_
_
_
_
_

“Tener móvil no desvirtúa nuestras creencias indígenas”

El activista brasileño afirma que el VIH es ahora un problema para los indígenas

Mario Niacio, presidente del Conselho Indigena de Roraima de Brasil.
Mario Niacio, presidente del Conselho Indigena de Roraima de Brasil.Claudio Alvarez

Con 29 años, Mario Nicàcio es uno de los líderes más jóvenes que ha tenido el Conselho Indígena de Roraima (CIR) de Brasil, que lleva lleva 40 años trabajando a favor de los derechos de los pueblos indígenas. En sus inicios encontró resistencia entre los mayores —acostumbrados a dirigentes más experimentados—, además de por su edad, por sus innovadores proyectos para adaptar a los indígenas a los beneficios del siglo XXI, sin perder su identidad ni sus tradiciones.

Ha venido a Madrid a recibir el premio Bartolomé de las Casas que la Casa de América y el Ministerio de Asuntos Exteriores han concedido al CIR. Los 50.000 euros del galardón serán destinados a un fondo comunitario. Vestido a la usanza occidental, su único adorno es un collar que le regaló un líder de la tribu yanomami como talismán de protección para este viaje, aunque no es la primera vez que viaja a Europa.

“Utilizamos la tecnología, es necesario. Pero estamos atentos para que no se conviertan en una adicción, que no nos enganchemos al consumismo”, manifiesta. Quiere dejar claro que los aborígenes también pueden adaptarse sin perder su identidad. “Hay indígenas que tienen carros, ordenadores, móviles, que viven en casas, cerca de las ciudades. Pero los wapixana continuamos siendo wapixana. Adaptarnos a la vida moderna no desvirtúa nuestras creencias” explica. Defiende la importancia de la educación, pero respetando la diversidad cultural, que se adecue a sus tradiciones.

Más información
Los indígenas brasileños quieren vivir como nosotros. ¿Es el fin de un sueño?
Un grupo indígena denuncia la matanza de decenas de yanomami en Venezuela
Brasil defiende el derecho de sus indígenas a vivir aislados

Le cuesta decidir qué tomar porque prefiere productos naturales y frescos; y reconoce que la comida envasada es uno de los problemas de su visita a España. Pide un zumo de piña, del que toma unos pequeños sorbos. No le gusta y termina dejándolo, mientras habla del poco interés que le genera que se celebre el Mundial de fútbol en Río de Janeiro, o los Juegos Olímpicos. Le asombra de que se invierta más dinero en instalaciones deportivas que en programas educativos o sanitarios. Y le preocupa que los próximos eventos deportivos incrementen el turismo a las selvas, sobre lo que tiene sus reservas: “Llenan de basura las tierras. Además, hemos sufrido el robo de plantas que luego patentan las empresas farmacéuticas”.

Las enfermedades contagiosas son uno de los problemas que aqueja a las tribus más aisladas. “El VIH comienza a convertirse en un grave problema, junto a la malaria”, cuenta, por lo que han formado personal indígena sanitario que unifique la medicina ancestral con la moderna y les dé atención médica.

Se muestra cauto en criticar al Gobierno brasileño y solo manifiesta que Dilma Rousseff ha recibido “a todos los sectores menos a los aborígenes”. No se sienten muy apoyados por la falta de actuación gubernamental contra los garimpeiros (mineros ilegales), tal como les prometió Lula.

A pesar de los logros, todavía quedan otras amenazas además de las incursiones ilegales de los mineros. Varios proyectos de ley como el polémico código forestal 215, que reduciría los territorios indígenas, o la ley que prevé la explotación minera en sus tierras, o la construcción de dos centrales hidroeléctricas que inundarían dos poblados. “Lo único que queremos es respeto”, concluye.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_