sus madres prisioneras entre los años 1976 y 1983. Nicolás Gil Lavedra tiene grabadas a fuego en su memoria las palabras de ese nieto recuperado a su familia biológica, a su padre Damián y su madre Alicia, lanzadas al aire un día de marzo de 2004. Hijo de uno de los seis jueces que formaron parte del tribunal que juzgó a la Junta Militar, Gil Lavedra se ha estrenado en el largometraje con un biopic sobre Estela de Carlotto, la presidenta de las Abuelas de Mayo, ese grupo de mujeres corrientes, sin apenas preparación, que se enfrentaron con fiereza a la dictadura. “Es algo grandioso”, proclama emocionado el cineasta frente a un plato de papas arrugadas. “El amor de las abuelas es generoso, un amor que te mima y te consiente, al contrario que el de las madres que es más reprochón. Las abuelas de Mayo esperan y esperan, sin reproches ni recriminaciones”.

Gil Lavedra nació con la democracia —tiene ahora 28 años— en una conocida familia de abogados penalistas y criminalistas. Licenciado en Derecho —“quizás por dar gusto a mi padre”— trabajó durante siete años en la Corte Suprema de Justicia, mientras las noches las dedicaba a estudiar en una escuela de cine. Obsesionado desde siempre con el robo de la identidad de tantos bebés nacidos en prisión —“no podemos olvidar que fue el propio Estado quien les arrebató sus verdaderos nombres y apellidos”—, el cineasta se plantó una noche delante del teatro Maipo a esperar la salida de Norma Aleandro para pedirle que leyera un guion. Apenas dos semanas más tarde, la actriz se ponía a las órdenes de este entusiasta realizador para protagonizar el cortometraje Identidad perdida. No se anda con chiquitas Nicolás Gil y para su primer largo que se estrena este viernes, Verdades verdaderas. La vida de Estela, buscó y consiguió a otra gran intérprete, Susú Pecoraro.

Ha elegido este lugar para comer porque todavía recuerda con pasión las papas arrugadas que probó en una visita anterior y el queso a la plancha, para el que hace un alto en su larga y arrebatadora conversación sobre la tragedia de tantos chicos y pregunta: “¿A que merece?”.

Lo que de verdad merece es la vida de esa abuela de nombre Estela que perdió a su hija Laura hace 35 años, que la sabe torturada y muerta, y que desde entonces busca a su nieto Guido. Lo que de verdad merece es la valentía de esa abuela de Guido que se atrevió a entrar en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) para apoyar el rodaje de su vida. Porque fue en uno de los edificios del que fue terrible centro clandestino de detención donde se construyeron todos los decorados de la película. “Es una victoria de la democracia. El bien triunfó sobre el mal”, fueron las palabras de esa abuela de nombre Estela que barre a diario la vereda de su casa con los rulones puestos.

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