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“Aprendí a sacarme las castañas del fuego”

Estudiantes que se formaron en el extranjero cuentan sus experiencias

Las becas Erasmus son más que conocidas entre los universitarios españoles. Son miles los estudiantes que han podido viajar y estudiar fuera gracias a este programa. Algunos de ellos han querido compartir sus vivencias con este diario.

Casilda Chico, 23 años. Bruselas, Bélgica. Año de Erasmus, 2011. 

"El programa Erasmus supuso un cambio en mi vida. Descubrí una ciudad nueva y conocí a gente de otros países cada día. Además, estar en Bruselas me permitió viajar por los alrededores, ver todavía más culturas y ¡pasármelo muy bien! Aprendí a conocerme a mí misma, vivir sola, aprender algo tan básico como la compra y ponerme mis horarios. El hecho de que nadie controle qué haces ayuda a gestionar la vida. Es un año en el que tu familia son los amigos que haces. Y vuelves con más de un idioma".

Ignacio Martínez-Peñalver, 30 años. Utrecht, Holanda. Año de Erasmus, 2006.

"Fue una experiencia muy buena. Estar en otro país te ayuda a madurar, a ampliar tus horizontes, a comprender y aprender de otras culturas. Además de pasártelo fenomenal, fui de esos extranjeros que sí estaban en la biblioteca; también es verdad que ahí siempre estaba la chica que me gustaba y con la que me casaré el próximo mes de junio. Aprendí a trabajar en equipo y a comprometerme con los demás".

Ángela Durán, 30 años. Bolonia, Italia. Año de Erasmus, 2005.

"Seguramente suene muy típico, pero Erasmus marca un antes y después en la vida de los estudiantes que hayan podido disfrutar de estas becas. Yo me fui a Bolonia, Italia. Aprendí infinidad de cosas nuevas, pero lo que más me gustó fue que volví a casa sabiendo italiano, supe adaptarme a otro sistema educativo que el español, a relacionarme con otra serie de personas, y empaparme de una nueva cultura. Es una experiencia impagable".

Chema Iñigo, 27 años, Haarlem, Holanda. Año de Erasmus, 2005.

"Descubrí nuevos horizontes viajando a Haarlem, pequeña localidad costera a 15 minutos de Ámsterdam considerada como una mini Ámsterdam y escogida por muchas familias para asentar allí sus vidas. Lejos de lo caótico que es la capital holandesa, Haarlem es todo lo contrario. Recorriendo sus canales uno se empapa de la tranquilidad y seguridad que desprende la ciudad. Me sorprendió realmente el civismo que hay entre sus residentes que duermen con las puertas de sus casas abiertas. No verás un papel en el suelo. Sus residentes son todos nativos, no como en Ámsterdam, que es una de las ciudades más cosmopolitas e interraciales que existen. Erasmus me ha dado muchas cosas, pero sobre todo me abrió la mente y entendí y comprendí no solo lo que es convivir, sino la importancia de estudiar en otro país”.

Ibon Ormazabal, 30 años. Jyvaskyla, Finlandia. Año de Erasmus, 2005.

"Mi Erasmus cambió mucho mi vida y sin duda para bien. Mis perspectivas a la hora de afrontar mi futuro personal y profesional se modificaron radicalmente y probablemente sin esta experiencia ahora no llevaría cuatro años y medio trabajando en el extranjero y no hablaría tres idiomas. Erasmus no solo te permite estudiar un año en el extranjero y aprender a mejorar un idioma, sino que es un intercambio multicultural valiosísimo, un puente que te permite abrir la mente hacia lo desconocido, que ayuda a fortalecer valores como el respeto y la responsabilidad. La cuantía económica de la beca no es muy elevada, pero ayuda a cubrir parte de los gastos. Yo también he oído que el Erasmus son los padres, como los Reyes Magos, pero todo lo que sea reducir recursos y no aumentarlos es una terrible noticia para los estudiantes".

Paloma Ortigosa, 28 años. Génova, Italia. Año de Erasmus, 2005.

