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ALMUERZO CON... SERGIO OKSMAN

“Conocí España por las basuras y el presidente”

El cineasta brasileño es el ganador del Goya al mejor corto documental

Rocío García
Sergio Oksman.
Sergio Oksman.samuel sanchez (EL PAÍS)

Se lanzó una moneda al aire para elegir quién seguía a quién en la campaña electoral del año 2000. El entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, frente al aspirante socialista, Joaquín Almunia. La moneda favoreció a Nacho Pérez de la Paz, que escogió seguir a Almunia. Sergio Oksman tuvo entonces que subirse cada mañana en el autobús de Aznar y recorrer España para el documental para televisión Aznar-Almunia: diario de campaña, producción de Elías Querejeta. Durante varias jornadas, Oksman dedicaba el día a Aznar y las noches a las basuras para la realización del documental Restos de noche. Esto fue justo un año después de que Sergio Oksman, nacido en Brasil hace 42 años, se instalara en España. Variopinta manera de penetrar en las peculiaridades nacionales.

“Conocí España a través de las basuras y del presidente del Gobierno”, dice Oksman, que ganó el pasado domingo el Goya al mejor corto documental, Una historia para los Modlin, retrato de una singular familia, realizado a través de cientos de fotografías, documentos, pasaportes y algún vídeo casero, encontrados por el fotógrafo Paco Gómez en la acera de la calle del Pez de Madrid hace años.

Basándose en ese material tirado a la basura, Oksman fue articulando una historia centrada en la realidad de la familia Modlin —el padre aparece en un fotograma de La semilla del diablo, de Roman Polanski— que se trasladó a Madrid, donde, encerrados en un piso oscuro durante años, la madre se dedicó a pintar la llegada del Apocalipsis tomando como modelo a su marido y a su hijo. “Ese rompecabezas tirado en la acera estaba esperando que alguien imaginara una historia para los Modlin”, confiesa Oksman, que ha elegido un pequeño café portugués para poder degustar el plato de sus sueños: el bacalao a la brás.

Oksman fue rellenando los huecos entre foto y foto, imaginando la vida de estos tres miembros de esta familia que fallecieron en Madrid entre 1998 y 2002, y que nadie reclamó, para componer una historia que viaja entre la realidad y la ficción.

Oksman no olvidó el pasado domingo a Elías Querejeta. “Ese señor que sin conocerme de nada me recibió, se tomó un café conmigo durante cuatro horas y me dio trabajo. A mí, un chaval brasileño recién llegado a España”, recuerda cariñoso mientras termina el dulce pastel de Belén.

Ahora tiene otro viaje por delante en el que enfocará la cámara hacia sí mismo y su familia brasileña. Usando el archivo familiar, Oksman, a través de un largometraje, intentará exorcizar el material que encuentre para librarse de lo que califica de “condena”. ¿Qué condena? “Todos los hombres de mi familia, incluidos mi padre y mi abuelo, abandonan, se marchan, desaparecen. No quiero repetir lo que ellos han hecho. Quiero entrar a través de los miembros de mi familia de otra manera y así, rellenando también algún hueco, exorcizar esa condena que parece nos persigue”.

De nuevo realidad y deseo, verdad e imaginación la de este brasileño, que no se fía demasiado de la “pretendida” potencia de su país de origen. “No me fío mucho de esa prosperidad. Habrá que esperar. De momento ha mejorado algo la vida de los más pobres, pero no está habiendo un crecimiento justo. Son solo unos pocos los que se enriquecen”.

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