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DESAYUNO CON... RUTH DAVIES

“Mis padres me enseñaron mi país; yo quise enseñarles el mundo”

La exdiplomática preside unos galardones que premia a mujeres emprendedoras de todo el mundo

Clara Blanchar
Davies, de origen humilde, ha sido embajadora de EE UU.
Davies, de origen humilde, ha sido embajadora de EE UU.MARCEL·LI SÀENZ

No lo ha tenido fácil Ruth Davies (1943, Phoenix, Arizona). Es afroamericana y se crió en el sur de Estados Unidos de los años cuarenta. En su trayectoria hasta llegar a embajadora y cónsul y luego dirigir los servicios exteriores del Departamento de Estado, en Washington, tuvieron mucho que ver sus padres, un cartero y una maestra. “De pequeños, mis padres dedicaban las vacaciones a recorrer EE UU en coche. Y no fue fácil, la segregación era tal, que a veces no encontrábamos hotel para dormir, o no nos dejaban ni ir al baño en las gasolineras”. Pero lo suyo es la tenacidad: “Yo decidí que, si mis padres me habían enseñado el país, yo les iba a enseñar el mundo”. Una frase preciosa que pronuncia sin darle importancia, entre sorbo y sorbo de un zumo de naranja.

Benín, Kenia, Zaire, Japón o España, donde fue cónsul general en Barcelona, han sido algunos de sus destinos. Con esta carrera, no es de extrañar que en la Cámara de Comercio de Barcelona pensaran en ella para presidir IWEC (International Women Entrepreneurial Challenge), una iniciativa que desde hace seis años premia el trabajo de mujeres emprendedoras de los cinco continentes. Esta semana la organización celebra el sexto congreso en la capital catalana. Davies está en la ciudad desde el pasado jueves. Es viernes y llega tarde al desayuno: estaba levantando teléfonos para desencallar el visado de siete ponentes de Bangladesh. Quiere dejar claro que las empresarias premiadas están en la parte alta de la pirámide: “Entre todas facturan 4.000 millones de dólares y emplean a 17.000 personas”.

Los premios IWEC y los congresos que se celebran en paralelo a cada edición han logrado tejer una potente red internacional de empresarias que ha sido una palanca sobre todo para las que proceden de países africanos o asiáticos, explica Davies, hoy ya jubilada, aunque sigue “viajando y colaborando con el Departamento de Estado”. “El reconocimiento que obtienen provoca que los políticos de sus países dejen de ignorarlas. Las mujeres africanas o asiáticas no tienen acceso a las instituciones como los hombres y cuando obtienen reconocimiento internacional comienzan a tenerlas en cuenta”. Davies conoce uno a uno los proyectos de todas las premiadas y los explica con pasión. La emprendedora de Nigeria que lideró a los pescadores del país; o la sudafricana que tras ganar un IWEC logró un contrato del Gobierno, recuerda mientras mordisquea el cruasán y se enfría el té. “Para tener peso en la economía hay que tenerlo también en la política”, advierte esta mujer altísima y de manos finas, pero grandes.

Con todo, Davies subraya que los problemas con los que topan las mujeres empresarias son los mismos en el Primer Mundo que en el Tercero. “La diferencia es la intensidad de los problemas”, dice: “Uno, las dificultades de las mujeres para acceder al capital; dos, la exclusión de la red de contactos de los hombres; y tres, que de las mujeres se espera que cuiden solas de sus familias”. Obstáculos que los IWEC ayudan a superar y gracias a los que, está convencida, el desarrollo mejora. Porque, concluye: “Para una economía sostenible son necesarias las mujeres”.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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