"Mi Erasmus no fue tan maravilloso como muchos otros. Lo cierto es que yo viví la otra cara de la moneda. Aprobé todas las asignaturas pero porque los profesores no prestaban atención a los extranjeros. Apenas estudié, fue un año perdido en cuanto a la carrera, pero a nivel personal era la primera vez que salía de casa, así que nada como tener que sacarse ¡las castañas del fuego!, y también aprendí lo que es compartir piso y gestionar el dinero para llegar a fin de mes".

Paula Redondo, 26 años. Wroclaw, Polonia. Año de Erasmus, 2006.

"Polonia, además de ser un país precioso y donde aprovechar cualquier momento para organizar una fiesta, es mucho más. No podría decir esto si no hubiese podido irme de Erasmus. El programa me ayudo a entender mejor otras culturas europeas y la mía propia, vista desde los ojos de los demás estudiantes. Comprendí que los estereotipos no son necesariamente verdad, ni necesariamente negativos. Vi las cosas que nos unen y las que nos separan. En general, me hizo más tolerante y me enriqueció como persona. Erasmus me hizo darme cuenta de lo que significa la Unión Europea desde un punto de vista humano".

Jorge Cueto, 30 años. Sudsvall, Suecia. Año de Erasmus, 2004.

"Erasmus me enseñó a saber a qué quería dedicarme en el futuro: a la fotografía. Fuera de lo divertido y bien que te lo pasas, a día de hoy no tendría el nivel de inglés que tengo. Conoces una cultura, aprendes a integrarte en ella y a empezar desde cero en un país distinto del tuyo. Coincides con personas que están en tu misma situación y eso conlleva que te abras a los demás. Aunque no estudié mucho, me llevé muchas cosas buenas, sobre todo un año que me dio la posibilidad de viajar y ¡de espabilar! La ayuda económica siempre ha sido mínima para afrontar los gastos, pero si tengo que poner en la balanza el factor económico y lo aprendido, desde luego lo tengo clarísimo: abogo por el programa".

Jaime Sánchez, 32 años. Venecia, (Italia). Año de Erasmus, 2003.

"La nota media era el principal filtro para que te concediesen la beca. Estudiaba Historia del Arte, por lo que Italia debía ser mi país y Venecia fue mi elección. Los inicios no fueron fáciles, no conoces a nadie, debes buscar casa, no dominas el idioma.., pero todos esos problemas son parte de la experiencia Erasmus: te ayudan a madurar y el salir de tu casa para arreglártelas como puedas es la mejor escuela. A nivel académico fue muy enriquecedor, teníamos los mismos derechos y deberes que el resto de universitarios, aprendimos a trabajar en otro idioma, cursamos nuevas asignaturas, nos introdujimos en el ambiente universitario e hicimos buenos amigos. Lo más difícil fue, como siempre, el tema económico. La Erasmus no es una beca alta, sin la ayuda de mis padres no hubiera podido afrontar mi estancia en el extranjero. Algunos compañeros tuvieron que trabajar; yo tuve más suerte, y lo único que tenía que hacer era estudiar".

Santiago Arroyo, 30 años. Venecia, Italia. Año de Erasmus, 2003.

"Quise acabar mi carrera, Historia del Arte, en el extranjero, y más en concreto en Italia. Mis intereses académicos me llevaron a Venecia. Sin duda fue una elección que condicionó mi vida posterior, que jamás se ha desligado de la ciudad: volví tiempo después para quedarme durante otros tres años y el arte veneciano se ha convertido en mi campo de estudios predilecto. Ello se debe en gran parte a lo que disfruté estudiando allí, no solo por la cantidad de alicientes que aporta a quien se dedica a las humanidades, sino por la posibilidad conocer planes de estudios diferentes, diversas maneras de trabajar y nuevas metodologías de investigación... Desde el punto de vista personal, no hay mejor sensación que la de ser estudiante en el extranjero y ver que se es capaz de desenvolverse en una ciudad desconocida y en otro idioma. Recuerdo que ningún día era igual que el anterior, que siempre había algo que hacer y que vivía rodeado de personas que se habían convertido en una especie de nueva familia. Cambió mi manera de ver el mundo y de relacionarme con las personas. La experiencia me dio una madurez que, sin embargo, no fue instantánea. Necesité una "depresión postErasmus" para aprender a conciliar lo vivido, lo aprendido y lo que estaba por venir".

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