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La ministra muda

Ana Mato dirige una cartera convulsa, la de Sanidad, sin apenas dar explicaciones

La ministra de Sanidad, Ana Mato.
La ministra de Sanidad, Ana Mato.sciammarella

La comparecencia este miércoles de Ana Mato (Madrid, 1959) en la Comisión de Sanidad del Congreso ha sido noticia solo por ocurrir. Que un ministro dé explicaciones debería ser algo normal, pero la expectación con que fue recibida muestra cómo la titular de una de las carteras más convulsas en lo que va de legislatura ha pasado —¿liderado?— por una revolución en el sistema sanitario sin apenas mojarse. La vez anterior —y única— que Mato fue a la Comisión fue el 1 de febrero de 2012. Las 51 preguntas de la oposición son muestra del interés que los cambios en el sector suscitaban (con los copagos, la atención a extranjeros, la política farmacéutica...).

Pero Mato no ha sido noticia solo por eso. La resurrección del caso Gürtel, donde aparecen pagos de viajes para ella y su familia y partidas de miles de euros para fiestas de sus hijos, la ha puesto en —otro— punto de mira. Tanto, que ha merecido un intento de reprobación por la oposición, un honor que ha compartido esta legislatura con los titulares de Educación, José Ignacio Wert, y el de Hacienda, Cristóbal Montoro.

Los diputados no son los únicos que, a excepción de las preguntas en el Pleno, de obligatoria respuesta, se han quejado del mutismo de la ministra. Los periodistas tampoco lo han tenido fácil. Mato casi ha hecho más declaraciones en los pasillos del palacio de la Carrera de San Jerónimo que en comparecencias públicas. Sin contar las posteriores a los Consejos Interterritoriales (y no todos), la ministra no ha dado una sola rueda de prensa para explicar las reformas puestas en marcha. Es la primera titular que en los 14 meses que lleva en el cargo no ha concedido una entrevista a los principales periódicos para tratar asuntos de su departamento. EL PAÍS tuvo que esperar hasta el 5 de febrero de este año, y fue solo para que contestara un cuestionario sobre el caso Gürtel.

El ‘caso Gürtel’ ha llevado a la oposición a pedir su reprobación

La aversión de Mato por la prensa ya era conocida en Génova, donde la ministra fue vicesecretaria general de Organización y Electoral desde 2008 hasta su nombramiento. “Entonces costaba cada rueda de prensa”, recuerda un excolaborador. Pero en aquellos años, Mato no tenía más escapatoria que salir a dar explicaciones, y ahora ha encontrado sustitutos de peso, empezando por la secretaria general de Sanidad y Consumo, Pilar Farjas, de quien se dice que le fue impuesta desde la consejería de Salud de Galicia para que tuviera cerca a alguien que conociera el sector. Esto, en sí, no es algo extraño. Pero sí es inusual el protagonismo concedido a Farjas, que acudió el 12 de diciembre al Congreso a aplacar a los diputados y que incluso después del real decreto ley del 20 de abril con el paquete de recortes fue la encargada, en un desayuno off the record, de intentar explicar a los periodistas las medidas.

Pero Farjas no solo ha intervenido en los momentos más complicados. Incluso en momentos amables, como la presentación de los datos siempre buenos de la Organización Nacional de Trasplantes, Mato ha preferido no comparecer. Su actitud ha llamado la atención y chocado incluso al personal del ministerio, que bromeaba durante la última comparecencia del director de la ONT, Rafael Matesanz, con Farjas sobre que había que dar otro uso a la sala de prensa. Aparte de la secretaria general, incluso personas en teoría más alejadas del ámbito sanitario, como el secretario de Estado de Servicios Sociales, Juan Manuel Moreno, han tenido que dar la cara por la política de recortes. La calle también ha acusado esta ausencia, y la etiqueta #preguntaamato ha sido muy popular en Twitter.

No es que la ministra haya estado ociosa, claro. Prácticamente todas las semanas, los medios hemos recibido convocatorias para diversos actos (presentación de campañas, libros, encuentros con sociedades científicas, de pacientes). Pero siempre se trataba de lo que en el argot periodístico se llama un mudo, es decir, solo para fotógrafos.

En el ministerio se bromea con el poco uso que se da a la sala de prensa

Lo que no está claro es el motivo de esta actitud. Aparte de su tradicional recelo a dar explicaciones, hay que reconocer que la ministra no empezó con buen pie. Antes incluso de su primera comparecencia en el Congreso, ya patinó cuando se refirió a un crimen de violencia machista como de violencia familiar, cambiando el foco de la causa última de estos asesinatos.

Pero, quizá el punto de inflexión fue su primera comparecencia para explicar los recortes el 14 de abril, que todavía circula como un ejemplo de confusión. Perlas como: “Hemos universalizado la sanidad para los españoles. Saben ustedes que la sanidad es universal y que estaba recogida en muchas leyes pero nunca se aplica hasta el final. Todos los españoles tienen derecho a asistencia sanitaria gratuita. Todos sin dejar uno”. Así intentaba explicar que solo los que hubieran cotizado a la Seguridad Social tendrían asistencia (y que se dejaba fuera a los inmigrantes sin residencia legal y a los que ganaran más de 100.000 euros sin haber cotizado).

Con “luego hemos quitado también una cartera que llamamos cartera común suplementaria que la adjunto si me lo permiten con la cartera accesoria. Ahí estarían pues las prestaciones farmacéuticas, las teroperapéuticas… me he equivocado en el nombre [quería decir dietoterápicas], y poner en valor lo que tiene mucho en valor, porque no hay cosa que tenga más valor que una medicina que cura enfermedades” intentó explicar que iba a haber dos carteras, una básica, común y gratis, pero que otra, con los productos alimentarios especiales, prótesis y transporte sanitario, quedarían sujetos a copago.

Sus titubeos al explicar los recortes han corrido por Internet

Al decir “no es lo mismo una persona que no está enferma en su consumo de medicamentos que una persona que está enferma. Los pensionistas que no pagan nada son aquellos que ya no tienen derecho a prestación por desempleo” y con explicaciones como que “el copago farmacéutico no es copago sanitario” quiso contar los cambios de la aportación en medicamentos por los pacientes.

Los nervios y el posible desconocimiento de quien solo llevaba cinco meses en el cargo podían explicar tanto titubeo. Pero luego se vio que la indefinición era de fondo. Aunque es verdad que, en su primera comparecencia en el Congreso, Mato dejó abierta la puerta a ciertos copagos —aunque luego insistió en que no era así—, su programa entonces fiaba la solución a la situación de la sanidad a una mejoría general de la economía. De hecho, el paquete de medidas del real decreto del 20 de abril fue hecho a toda prisa, en menos de 20 días tras el anuncio de Rajoy de que había que ahorrar 7.000 millones (el miércoles Mato dijo en el Congreso que se había conseguido el 40% de esta cifra). Tan rápido se hizo que el 15 de mayo hubo que publicar cinco páginas de correcciones.

Aquella revolución del sistema nacional de salud todavía colea, y, por incapacidad o incomodidad, selló la boca de la ministra, que, según Metroscopia, es la peor valorada del Gobierno.

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