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“Me fumé el último cigarro 10 días después de dejarlo”

El escritor ha hecho una incursión en la autoayuda tras 24 años como editor

Alejandra Agudo
El escritor Ricardo Artola.
El escritor Ricardo Artola.ÁLVARO GARCÍA

En India, Vietnam, las Torres Gemelas, la parte trasera de un rickshaw (carruaje tirado por una persona en bicicleta), aviones e incluso en el hospital en el que le acababan de operar. El escritor, editor y traductor Ricardo Artola (Salamanca, 1962) fumó “cigarros maravillosos” en todos esos sitios y muchos más. Y el pasado 15 de febrero, un día después de celebrar su 50º cumpleaños, dejó el tabaco, empezó a nadar para no engordar —“porque coger 10 kilos no tiene gracia”— y decidió escribir su libro Y un día dejé de fumar (La Esfera de los Libros).

No recuerda su primer cigarro a los 18 años, pero sí el último, que guardaba en la nevera para mantenerlo “fresco”. “Me lo fumé 10 días después de dejar de fumar y lo cuento en un capítulo calada a calada”. Artola se despidió del tabaco en su casa, a solas con el vicio, que acompañó con una copa de whisky. Más que un adiós, fue un ritual para desmontar empíricamente el mito de que unas caladas siempre llevan a la recaída. “Si después sigues sin fumar, ya está. Estarás en paz con el asunto, sin culpabilidades”, explica. Aun así, reconoce que la primera vez que salió con amigos a comer días después fue un momento crítico.

“Legalmente, para los seguros, hasta después de un año no eres exfumador, pero yo tengo claro que no voy a volver”, sentencia. Todavía le faltan cuatro meses para esa anualidad oficial sin nicotina, pero Artola sabe que esta vez es distinta a las otras en las que intentó romper con el tabaco. “La diferencia es que ahora estoy convencido”. Ese es, según dice, el único requisito esencial para dejarlo. “No tiene nada que ver con la voluntad y la autoestima como aseguran otros libros”, opina. “Si no quieres es imposible”, zanja.

Precisamente, leer unos 30 manuales sobre el tema tras dejar de fumar “fue lo más difícil del proceso; por el aburrimiento, no por el mono”. “Me preguntaba cuántos de los autores habían sido adictos como yo”. Artola cuenta con humor su experiencia en primera persona y comparte algunos consejos que a él le ayudaron después de apagar el último pitillo. ¿Un ejemplo? “Inundé mi vicio en agua, bebía mucho”. Para acompañar su merluza pide, sin embargo, un vino al que invita la casa porque “don Ricardo”, así le llaman los camareros, es cliente habitual. Tras meter la nariz en la copa para dar su conformidad al tinto, reconoce que ha ganado olfato “para todo; también para lo malo”, ríe.

Poco más de un mes después de la publicación del libro, Artola ya sabe que su método funciona. Su mujer, la primera a quien regaló un ejemplar, no fuma desde hace unas semanas, tras haberlo leído. “Decir que has ayudado a alguien a dejar el tabaco es lo más”. Es una gratificación que compensa el sufrimiento de los últimos meses. No por dejar de fumar, que le resultó “demasiado fácil”, asegura, sino por tener que escribir un texto largo y llenar las 150 páginas que le pidió su editora. “No soy de enrollarme. ¡Conté la II Guerra Mundial en la misma extensión!”.

Pese a su incursión literaria en la autoayuda, se gana la vida traduciendo libros de historia. “Es lo mío”, y dedica gran parte de la conversación a hablar de su pasión por el pasado reciente. El suyo incluye 24 años de trabajo como editor y varios títulos como autor en el mercado. Y muchos cigarros.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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